jueves. 25.04.2024
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Pedro Sánchez y Pere Aragonès en La Moncloa.

Parece que, por fin, después de una década perdida se abre una oportunidad para iniciar un camino que permita salir del empantanamiento en Catalunya. Parece el momento de poner punto y final a la vía, que sabían imposible, transitada por el independentismo catalán hacia un objetivo que sus dirigentes sabían que ni económica ni política ni socialmente era transitable.

La soberbia y la lucha interna por la hegemonía dentro de los independentistas que impedían poner fin a sus sueños de una independencia imposible en el actual contexto europeo y la incapacidad o la nula voluntad por parte del Gobierno del Estado del PP para intentar encontrar soluciones políticas en la cuestión catalana en lugar de dejarlo todo en manos de una judicialización que puede sancionar pero no puede aportar soluciones a los problemas políticos. Todo ello ha conducido a un callejón sin salida, a una situación grave que ha comportado por un lado una crisis política dentro de Catalunya y entre Catalunya y el Estado y por otro lado una fractura profunda que ha dividido la propia sociedad catalana así como un desprestigio de las instituciones de autogobierno de Catalunya. La búsqueda de la independencia ha comportado una regresión en el autogobierno, la fractura social ha ido acompañada de una regresión en el papel de la economía catalana y una decadencia social y cultural.

Eso sí, el enfrentamiento ha servido durante unos años a los respectivos bandos para mantener sus parroquias electorales, al margen de los costes que haya comportado.

Las proclamas y actuaciones de los independentistas, la respuesta únicamente represiva y judicial por parte del Estado, el encarcelamiento de los dirigentes independentistas responsables de la vulneración de la legalidad, la fuga de otros dirigentes, etc.., nos habían situado durante demasiado tiempo en un callejón sin salida.

Con el paso del tiempo el “soufflé” independentista ha perdido fuerza

Con el paso de los tiempos el “soufflé” independentista ha perdido fuerza. Tanto tiempo con carencia de gobierno, sin expectativas de cambio ha modificado incluso la fisonomía de Catalunya. Las concentraciones de los independentistas tienen menos afluencia, las esteladas y lazos amarillos escasean, las disputas entre Junts y ERC han sido continuadas y la acción de gobierno inexistente, la pérdida de apoyo electoral con el aumento del abstencionismo dentro del independentismo son un síntoma claro del cansancio de parte de la ciudadanía que los apoyaba.

Los dirigentes independentistas son hoy plenamente conscientes de la imposibilidad de lograr sus objetivos, esto no comporta que lo reconozcan públicamente ante aquel sector de la población que se ha creído las propuestas imposibles que habían prometido. Este es el gran problema del independentismo, haber engañado durante demasiado tiempo a demasiada gente, y ahora esto dificulta la rectificación y precisan de excusas y tiempo para ir cambiando su discurso. Esto es todavía más difícil ante la permanente pugna por la hegemonía dentro de los partidos independentistas que tienen siempre en los labios la palabra de “traidor o botifler” para su competidor. Lo que está claro es que se ha puesto fin a una vía unilateral tantas veces planteada y nunca conseguida.

Ahora la situación ha dado un giro en profundidad. El Gobierno progresista de Pedro Sánchez intenta salir del “cul-de-sac” de la situación en Catalunya. Y por eso ha optado por la aprobación de los indultos a los dirigentes condenados por su vulneración de la ley. Los indultos son una herramienta legal. El indulto no significa en ninguna medida cuestionar la sentencia condenatoria del Tribunal Supremo sino que es una actuación de gracia en el ámbito de la política. El actual Gobierno del Estado, al contrario del anterior, hace una apuesta clara para intentar encontrar una vía de diálogo en el marco de la legalidad constitucional, esto parece bastante claro. Los problemas políticos como alguna vez ha señalado incluso el Tribunal Constitucional requieren de soluciones políticas, evidentemente dentro del respeto a la ley.

Todo el mundo es consciente, aunque a veces no lo parezca, que lo que el Gobierno se plantea no comporta ni comportará ningún cambio fuera de la Constitución porque no hay ninguna mayoría para hacerlo posible. Esto es lo que quiere enmascarar la derecha y la ultraderecha, que hacen de la confrontación y el conflicto con el Gobierno del Estado su estrategia política, lo sabe todo el mundo incluso los propios partidos independentistas. La derecha del PP y C´s, espoleadas por VOX, solo tienen una posición de oposición a cualquier cambio, no tienen ninguna oferta política para afrontar y dar salida a la situación de la sociedad catalana y del conjunto de la española. Su posición es mantener la división y el conflicto, por cierto lo mismo que defiende el independentismo más radical.

El diálogo y la negociación se dará siempre dentro del marco de la legalidad vigente, lo guste o no a los independentistas

Está suficientemente claro para quien lo quiera entender que el diálogo y la negociación se dará siempre dentro del marco de la legalidad vigente, lo guste o no a los partidos independentistas, y el Presidente del Gobierno lo ha dejado bastante definido. Y no hay alternativa al diálogo y a la negociación. Y esto también lo saben los dirigentes independentistas que saben por experiencia lo que comporta desafiar el poder del Estado de Derecho.

Es el momento de la POLITICA con mayúsculas, y el gobierno ha optado por esta opción. Y es posible que la negociación pueda comportar cambios legales siempre dentro del marco constitucional vigente. Es posible y necesario atender las necesidades económicas y sociales de Cataluña. Es posible incluso reformar el marco de relaciones entre Catalunya y el Estado, que significa el Estatut, y que estos acuerdos a que se pueda llegar, si comportan cambios estatutarios, se puedan someter al referéndum de la ciudadanía de Catalunya.

El Gobierno del Estado es consciente que estamos en un momento de cambios profundos que afectarán no sólo a Cataluña sino al conjunto del Estado. Temas como la financiación autonómica, la fiscalidad, los servicios públicos, la transición ecológica y digital, son urgencias que se tienen que resolver desde el marco de la política. Y el diálogo político y social son las herramientas que hay que utilizar.

De momento los agentes sociales están demostrando la utilidad del diálogo y la negociación. Y el futuro del país una vez superada la crisis sanitaria y con la perspectiva de una fuerte recuperación económica presenta un horizonte favorable para efectuar los cambios que el conjunto del país precisa. Ahora habrá que ver qué papel quieren jugar los diferentes actores políticos. Si la derecha, dejando al margen a la ultraderecha, se quiere desentender del futuro del país es muy posible que lo pague en un futuro próximo.

Es la hora de la política en el tema de Cataluña, ahora habrá que ver si todos los interlocutores están a la altura, el Gobierno del Estado ha hecho una fuerte apuesta en este sentido. Esperamos que esto se extienda también a otras urgencias del conjunto del Estado. Aquí y ahora todo el mundo se retratará y también se verá que las demagogias tienen límites.

Catalunya, la hora de la política