viernes. 19.04.2024
elecciones

Curiosamente casi todas las fuerzas políticas que se han presentado a las elecciones califican sus resultados como satisfactorios; solo quienes han fracasado estrepitosamente, Ciudadanos y el PP, le echan la culpa al empedrado, es decir a la abstención.

En mi opinión las cosas son mas complejas y desgraciadamente más difíciles.

Es evidente que la fortísima abstención no ha repercutido en todos por igual y que solo haya votado poco más de la mitad del censo, aunque para nada deslegitima los resultados, si nos obliga a ser cautelosos a la hora de sacar conclusiones tajantes en uno u otro sentido.

Lo que en todo caso parece cierto es que el electorado en la orbita nacionalista o independentista, aunque menos que en la anterior convocatoria electoral, sigue estando muy movilizado, lo que se ha traducido en que por fin hayan logrado su sueño de superar el 50% de los votos.

A su vez los llamados constitucionalistas, no han sido capaces de mantener el espíritu movilizador de una parte de su electorado, a pesar de lo que las encuestas y estudios de opinión venían reflejando en los últimos tiempos. Lo que se ha producido es una reubicación, en especial desde Ciudadanos al PSC y algo a VOX y desde el PP a VOX y en menor medida desde En Comu Podem al PSC.

Dialogar y negociar es algo mucho mas serio y con mas contenido que el discurso conciliador y amable de Salvador Illa. Las buenas palabras, bienvenidas sean, pero ya no son suficientes

Quedaría por saber si esa altísima abstención en que medida es achacable al miedo al Covid y en que medida a un posible hartazgo con el bloqueo político existente en Cataluña desde hace tantos años y la desconfianza en que pueda tener solución.

Estos resultados muestran, una vez más, que el nacionalismo y el independentismo no era algo mas mas o menos pasajero y lo que algunos vaticinaban que el “soufflé” iba a bajar, no es mas que un deseo piadoso de quienes siguen sin entender que el conflicto político en Cataluña tiene profundas raíces y una importante confrontación social.

Es significativo que el mayor arraigo porcentual del nacionalismo e independentismo se sitúe en las comarcas y localidades del interior, menos industrializadas, con mucho menor peso de las clases trabajadoras y mayor presencia de lo que podríamos llamar en términos clásicos la pequeña y mediana burguesía tradicional. La provincia de Barcelona, la capital y sus ciudades dormitorio han vuelto al ámbito de la izquierda.

La muy deficiente gestión de la pandemia, las profundas carencias sociales del ámbito público, las repercusiones del “proces” en la vida económica y empresarial de Cataluña, todo ello imputable a la falta de gobernación del nacionalismo en las últimas legislaturas, no parece afectar mucho a su tradicional electorado, que en buena medida sigue confiando en los efectos milagrosos que la independencia tendría para la sociedad Cataluña, para su economía y su progreso.

Esto es algo que no podemos echar en saco rato, como tampoco el hecho de que el independentismo es un fenómeno bastante transversal en términos de edad y que cada vez se encuentra más alejado en su convivencia cotidiana de los sectores no nacionalistas.

El gobierno de España tiene que mover ficha cuanto antes, para evitar que los sectores mas intransigentes y radicales del nacionalismo y el independentismo abran una senda de confrontación que después sería difícilmente reconducible

Aun desconocemos como Pere Aragonés y ERC van a traducir sus resultados en la configuración de un gobierno nacionalista, mínimamente estable y que sea capaz de llevar al Boletín Oficial y a la vida real una gestión política, lo que no será nada fácil con sus posibles aliados a la derecha, Junts per Cat y a la izquierda, la CUP. La ineficacia de la coalición electoral de la ultima legislatura, de mantenerse en la misma tónica, tendría resultados nefastos para el pueblo catalán, que desde luego no puede resolver sus problemas con el señuelo de la Amnistía y el posible referéndum. Cataluña es un país moderno, complejo, desarrollado, que no puede ser gobernado con meras consignas.

Pero si los nacionalistas lo tienen difícil, eso no puede ser motivo de alegría para los demás. Porque el conflicto político y social pervive, incluso un poco mas agravado que hace unas semanas y en la medida que la pandemia vaya perdiendo virulencia, pasaran a primer plano las demandas económicas y sociales, el crecimiento del paro, el cierre de empresas y los riesgos de exclusión social.

Un gobierno tripartito progresista, como han propuesto desde En Comu Podem, sería lo más sensato, pero las posibilidades de su creación son escasas por las tensiones internas que se producirían tanto en ERC como en el PSOE (no tanto en el PSC). Desgraciadamente ERC ha hecho gestos muy rupturistas, sin duda para la galería, pero difíciles de rebobinar al menos a corto plazo. Y en el PSOE “profundo”, hay fuertes prejuicios españolistas, que acosaran a Pedro Sánchez si intenta un gobierno tripartito.

En cualquier caso y sea cual sea la formula de gobierno que se imponga, no hay otro camino que no sea el dialogo y la negociación por ambas partes.

Pero dialogar y negociar es algo mucho mas serio y con mas contenido que el discurso conciliador y amable de Salvador Illa. Las buenas palabras, bienvenidas sean, pero ya no son suficientes. El gobierno de España tiene que diseñar una vía institucional de dialogo y unas propuestas de negociación. Y mover ficha cuanto antes, para evitar que los sectores mas intransigentes y radicales del nacionalismo y el independentismo abran una senda de confrontación que después sería difícilmente reconducible.

Cataluña, tiempo de negociación