miércoles. 24.04.2024

De tarde en tarde nos encontramos con noticias de Iván Redondo en los medios de comunicación. O, mejor dicho, con noticias del cese de Iván Redondo como jefe de gabinete del Presidente del Gobierno. Porque, esas noticias, no se refieren a nuevas actividades del spin doctor, si no al modo en que se produjo aquel cese. De hecho, después de alguna famosa entrevista y de la aparición del asunto en algún reciente libro, el tema va camino de superar al crimen de Cuenca en las páginas de la historia.

Según vamos conociendo, todo empezó porque no se le consultó sobre el voto de censura de Murcia, algo que se convirtió en un error político del que, por supuesto, se desentiende Redondo. Creo que está también a punto de hacerse público que los primeros momentos titubeantes en la respuesta al COVID19 tuvieron también su origen en no contar con las instrucciones que el supremo asesor tenía preparadas. Incluso, no me extrañaría que, ahora mismo esté explicando el último tropiezo de su equipo, la Real Sociedad, por no haberle hecho caso en la táctica de su reciente partido ante el Real Madrid.

Y que nadie piense en que Redondo, un genio del relato, esté tratando de arrimar el agua a su molino. No, estamos hablando de algo que, por su complejidad, no está al alcance de todos y solo puede ser explicado por los mas cercanos al asunto. Iván Redondo, el hombre “que llevó a Sánchez a la Moncloa”, el factótum del palacio presidencial, el “ministro 23”, el “enlace” con la Zarzuela, el factótum de la campaña de Salvador Illa en Cataluña, el alma del gobierno, dejó de serlo.

El país no ha comprendido, todavía, la importancia que, para el devenir de la historia de España, puede haber tenido ese cese. Ni la pandemia, ni el volcán, ni las estrafalarias condiciones que le ponen continuamente sus apoyos parlamentarios. Ni siquiera su extraordinaria relación con su socio de gobierno. El gran problema de Pedro Sánchez ha sido su orfandad después de que le abandonase Iván Redondo. Tan es así que su marcha del Palacio de la Moncloa parece que llegó a ser calificada como un "error 404", algo que en el mundo informático significa un error del sistema. Ahí es nada, un error sistémico. Para habernos matado.

Lo que me extraña es que Sánchez, y sus más cercanos colaboradores no hayan trasladado sus despachos al bunker de la Moncloa para esperar el fin del mundo, al menos de su mundo, que se les debe antojar cercano.

Porque, un error de sistema es algo muy importante que puede obligar a resetear el sistema y a hacer cambios en el programa. En términos políticos, ese programa se llama Constitución Española y debería adaptarse a la falta de Iván Redondo en nuestro sistema. Creo que urge una modificación, exprés por supuesto, de algún artículo o, incluso, la incorporación de uno nuevo que palíe la fatal contingencia.

Hoy, aniversario de la Constitución es el momento de plantear esta necesidad y espero que la concentración de autoridades en sede parlamentaria sirva, al menos, para encarar su solución.

Un cambio constitucional necesario y urgente