martes. 16.04.2024

CCOO, un Congreso de la clase trabajadora

Conocer y reconocer el papel de la clase trabajadora organizada en la construcción de nuestras sociedades, en la historia pasada y en la orientación del futuro, es una batalla cultural que los sindicatos hemos librado con muchos problemas, en condiciones muy difíciles, a lo largo de las últimas décadas.
Foto CCOO
Foto CCOO

"Poca gente se siente ya clase trabajadora". Es el titular que nos deja Fernando León de Aranoa en una de esas muchas entrevistas que está concediendo para hablar de su nueva película, El buen patrón. Se refiere en concreto a ese personaje, Jose, que no se siente clase trabajadora porque es un administrativo y como no se siente clase trabajadora no se organiza con otros trabajadores, sino que va a lo suyo.

Pero ocurre, cosa frecuente, que el tal Jose es despedido y cuando acampa con su cartelería frente a la empresa, se da cuenta de que está sólo, de que nadie va a cruzar la calle para ponerse a su lado, porque los otros nadies tienen miedo de formar parte de la siguiente remesa de despidos.

La conclusión del director cinematográfico y la de cualquiera que le dé una vuelta al asunto con dos dedos de frente, es que los tiempos han cambiado mucho, los tiempos y las circunstancias, el paisaje que nos rodea. El aire que respiramos es distinto, hasta el clima no es el mismo y ha tomado la vía del desastre. El ambiente político, económico y social (no sólo el planetario) va siendo irrespirable.

Cuando recuerdo las primeras películas de León de Aranoa, especialmente las que más me interesaron en aquel momento, Barrio y Los lunes al sol, podemos comprobar que la cultura de organizarse para defender colectivamente lo nuestro nos permitía perder muchas veces, ganar otras tantas, avanzar hasta en los peores momentos. Eso era sindicalismo, asociación vecinal, grupo de jóvenes.

Trabajadores de los astilleros, los de SINTEL (acampados durante meses en el Campamento de la Esperanza, en la Castellana), los de Telemadrid, de la construcción, o de Coca-Cola, las camareras de piso (a las que algunos llaman kellys), las de ayuda a domicilio, en las cuencas mineras, los riders, las reconversiones de sectores enteros como el de la automoción.

La movilización, la negociación y los acuerdos han permitido avanzar y conseguir derechos

Son sólo algunos ejemplos pasados y modernos, parte de una lista interminable, en los que la organización, la movilización, la negociación y los acuerdos han permitido avanzar, conseguir derechos, regulaciones de la contratación, mejores jornadas laborales, mejores rentas salariales.

Pertenezco a uno de esos sectores, el de la enseñanza, que, al principio de la democracia, no se sentía clase, no se sentía obrero, no entendía aquello de pertenecer a una organización llamada Comisiones Obreras (por lo de obreras, se entiende).

No fueron fáciles nuestros comienzos en aquellos espacios educativos en los que tuvimos que vencer el corporativismo, defender a los trabajadores de la enseñanza pública y a los de la privada, a los de las enseñanzas medias y a los de primaria, a los de las escuela infantiles y a los de las universidades, a los docentes y al personal no docente de administración y servicios.

No fue fácil, pero no nos dimos por vencidos de entrada y nos pegamos al terreno, centro a centro, profe a profe, llamando, visitando, reuniendo, explicando, organizando, protagonizando movilizaciones como la huelga del 88, que se adelantó en el sector de la enseñanza a la del 14-D, negociando acuerdos, hasta convertirnos en el primer sindicato de la enseñanza en España.

Y además aportamos un nuevo valor que no aparece en todos los modelos sindicales a lo largo del planeta, nuestro carácter sociopolítico. Esa capacidad de entender que la mejora de las condiciones laborales de los trabajadores de la enseñanza debe producirse con el objetivo de mejorar las condiciones de la enseñanza, su carácter público, su gratuidad, su poder para aportar igualdad a la convivencia social. Capacidad de unir el esfuerzo de toda la comunidad educativa, padres, profesores y alumnos. Madres, profesoras y alumnas.

Algo que no ha ocurrido sólo en la enseñanza. En los momentos en los que se producían más duros recortes, la defensa de la educación, expresada en fórmulas de convocatoria como la marea verde, hubiera sido imposible sin las CCOO de la Enseñanza, como la marea blanca ha contado con el impulso y presencia de las organizaciones sanitarias y territoriales de CCOO, o la marea naranja ha sido fruto del trabajo de CCOO junto a otras organizaciones del ámbito de los servicios sociales.

En aquellos momentos duros convocamos en Madrid las primeras reuniones de la Cumbre Social, una mesa, asamblea de organizaciones sociales de todo tipo, dispuestos a confluir en la defensa conjunta de los servicios, las prestaciones y  las políticas públicas. Una iniciativa que luego fue recogida en el ámbito estatal.

CCOO celebra ahora su 12 Congreso en democracia, en un momento en el que el mundo ha cambiado mucho, los tiempos son otros, pero la necesidad de unir y organizar lo diverso y plural, para defender solidariamente los derechos laborales y sociales, la necesidad de organizarse en sindicatos independientes, autónomos, libres, es más urgente que nunca. 

Conocer y reconocer el papel de la clase trabajadora organizada en la construcción de nuestras sociedades, en la historia pasada y en la orientación del futuro, es una batalla cultural que los sindicatos hemos librado con muchos problemas, en condiciones muy difíciles, a lo largo de las últimas décadas.

Librar esa batalla y ganarla es hoy esencial, no sólo para la clase trabajadora, sino para el futuro de nuestras sociedades.

CCOO, un Congreso de la clase trabajadora