martes. 19.03.2024
chamartín

No ha estado afortunado (o sí) José María Ezquiaga (ex decano del COAM) en la elección del título para su artículo de El País: “Madrid Norte Año Cero”porque, al menos en mi caso, me trae a la mente imágenes desoladoras como las de la película Berlín Año Cero (Rosellini) o las de un libro de Ian Buruma, Año cero, sobre la segunda guerra mundial, sus catastróficos efectos para muchos y sus “beneficios para algunos que no lo merecían”. O, como dice la recomendación final del texto citado: “Ojalá seamos capaces de entender hoy en el año cero, las lecciones de la historia”.

Más allá de estas alarmas me gustaría llamar la atención sobre el lenguaje aerosol del urbanismo utilizado en el texto comentado hasta la saciedad. Palabras gaseosas que se rocían sobre cualquier “operación” urbanística: “la sostenibilidad ambiental, la opción por la ciudad densa y compacta, la importancia estratégica de la dimensión habitacional pública”(¿?); “la creación de polos singulares actividad económica”; “la apuesta por estrategias de transformación, reciclaje y rehabilitación de la ciudad construida”; “La ciudad peatonal, a escala humana” etc. Y por supuesto el fetiche de la ciudad neoliberal: “partenariados público-privados”.

Como suele ocurrir, tan emotivos deseos no tienen concreción alguna en el texto en forma de objetivos prácticos a conseguir, o en la ejemplificación concreta acerca de cómo este artefacto (el Plan que se pretende aprobar) contribuye a dichos objetivos (de hecho no son pocos los análisis que muestran lo contrario).

No logro ver qué puede ser más relevante para el futuro de Madrid que la discusión sobre la “naturaleza pública o privada de la operación”

Sostiene Ezquiaga, que “la polarización del debate en torno a la edificabilidad y a la naturaleza pública o privada de la actuación ha limitado su alcance y eclipsado cuestiones muy relevantes para el futuro de Madrid”. No logro ver qué puede ser más relevante para el futuro de Madrid que la discusión sobre la “naturaleza pública o privada de la operación”. Y qué decir de la edificabilidad: toda la historia de esta operación discurre sobre el asunto de la edificabilidad y su manejo por sus promotores (BBVA). Por cierto, el texto tampoco aclara cuáles son esas otras cuestiones tan relevantes, salvo que se trate del vago “cómo se debe construir”.

Ezquiaga, al fin y al cabo comentarista “de parte” (redactor del Proyecto Gallardón para Chamartín y asesor de la versión Botella) limita y por lo tanto falsea el alcance del debate. Quizás Ezquiaga no ha seguido, con el interés que requiere ser “parte interesada”, las críticas y propuestas alternativas defendidas –sin respuesta por la contraparte- por los críticos de la operación y los movimientos ciudadanos en relación con este proyecto (ver la web del Club de Debate Urbanos al respecto), que si bien encontró -razonablemente- un síntoma en el brusco giro dado por Manuela Carmena a la edificabilidad planteada en la primera propuesta del gobierno de Ahora Madrid, ha cuestionado numerosos y decisivos aspectos de la operación, como la defensa de un gran parque natural en el norte, la contestación de la hiperconcentración de terciario de oficinas (y su impacto en la distribución espacial de la actividad y el empleo en la ciudad) la escasa atención (por aquello supongo de los “partenariados público-privados”) dedicada a la vivienda pública –la gran oportunidad del área respecto a los problemas actuales de alojamiento- o la sustitución de dotaciones obligatorias de verde público por una obra absurda de ingeniería (la losa) cuyo única finalidad es precisamente ¡ay! dar “cabida” a la edificabilidad terciaria.

Y por fin este texto lleno de vaguedades presenta –de nuevo- la construcción de la ciudad como un hecho “natural”, ajeno a intereses, conflictos, apropiaciones de rentas públicas y comunes  y procesos de acumulación. Asuntos todos ellos menos vaporosos y que están en el fondo de esta batalla por la ciudad.


Francisco López Groh | Club de Debates Urbanos

Chamartín año cero