martes. 23.04.2024
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Al parecer, una partícula microscópica, un simple virus extremadamente contagioso, eso sí, ha ganado el pulso al gigante Goliat, un modelo económico neoliberal que ha fagocitado políticas públicas hasta el extremo de hacer norma la máxima “regúlese usted mismo”. Fruto de ello crecieron las empresas que han quintuplicado beneficios en la época de crisis desde el 2008, los hospitales privados que han succionado ayudas públicas para derivar pacientes a la pública o las escuelas concertadas. La UE comunica la flexibilización del déficit después de aconsejar la reducción del gasto sanitario y que la derecha apostara por la privatización sanitaria. Y ahora, como una de las siete plagas, estamos confinadas a quedarnos en casa, negando el consumo y reduciéndolo a lo estrictamente necesario; ya no es importante cuidar el físico sino la salud, debemos renunciar a nuestra faceta más social para limitarnos a desarrollar la ceñida al ámbito laboral salvo que por desgracia nos toque trabajar en sectores no esenciales, entonces el darnos de bruces con nosotros mismas y reinventarse en nuestras casas o dando paseos hasta el supermercado o la farmacia serán las únicas formas de organizar nuestro tiempo y nuestra cabeza; ¡Eso si un policía no nos para y nos devuelve a casa! Porque tendremos casa. La situación inédita trae consigo la paralización de los desahucios porque no es una estrategia esencial de la Justicia en un estado de alarma.

Y nos arriesgaremos a encontrarnos con lo que somos aunque no nos guste nada. ¿Qué hacemos teniendo tiempo para pensar, si el coronavirus no remite y nos vemos obligados a hacer frente a nuestras angustias, nuestros desengaños, si hay depresiones por medio o la ansiedad que genera n la incertidumbre y el exceso de noticias, que no información adecuada? ¿Qué ocurre con aquéllas que se ven obligadas a convivir con sus agresores, con los que solo tienen una habitación o comparten piso con extraños, sin mencionar los que son víctimas de un expediente de regulación temporal de empleo a consecuencia del coronavirus? ¿Qué pasaría si se percibe la desigualdad como una cuestión de vida o muerte, porque el que quintuplicó beneficios tiene más posibilidades de supervivencia?

Lo que está claro es que si en la crisis del 2008 se rescató a la banca en años posteriores, ahora debería tocarnos a los de abajo y a la vez fortalecer los servicios públicos

Consecuencia del capitalismo y de la globalización, en dos días este virus ha puesto patas arriba nuestras vidas y nuestro sistema económico y social. El confinamiento, además de reducir los índices de CO2 y cuestionarnos si la sostenibilidad no debería empezar por encerrarnos de vez en cuando, nos hace más iguales que nunca porque todo el mundo hemos tomado conciencia de la deshumanización de nuestra forma de vida al percatarnos que no podemos mantener los cuidados a nuestros hijos e hijas si se rompe la cadena entre nuestro trabajo y su colegio. El incivismo de muchos ha llevado a comprar productos al por mayor sin necesidad, obligando a trabajar el doble a empleados de las tiendas mientras la clientela se empujaba por un paquete de rollos de papel higiénico.

Nos desconcierta, porque nos considerábamos intocables en nuestra soberbia burguesa; la crisis sanitaria por el coronavirus trae de la mano el reconocimiento y la vergüenza por los recortes sanitarios en la pública; citaban profesionales que en la Comunidad de Madrid hay cerca de mil quinientas camas menos. En Castilla y León su presidente hacía un llamamiento a la gente que pudiera aportar mascarillas, gafas de protección u otros elementos dada la carencia de los mismos, sin mencionar que han fortalecido los hospitales privados con subvenciones de nuestros impuestos. ¡Miseria humana!

Ni sabemos cuándo recuperaremos la normalidad ni volveremos a ser las mujeres y los hombres de antes. Psicosis aparte, seremos conscientes de la fugacidad de las cosas. Quizá se aproveche el coronavirus para perpetuar las drásticas medidas autoritarias, la mal llamada flexibilidad laboral o poner los cuidados en el centro. Lo que está claro es que si en la crisis del 2008 se rescató a la banca en años posteriores, ahora debería tocarnos a los de abajo y a la vez fortalecer los servicios públicos. Porque la globalización y sus consecuencias no van a dejar de existir y las personas esperemos que tampoco.

Cambio radical