jueves. 28.03.2024
carlos lesmes rey
Carlos Lesmes junto al rey en el acto de apertura del Año Judicial 2021/2022.

“Donde hay poca justicia es un peligro tener razón”.
Francisco de Quevedo


El periodista y escritor italiano Ítalo Calvino decía que las obras de los clásicos nunca se acaban de leer; leerlos nos proporcionan siempre ideas nuevas sobre el presente. No le faltaba razón; desde siempre, la historia se repite, pero con otros actores, aunque como decía Carlos Marx, primero como tragedia y luego como farsa. Dado que título estas reflexiones con un rotundo adjetivo: cínico, considero necesario explicar la intencionalidad de su significado. El primer significado que da la RAE es “desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables”. Evidentemente, desde esta definición, calificar a alguien de cínico no es ninguna alabanza. Con el tiempo y la historia el concepto cinismo ha ido mutando. En sus orígenes, el cinismo fue un movimiento que se desarrolló en Grecia, durante los siglos IV y III a. C. y se extendió en las grandes ciudades del Imperio Romano hasta el siglo V d.C.

La escuela cínica fue fundada en Atenas por Antístenes de Cirene, discípulo de Sócrates y Diógenes de Sinope, uno de sus filósofos más reconocidos y representativos de su época. En sus inicios fue más un modo de vida que una filosofía; un modo de vida vertebrado en torno a una crítica de las convenciones sociales, la exigencia de la igualdad social, la fidelidad al rigor moral y el retorno a la naturaleza, lo que suponía reducir al mínimo las necesidades humanas según la “autarkeia” o autosuficiencia, es decir, satisfacer las necesidades primarias era suficiente como ideal de vida. Ciertos aspectos de la moral cínica influyeron en el estoicismo, mas, aunque la actitud de los cínicos fue crítica respecto a los males de la sociedad, la de los estoicos fue y es de acción mediante la virtud.

En los siglos XVII y XVIII ciertos escritores, como Shakespeare o Voltaire, abrazaron y reactivaron el cinismo clásico, utilizando la ironía, el sarcasmo y la sátira para ridiculizar la conducta humana; en los siglos XIX y XX muchos filósofos han tenido una influencia notable del cinismo antiguo; preferían la naturaleza frente a la convención, la necesidad de una transformación valorativa de la sociedad, la libertad de la palabra o el valor de la independencia y autosuficiencia en términos políticos y socioeconómicos. Bertrand Russell, en su ensayo “Sobre el cinismo de la juventud”, según su modo de ver la realidad, describió la medida en que el cinismo había penetrado en las conciencias de los jóvenes occidentales subrayando algunas áreas más influidas por el cinismo: la religión, el patriotismo, el progreso, la belleza y la verdad. Hoy, de acuerdo con el primer significado de la RAE, el cinismo se asocia a la tendencia a no creer en la sinceridad o bondad humanas, ni en sus motivaciones ni en sus acciones, de modo que el término ha ido adquiriendo un significado peyorativo en el lenguaje actual y coloquial, bien distinto del significado original, cargado de “parresía” que, en su etimología griega, significa decir valientemente todo lo que uno tiene que decir a quien fuere sin callarse nada, es decir, hablar con franqueza y sin miedo.

La postura y el abroncado tono de Pablo Casado deja claro que el bloqueo en la renovación del Consejo va a ser permanente

Desde esta “parresía” en su etimología griega, califico de cínico, en estas reflexiones, el discurso del presidente en funciones, Carlos Lesmes, del Consejo General del Poder Judicial, uno los pilares constitucionales de nuestro sistema democrático, hoy encaminado hacia un bloqueo definitivo, pues lleva ya más de 1.000 días, desde el 4 de diciembre de 2018, con su mandato extinguido. La postura y el abroncado tono de Pablo Casado, que no sabe hacer oposición, intentando desgastar al gobierno de Sánchez sembrando dudas y minando la credibilidad de su gestión en cualquier circunstancia, incluso en ámbitos europeos, como hoy en Berlín, saltando los límites de lo que un político responsable debe y puede decir, venga o no a cuento, anteponiendo sus intereses de partido atacando los de España, su país con un patriotismo de cartón piedra, y traspasando la ética de la verdad, con sus cambiantes y permanentes razones para justificar su decisión, no dan salida y han dejado claro que el bloqueo en la renovación del Consejo va a ser permanente. Por otra parte, la Presidencia del Gobierno tampoco facilita el encuentro para dicha renovación. Frente al cambio legislativo que exige Casado, Félix Bolaños, ministro de Presidencia, negociador de Moncloa, en una declaraciones en la Cadena SER, ha descartado un cambio legislativo para modificar el sistema de elección de los jueces, limitando la posibilidad de llegar a un acuerdo a que el PP cumpla la ley vigente desde 1985; ley que favorecía a las dos fuerzas políticas principales existentes entonces y que, pudiendo haberla cambiado cuando con mayoría absoluta, con Mariano Rajoy como presidente el PP pudo cambiar, no lo hizo, manteniendo una controversia que treinta y seis años después, no ha cesado.

Desde la última renovación de los miembros del Consejo General del Poder Judicial del año 2013, que fue el resultado de lo que se venía haciendo: un pacto entre las principales fuerzas políticas del Estado, hoy se da la paradoja de que un órgano que fue creado para garantizar la independencia del Poder Judicial, hoy esté más politizado que nunca. La tan alabada independencia del Poder Judicial de la que ya hablaba Montesquieu, no demostrada en estos momentos por una parte importante de los jueces, se ha visto duramente cuestionada en la actualidad por la actuación de algunos de ellos; la realidad es que, en el marco representativo constitucional que deberían ofrecer las posibilidades de una regeneración política y democrática, lo que los políticos hoy ofrecen a la ciudadanía es un intercambio de acusaciones e improperios entre PSOE y PP, entre Pedro Sánchez y Pablo Casado. Según Pedro Sánchez, el Partido Popular presidido por Pablo Casado, es la oposición “más furibunda e irresponsable de Europa, incluida la insumisión constitucional”; según Pablo Casado, el Gobierno que preside Pedro Sánchez, es “el más radical de Europa, con ministros comunistas y socios secesionistas y batasunos”.

Y mientras PSOE y PP, Sánchez y Casado se cruzan descalificaciones, con el mandato constitucional caducado, sin voluntad política de solución, el Presidente y los vocales del Consejo del Poder Judicial ni se mueven ni dimiten. Porque, aunque lo haya obviado en su discurso de apertura del año judicial, en un acto al que han asistido el rey Felipe VI y los líderes de las fuerzas políticas de nuestro país, el señor Carlos Lesmes no dimite ni se lo plantea; mientras, reparte culpas en su discurso por el bloqueo entre el Gobierno y el Partido Popular, cargando a su vez, injustificadamente, contra las razones del Ejecutivo para indultar a los líderes del procès, urgiendo, por el bien de todos, que la Institución que él preside desaparezca del escenario de la lucha partidista y que las fuerzas políticas, con patriotismo constitucional y generosidad, alcancen en las próximas semanas el acuerdo necesario para la renovación del Consejo.

El Presidente Lesmes y los vocales del Consejo del Poder Judicial no dimiten ni se lo plantean

Ciertamente, en su previsible discurso, diseñado como en años anteriores con parecidas razones y argumentos, mientras critica a las fuerzas políticas por su falta de generosidad y patriotismo constitucional, el Presidente Lesmes y los vocales del Consejo del Poder Judicial no dimiten ni se lo plantean; no está de más recordarles que, por “patriotismo constitucional y generosidad”, existe una tercera vía para desatascar el bloqueo entre el Gobierno y el Partido Popular, que juristas de prestigio plantean y apoyan: la dimisión del propio Lesmes y la de los vocales del Consejo. No sería la primera vez; esta solución ya se puso en práctica en 1996, coincidiendo con la llegada de José María Aznar al poder en una situación similar a la actual, pero mucho menos duradera -solo duró ocho meses y no tres años como la actual-, y dio resultado, como recuerda Pascual Sala, que presidía entonces la cúpula judicial: “El retraso lo solucionamos con una dimisión colectiva, que desactivó el Consejo. Así conseguimos la renovación”. Los partidos entonces reaccionaron de inmediato: hubo acuerdo y renovaron el Consejo. Pascual Sala, a su vez, fue relevado al frente del Consejo y del Supremo. Pero Pascual Sala no es Carlos Lesmes y la situación política de entonces no era la de ahora; al Partido Popular, ante los juicios previstos que están en el horizonte inmediato y le afectan, le interesa que las cúpulas conservadoras existentes en la actualidad permanezcan, tanto en el Consejo del Poder Judicial como en el Constitucional y el Tribunal de Cuentas.

Es difícil creer que a los ciudadanos no les preocupe este bloqueo y el incumplimiento de los mandatos constitucionales; lo que ocurre es que tanto al Partido Popular como al señor Lesmes y a los vocales del Consejo les resulta más cómoda la actual situación. Me viene a la memoria los dibujos del recordado Forges cuando representaba a los que detentaban cualquier clase de poder, cómo, al perderlo, lloriqueando se encadenaban a la mesa del despacho. A todos los jueces como a los demás profesionales no se les puede encerrar en una única categoría, actúan de forma plural como plural y diversa es la sociedad; merecen la confianza de los ciudadanos en su independencia hasta que por algunas de sus decisiones o discutibles sentencias la mancillan. De ahí que no se entiende que, con su mandato extinguido desde hace más de 1.000 días, con su dimisión constitucional, no intenten desbloquear esta situación; ganaría mucho su deteriorada imagen, como señalan las encuestas, ante la ciudadanía. No son creíbles los argumentos y razones del cínico discurso del señor Carlos Lesmes pidiendo a los políticos que, en esta situación insostenible, cumplan el mandato constitucional, cuando él y sus vocales podían utilizar parecidos argumentos y criterios para justificar su dimisión.

Analizando la abultada carrera y el currículum del Presidente Carlos Lesmes Serrano, siempre cercana al PP, no deja de llamar la atención el interés del Partido Popular por mantenerle a él y a algunos vocales del mismo, al frente del CGPJ. Desde la lectura de la Constitución a la que todos apelan para justificar sus posturas, si la Justicia emana del pueblo, es difícil entender que en el tribunal más importante de España el dominio de la derecha sea tan notable. En esta situación de bloqueo, hay un sentimiento popular de que, por distintas razones, los miembros del CGPJ, caducado hace años, dan por hecho que seguirán en funciones hasta el final de la legislatura. Estoy seguro, en cambio, cargado de “parresía”, de que, entre dichas razones para seguir en funciones, no se encuentra la lotería de sus sueldos y las prebendas que el cargo conlleva, que, según los Presupuestos Generales del Estado para 2021, el CGPJ, con un presupuesto anual de 73 millones de euros, ofrece algunos de los sueldos más altos de la Administración.

El “cínico” discurso de Carlos Lesmes