martes. 16.04.2024

El día 5 de febrero desayunábamos aquellos que tenemos la costumbre inveterada –que diría el maestro Ortega- de leer desayunando con un artículo firmado por el economista crítico y denunciador de la desigualdad Thomas Piketty y Steve Keen, y -actuando creo más de teloneros para España- por el economista de Podemos Nacho Álvarez, la presidenta del PSOE Cristina Carbona y otros muchos economistas que no figuran aunque sea solo por razones de espacio pero que no sabemos quienes son. Hay que decir que el economista de mayor nivel por su crítica sobre la teoría económica convencional es Steve Keen, y que los economistas críticos con la teoría convencional –la microeconomía, por ser la materia que suele dotar de fundamentos básicos al análisis desde al menos Alfred Marshall- hemos disfrutado con su lectura. Y más aún los que hemos publicado trabajos y desarrollos alternativos a la teoría convencional neoclásica –marginalista para ser más precisos- basados en la obra de Sraffa. El propio Steve Keen menciona el trabajo pionero del gran economista italiano The law of return under competitive conditions de 1926 que, junto con otro de 1925, deberían haber revolucionado o cambiado al menos la bases de los fundamentos del análisis económico, rematado por el libro más importante de análisis económico jamás publicado que es Producción de mercancía por medio de mercancías, libro y autor relegados, ocultados por los ideólogos del neoliberalismo y de otras corrientes incluso progresistas o marxistas.

Digo lo anterior porque parece extraño que un economista como Steve Keen, que publicó en 2011 el libro Debunking Economics y que se tradujo en el 2015 por La economía desenmascarada, haya firmado el artículo mencionado. El artículo comienza en realidad cuando se afirma que “Los ciudadanos están descubriendo, algunos de ellos con consternación, que casi el 25% de la deuda pública europea está en manos del BCE”. Resulta asombroso que estos economistas puedan recoger –suponiendo que sea verdad- que haya europeos que están consternados porque parte de la deuda de los países que forman la UE esté en manos de su banco central, responsable de la política monetaria, prestamista de última estancia a los bancos privados y responsable de los tipos de cambio y de los tipos de interés. Matizar que aún no existe “deuda pública europea” sino deuda de los diferentes estados, que es muy diferente porque altera al prestatario y responsabilidad de la deuda emitida: son cada uno de los países los responsables de la deuda y no la UE. Supongamos que es un error de redacción o de traducción. En cuanto a la supuesta consternación solo puede darse entre aquellos que siguen pensando, imbuidos por el síndrome de Weimar, de que el BCE no debiera comprar en los mercados financieros deuda pública y solo seguir siendo como hasta no hace mucho banco de bancos. Más extraño aún resulta que eso lo pueda firmar el representante de Podemos.

Pero yendo al fondo de la cuestión, lo que se propone es que el BCE renuncie como tenedor de los títulos de la deuda a su derecho de cobro y anule ese activo, lo cual pondría en peligro la solvencia del banco. El BCE es un banco como otro que tiene varias competencias que no tiene los bancos privados: tiene, afortunadamente, el monopolio de la emisión de dinero –a través de los Tesoros de los bancos centrales de los estados miembros-, es prestamista para esos bancos y, junto con las operaciones de mercado abierto, regula la oferta monetaria y su consecuencia que son los tipos de interés. Y, además, como queda dicho en los últimos tiempos, se ha convertido en financiador de los estados miembros mediante la adquisición de deuda.

Pero, a pesar de estas prerrogativas o con más razón, a consecuencia de ellas, no deja de ser un banco que debe mantener su solvencia y su existencia, sus activos y sus pasivos, y su propio equilibrio como cualquier banco.

Si se pide al BCE que cancele parte de su activo: ¿contra qué lo cancela? ¿Cómo compensa la pérdida? El artículo no lo menciona en el momento de la propuesta, pero algunos párrafos más tarde aparece la respuesta, el bálsamo de Fierabrás que todo lo cura: “un banco central puede operar con capital propio negativo sin dificultad”.

Toda la cuestión reside en no tomar el toro por los cuernos ante el problema capital de la UE y es que tiene un presupuesto ridículo, un presupuesto que es inferior al presupuesto, por ejemplo, del estado español

Estamos acostumbrados a oír disparates neoliberales durante tanto tiempo que en un primer momento puede pasar desapercibido semejante estulticia, pero no a poco que se reflexione: no existe ni puede existir “un capital propio negativo”. El capital de cualquier empresa o banco son los recursos propios, los que no puede ser reclamados salvo por quiebra de la propia entidad. El capital propio puede ser bajo, puede ser minúsculo en relación a sus pasivos como pasa con las entidades financieras, pero nunca puede ser negativo. Lo que sí puede ocurrir es los pasivos superen a los activos. Por el bien del prestigio de Keen y Piketty es de esperar que todo sea otra vez un error de traducción.

Pero sigamos con el fondo de la cuestión que es, en la práctica, una propuesta de condonación de la deuda, una quita de la misma, pero que los autores tratan de minimizar su efecto sobre los mercados de emisión y compra-venta de deuda bajo el paraguas de que no hay pérdida de solvencia de los Estados puesto que no son estos sino el BCE quien les condona la deuda. El primer problema es que sí puede tener efectos sobre los mercados, sobre la solvencia del propio BCE y, también, sobre la solvencia de la propia UE, porque esta tendrá que atender presupuestariamente a su banco central si se viera en dificultades, cosa que puede ocurrir al renunciar a parte de sus activos. El segundo problema es que puede afectar muy desigualmente a los estados miembros de la UE en función de la cantidad de deuda en manos del BCE, y aquí la cantidad sí que importa, porque a mayor condonación de deuda en términos relativos, mayores problemas pueden tener los estados en el precio de próximas emisiones de deuda. Y es una incógnita de cómo vayan a reaccionar los mercados y las agencias de calificación –que aún existen, no han desaparecido- si unos y otras llegaran a la conclusión de que algunos países –por ejemplo, Grecia, Italia, España, Portugal- pueden emitir deuda futura bajo la condición de que, tarde o temprano, pueda y ¡deba! ser perdonada por el BCE para mantener el riesgo-país en condiciones aceptables. Dicho de otra forma, lo que parece una propuesta favorable a los países que más se beneficiarán con las ayudas a fondo perdido aprobadas en Bruselas los mercados pueden darle la vuelta en menos que canta un gallo. Y no quiero dar ideas, pero, por ejemplo, podrían algunos fondos y bancos que operan en los mercados de opciones y futuros con operaciones short selling, es decir, vendiendo a plazo deuda que no tienen –o que lo son de sus clientes- para el mercado de contado a su vencimiento, ganando pingües beneficios si logran trasladar la idea de que la solvencia de los países emisores está en cuestión o menoscabada y eso obliga a emitir la deuda a mayor tipo de interés, es decir, a menos valor que su valor nominal.

Toda la cuestión reside en no tomar el toro por los cuernos ante el problema capital de la UE y es que tiene un presupuesto ridículo, un presupuesto que es inferior al presupuesto, por ejemplo, del estado español.

La UE debe enfrentarse a sus carencias y retrasos: reforma de los sistemas tributarios bajo los auspicios de la propia UE bajo unas directivas que, aunque generales y a falta de concretar de los países miembros, marque las líneas generales de la fiscalidad, sistema tributario propio como organismo, desarrollo de los marcos laborales con derechos para los trabajadores de sus estados, mínimos de rentas, salarios, derechos laborales, etc. Es decir, que la UE se convierta en el poder federal de una Unión de Estados Europeos al modo de USA –pero sin sus defectos- y no una unión de mercaderes que es lo que es actualmente.

El artículo y la propuesta hecha no deja de ser una ocurrencia más que creo que no satisface ni a los autoproclamdos países frugales que tanto se opusieron a las ayudas a fondo perdido, ni tampoco a los supuestos beneficiarios si los mercados reaccionan contra estos últimos encareciendo los tipos –y bajando por tanto el valor de su emisión- en la emisión de deuda y presionando al alza las primas de riesgo de lo ya emitido. Lo mejor es abordar el pago de la deuda con naturalidad, sabiendo que se ha hecho en momento de crisis porque era el último recurso, que ha permitido con ello sostener la demanda y financiar parcialmente a los ciudadanos y a las empresas en una coyuntura especial, aunque luego sean los propios ideólogos neoliberales los que clamen al cielo de forma hipócrita y farisaica por el déficit y la deuda. Lo importante es que siempre se pueda pagar los intereses de la deuda y, cuando lleguen las vacas gordas, pueda hacerse una amortización neta de la misma. También que el BCE siga, con su solvencia intacta, manteniendo la política monetaria expansiva mientras no vengan tensiones inflacionistas.

Anular la deuda pública en manos del BCE. Una ocurrencia en tiempos de cólera