jueves. 25.04.2024

El día 7 de este mes de julio el Consejo de Gobierno del BCE le ha dado una vuelta de tuerca –o al menos media vuelta- para ir cambiando el nefasto objetivo único que era la inflación. La sombra alemana y el síndrome de Weimar es alargada, pero se va achicando.

En esta fecha el BCE determina que el objetivo de inflación del 2% es un objetivo a largo plazo y con margen tanto por abajo ¡como por arriba! Ya no es un techo -tampoco era un suelo- sino un horizonte a contemplar y hacerlo con previsión y tiempo. Con ello estamos cada vez más cerca con la Reserva Federal USA, que contempla como objetivo el empleo y todo lo demás es instrumental.

Con ello la Sra. Lagarde y todos los miembro del Consejo –donde están lo gobernadores y presidentes de los bancos centrales de los Estados miembros- vienen a reconocer por enésima vez los errores y horrores de política monetaria –también fiscal y de gasto por su escasez, pero eso no es de su incumbencia- que cometieron con la recesión abierta en el 2008 y siguientes años, que llevaron a la ruina a Grecia y estuvieron a punto de hacerlo con Portugal, Italia y España.

Y de paso veremos si el BCE completa la vuelta de tuerca y fija el empleo como objetivo casi único de su política monetaria, aunque siempre tenga que mirar de soslayo la inflación

Aquí, en nuestra tierra patria, ya se encargó el PP de destrozar la economía con las políticas de austeridad a partir del año 2011 y la reforma laboral del 2012. Hay que recordar que el peor año de la crisis fue el 2013 y que se tardó un lustro casi en recuperarnos. Por cierto, que el PP quiere volver a las andadas al fichar al economista Daniel Lacalle, uno de tantos partidarios de acabar sin complejos con el Estado de Bienestar.

Pero volviendo a lo acordado por el BCE el día 7 surgen varios temas. El primero es si alguna vez el banco que rige nuestros destinos en la UE va a dar el paso definitivo de fijar el empleo y su calidad como objetivo, porque ya no es suficiente con lo acordado dado el retraso con respecto, por ejemplo, a la Reserva Federal. Otra cuestión que queda en el aire es si va a permanecer la retribución negativa –aunque sea cercana a cero- de los depósitos en el BCE de los bancos. El tema es muy importante para dinamizar la política monetaria y evitar la conocida trampa de la liquidez propiciada, no por los consumidores de dinero –a lo que se refería Keynes-, sino por la banca privada al preferir pagar intereses a colocar sus pasivos entre empresas y particulares. En estos instantes no parece un problema, pero puede llegar a serlo cuando se agoten los proyectos de inversión surgidos por la pandemia. Otra cuestión que intriga a los que nos importan estos temas es sobre el papel del Sr. de Guindos en el BCE: ¿es el ex-ministro de Economía un halcón o una paloma? Porque por lo que dice en España sobre asuntos españoles más parece un halcón. En todo caso y dado que es un analfabeto en temas de macroeconomía más le vale a la Sra. Lagarde y demás miembros del BCE no hacerlo mucho caso.

Otro tema que merece un capítulo aparte es el de si la retribución negativa del BCE puede afectar a la asignación eficiente de los recursos, en este caso, financieros. El Sr. Hernández de Cos –a los jerifaltes económicos del PP parece que les gusta ponerse el “de” delante de su apellido- ha escrito un artículo en El País donde saca a colación este tema, dando por hecho que podría a llegar a ser un problema aunque no le parezca probable dada la inflación actual. No es la primera vez que toca el tema que, al menos, es de su incumbencia por una vez. La cuestión surge porque en una situación hipotética de bajos tipos de interés y, simultáneamente, con escasez de créditos de los bancos privados, el BCE no tendría margen para bajar los tipos de interés mediante políticas monetarias expansivas. Estaríamos una vez más en una de las variantes de la trampa de liquidez. Todo es cierto, pero lo falso de los temores del Sr. de Cos es que los tipos de interés negativos del BCE –cobra por los depósitos de los bancos privados en sus arcas en lugar de pagar- pueda dar lugar a asignaciones ineficientes de los recursos en sentido de Pareto.

La razón de que es infundada tal preocupación es que los bancos evalúan –así deben hacerlo- sus pasivos para colocarlos entre empresas y particulares y el pago de estos intereses puede ser considerado como un coste más de captación de los recursos y no como unos menores ingresos. En cambio el Sr. de Cos sí debiera contemplar como problema que la sucesiva oligopolización del sector financiero español sí puede elevar, sobre todo, las comisiones que cobran estas entidades –bancos principalmente- a sus clientes. La reciente fusión o absorción de Bankia y CaixaBank es un salto en ese objetivo, aunque haya servido para sacar a Bankia de su crisis de momento.

Esperemos que el BCE mantenga los nervios en el próximo futuro porque tarde o temprano se va a producir un estirón de la demanda en la UE –también en el planeta- como consecuencia de los mayores deseos de consumo tras casi año y medio  de restricciones al mismo como efecto indirecto y no deseado de la pandemia, y ello puede llevar a aumentos coyunturales de los precios antes de que se ponga en marcha la capacidad productiva de las empresas. Quizá pensando en esta perspectiva y posibilidad se entiende el acuerdo del BCE del 7 de julio y esperemos que en ese organismo sean mayoría las palomas que los halcones, también en el próximo futuro.

Y de paso veremos si el BCE completa la vuelta de tuerca y fija el empleo como objetivo casi único de su política monetaria, aunque siempre tenga que mirar de soslayo la inflación.

Hacia el final de la inflación como objetivo único