jueves. 28.03.2024
Pablo Casado en la tribuna del Congreso.

El miércoles de la semana pasada, dentro de la sesión del control al Gobierno, el líder de la oposición Pablo Casado, haciendo gala de una ignorancia supina, se permitió asegurar que la II República fue un régimen democrático pero sin ley y que la dictadura un régimen de ley sin democracia. Dicen que este señor estudió Derecho de manera magnífica y veloz en su última fase, tras unos años de regocijo y despiste juvenil que empleó en vivir la vida al más puro estilo Díaz Ayuso. También que obtuvo un máster por el mismo procedimiento que la Virgen María consiguió quedarse preñada. No lo sé, parece que los jueces sí. En cualquier caso, la aseveración del Sr. Casado (D. Pablo) demuestra que su paso por la Facultad que fuere también fue del mismo tenor que el de la Madre de Dios para embarazarse: Sin que hubiese rotura de himen, es decir, el jefe circunstancial del Partido Popular pasó por la Facultad de Derecho igual que yo por la de Económicas, tan limpio cuando entró como cuando salió: No existe la ley en las dictaduras, no hay ley cuando nace de la arbitrariedad y la venganza, no es legítima ninguna legislación nacida de un golpe de Estado que violenta las instituciones democráticas para sustituirlas por otras personales no sometidas a ningún tipo de control, ni parlamentario ni judicial ni mediático, cuando todas las libertades y derechos reconocidos en la Declaración Universal de los Derechos humanos están prohibidos y se violan sistemáticamente, cuando se fusila, se tortura, se roba o se exilia al que piensa diferente. Por el contrario, la democracia es el único sistema capaz de generar leyes justas y modificables y fueron quienes se alzaron en armas contra la democracia republicana quienes quebrantaron las leyes para provocar uno de los periodos más trágicos de nuestra historia.

La impunidad con la que se mueven en nuestro país los panegiristas del franquismo es tal que cuando un grupo de historiadores tratan de bucear en el pasado para restituir la memoria de quienes hasta eso perdieron, surgen por bandadas quienes les acusan de estar reabriendo heridas, de estar llenos de odio, de alimentar rencores, todo ello con el propósito de que el olvido y la “versión oficial” continúen siendo la cárcel en la cual convivamos todos como hermanos sordos, mudos y ciegos. Empero, ha llegado el momento de que empecemos a llamar a las cosas por su nombre.

La II República española fue un régimen democrático que –en un contexto nacional e internacional extremadamente difícil- trató de acabar con la vieja política caciquil, iniciando para ello una serie de reformas encaminadas a la educación del pueblo para que éste fuese el dueño de su destino. Durante la II República se produjeron desórdenes públicos, no mayores a los habidos durante la monarquía de Alfonso XIII ni superiores a los de países como Francia. Hubo una serie de generales, o sea de funcionarios a sueldo de la República, que rompieron sus juramentos y la disciplina propia de la institución militar para sublevarse contra el Gobierno legítimo, provocando una de las guerras más crueles de nuestra historia. Colaborador de Hitler y Mussolini, admirador en la intimidad de Stalin, Franco, después de acabar con la democracia, llevó a cabo uno de los mayores exterminios ideológicos ocurridos en Europa Occidental. Fue Franco, qué duda cabe, el español más cruel, el más ruin, el más frío, quien más españoles ha matado a lo largo de nuestro durísimo devenir. Reivindicar su memoria, justificar su dictadura, blanquear aquel periodo funesto de nuestro pasado que sigue condicionando nuestro presente no es propio de personas que amen la libertad sino de liberticidas, pues esa fue la principal obra del general y sus compañeros de viaje.

La democracia española, por salud pública, como ocurre en los países europeos de nuestro entorno, no se puede permitir que se siga alabando al tirano, es preciso que en las escuelas se enseñe el verdadero rostro criminal del “caudillo”, que la apología del franquismo se tipifique como delito en el Código Penal. Democracia y fascismo no son compatibles pese a los intentos del Sr. Casado y una parte mayoritaria de los medios por hacernos ver que Santiago Abascal, Ayuso y él son lo más parecido que tenemos en España a Montesquieu.

Casado y la apología del franquismo