viernes. 29.03.2024
capitalismo

En un reciente artículo, el sociólogo norteamericano James Petras criticaba duramente a los izquierdistas norteamericanos empecinados desde hace décadas en la proximidad de una hecatombe del capitalismo. Los argumentos empleados por estos profesores universitarios para tan fantástica predicción se basaban en el enorme déficit del principal Estado capitalista del mundo, en la inminente crisis energética y en la deriva general hacia la economía especulativa.

Desde que Marx y Engels anunciaron que el capitalismo sería sustituido por el modo de producción socialista, muchas han sido las crisis por que ha atravesado aquel sistema, muchos los intentos –todos fracasados- encaminados a construir un sistema alternativo: De todas y de todos, el capitalismo ha salido fortalecido. Sólo el modelo socialdemócrata que se instaló en Europa entre 1945 y 1979 –y que hoy ha sido destruido o lo está siendo en muchos países desarrollados en aras de la maximización del beneficio: las personas no importan, mucho menos su calidad de vida- creó un modelo mixto que con el tiempo podría haber significado un paso adelante en el progreso de la humanidad.

En 1973, los Estados europeos occidentales habían alcanzado un grado de desarrollo económico, social y educativo que hacía pensar en la posibilidad de un capitalismo con rostro humano, es decir que la acción del Estado presionado por ciudadanos conscientes y organizados fuese capaz de corregir los abusos y desigualdades provocados por quienes buscaban desaforadamente su beneficio particular. La crisis del petróleo de ese mismo año supuso un serio aviso a las economías occidentales: el sistema no era tan perfecto como se creía y su fragilidad bastante evidente, pero no sólo por la subida de los carburantes sino porque desde entonces los dueños de dinero se dieron cuenta de que no tenían a nadie enfrente, que todas las “graciosas” concesiones que durante el siglo XX habían venido haciendo por la fuerza a los trabajadores carecían de sentido al haber desaparecido la movilización social. Ese fue el gran hallazgo que permitiría al capitalismo dar sucesivas vueltas de tuerca con el fin de volver a periodos anteriores al Estado socialdemócrata. El derrumbe del capitalismo de Estado soviético, la entrada en crisis de la segunda potencia mundial y el aburguesamiento de los ciudadanos de los países más avanzados dejarían el campo libre a quienes nunca gustó que nadie regulara las condiciones de trabajo o limitara su insaciable voracidad acaparadora.

No, el capitalismo no está de capa caída, está en su momento cumbre, no hay nadie enfrente ni se divisa esa posibilidad en el horizonte

Hoy, cuando los intelectuales izquierdistas norteamericanos, desde su atalaya incontaminada, siguen hablando del fin del capitalismo, éste goza de más salud que nunca, pues desde 1973 las sucesivas crisis económicas han sido tratadas con una fórmula magistral cada vez más agresiva que tiene como ingredientes la desregularización del mercado laboral, la libertad de movimiento de capitales –esa es la verdadera globalización-, el desmantelamiento de los sistemas de protección social, el empleo precario, el alargamiento de la jornada de trabajo, la disminución del tiempo de vacaciones, los impuestos indirectos o la deslocalización, llegando en este último punto al descaro de trasladar a otros países donde los costes son menores empresas que han tenido magníficos beneficios.

La apuesta de los teóricos y prácticos del capitalismo salvaje es clara y decidida, incluyendo, como hemos visto y vemos en la ruta del petróleo, la guerra y las matanzas indiscriminadas de personas, la subversión del derecho internacional y de los preceptos democráticos más sagrados. Se trata de que ninguna ley impida a quienes ya lo tienen todo tener más aún; se trata de que las grandes corporaciones se fusionen hasta llegar a un extremo en que un sólo operador energético o telefónico, son ejemplos, suministren a toda la humanidad y dicten los precios a golpe de cañón. No, amigos americanos, el capitalismo no está de capa caída, está en su momento cumbre, no hay nadie enfrente ni se divisa esa posibilidad en el horizonte. ¿Puede representar Biden el final del neoliberalismo y el comienzo de un periodo más justo, racional y respetuoso con el medio? De momento hay señales positivas, veremos hasta donde llegan.

Apogeo del capitalismo