viernes. 19.04.2024

En las elecciones generales de 2015 una nueva alternativa política, Podemos y sus confluencias –en la actualidad, Unidas Podemos– lograba zarandear con 69 escaños el sistema bipartidista derivado del régimen de 1978. Casi un lustro después, en diciembre de 2019, tras más de una quincena de falsas acusaciones procedentes de las cloacas patrias, y un coste difícilmente imaginable en lo personal para sus más connotados protagonistas, Unidas Podemos lograba consumar con el PSOE el compromiso para elevar en dos puntos, dos, el IRPF sobre aquellos contribuyentes con rentas superiores a 130.000 euros al año (hablamos de un 0,5% del total) y cuatro puntos para aquellas rentas de capital superiores a 140.000 euros.

¿Es posible que la percepción pública de un partido keynesiano, netamente social-demócrata, nada radical, pueda distorsionarse al punto de convertirse en un atajo de malignos bolcheviques dispuestos a implantar una dictatorial revolución?

De igual modo, en fin, lograba el acuerdo para convenir una tributación mínima del 15% en el Impuesto de Sociedades para las grandes corporaciones, ampliable hasta el 18% para las entidades financieras y empresas de hidrocarburos. Un salario mínimo elevado a 950 euros, los esfuerzos por revertir la reforma laboral, una nueva ley de la vivienda capaz de ceñir mínimamente los intereses de los grandes fondos de inversión, y una Ley de Igualdad en favor de los colectivos más desamparados y hasta escarnecidos, completan, así a bote pronto, la podemita revolución.

Podría entenderse –es puro materialismo histórico–, que entre aquel 0,5% de españoles más ricos, los hubiera, faltaría más, que no vieran en Unidas Podemos su más predilecta opción. Más alucinante resulta que buena parte del otro 99,5% considere “comunista” la línea política de este partido. Tal es la opinión cuando hasta el FMI y la OCDE, incluso Joe Biden, vienen de apelar a una gran reforma fiscal donde sean los más ricos y las grandes empresas quienes más contribuyan en estos tiempos críticos.

¿Es posible que la percepción pública de un partido keynesiano, netamente social-demócrata, nada radical, pueda distorsionarse al punto de convertirse en un atajo de malignos bolcheviques dispuestos a implantar una dictatorial revolución?

Si la equiparación ad nauseam antes sonrojaba, ahora no puede resultar más inquietante. Antes que Morfeo en Matrix, ya nos lo anticipaba Platón: cuando el filósofo vuelve a la caverna a advertir a sus encadenados compañeros de su falsa percepción de la realidad, las víctimas, incapaces de asimilarlo, acaban con su salvador. “En la muerte del filósofo por sus compañeros de la caverna –apunta Julián Marías– late el recuerdo de Sócrates”. En efecto, leemos en la platónica Apología que Sócrates comete delito enseñando a pensar a los más jóvenes y corrompiéndolos al punto de lograr emanciparlos de la hegemonía cultural dominante.

Bastaría con preguntar por alguna medida comunista durante el último lustro para ver enmudecer a los mendaces, sin embargo nada importa. La inclusión de PSOE y Más Madrid en la conjunción ya busca alertar sin ambages respecto al amenazador Social-comunismo que se cierne.

Decía Azaña en El Problema Español que si bien la enseñanza es el único medio para que un pueblo adquiera conciencia de sus necesidades, en España pareciera que no se trata de educar a las nuevas generaciones, sino de estafarlas con el fin de inutilizarlas una y otra vez. España está en peligro, es cierto. Lo está cuando se privatiza su Sanidad y su educación, cuando se precariza a sus trabajadores, se expulsa a su más talentosa juventud, se entregan sus viviendas a fondos buitre o se apela, en fin, a que ese 0.5% de privilegiados pueda burlar la progresiva fiscalidad que defiende nuestro pacto convivencial, la Constitución española.

Tiempo hace que los nuevos catastrofistas no se esconden; van con todo, sienten bien el calculado aliento del poder en los brazos económicos y mediáticos. Sabido es que el autoritarismo no es sino la última opción de los grupos sociales que controlan el Estado cuando ven que el poder se les puede escapar de las manos.

De autoritarios y demócratas