jueves. 25.04.2024
casado feijoo
Alberto Núñez Feijoó y Pablo Casado en Pontevedra.

Después de acusar injustamente al gobierno de llegar tarde y mal a la evacuación en Afganistán, en el momento en que la realidad ha demostrado la agilidad y eficacia de la respuesta con el aval de la presencia de las autoridades europeas y la coordinación con la Administración Biden, ahora el PP reitera su critica al gobierno, esta vez por celebrar como un éxito la misión cumplida de la salida con bien de las fuerzas de seguridad, los funcionarios y los colaboradores afganos en el contexto de una situación caótica en el aeropuerto de Kabul. Para la derecha, un éxito exclusivo de la autoorganización de los militares, la policía y los profesionales del servicio exterior, pero en ningún caso un mérito del gobierno, al que se reprocha su excesivo triunfalismo como una falta de ética incompatible con el desastre del fin de la ocupación. El acierto de la evacuación de Afganistán sería cosa de los militares y los profesionales, al parecer por generación espontánea. En resumen, el viejo 'piove, porco governo'. Al gobierno ni agua, como parte del populismo del adversario como enemigo, lo simple ante lo complejo, el todo vale contra la política y en particular contra su personalización. El racismo y la islamofobia, como el machismo, el racismo y la homofobia descarados quedan como reducto de la ultraderecha.

En conclusión, que la oposición comienza el nuevo curso en su feudo de Galicia igual que terminó el anterior: considerando ya amortizado al gobierno socialcomunista y en consecuencia anunciando la buena nueva del advenimiento inminente de la llegada de las derechas al gobierno incluida la ultraderecha. Hace tiempo que ante cualquier problema como la quinta ola de la pandemia, el contencioso con Marruecos, la inmigración, el incremento del precio de la electricidad o la contaminación del Mar Menor e incluso en problemas considerados de Estado como la política exterior en el reciente conflicto de Marruecos o en la retirada de Afganistán, la conclusión obsesiva de la dirección del PP es la exigencia inmediata al presidente del gobierno de la disolución del Parlamento y la convocatoria de elecciones anticipadas.

Sin embargo, el problema es que, si bien es cierto que el agotamiento pandémico ha provocado un vuelco en las expectativas electorales desde las elecciones madrileñas del mes de Mayo en favor de las derechas, entre las actuales encuestas electorales y las próximas elecciones generales queda prácticamente la mitad de la legislatura, cosa que en términos políticos y en un contexto excepcional de aceleración histórica e incertidumbre, como es el de la actual pandemia, es un plazo demasiado largo como para ignorarlo, con el peligro que supone, en especial en política, confundir los legítimos deseos de las derechas de acceder al gobierno con la realidad de la oposición. Porque ninguna ficción o alucinación constituye una base firme sobre la que construir una alternativa. Se trata por el contrario de detectar y explotar los errores del gobierno, pero sobre todo de presentar alternativas sólidas y de una gestión más creíble.

La alucinación electoral en que vive la derecha se traduce en la impugnación de todas y cada una de las medidas del gobierno y el rechazo a cualquier pacto de Estado

La alucinación electoral en que vive la derecha se traduce en la impugnación de todas y cada una de las medidas del gobierno y el rechazo a cualquier pacto de Estado, en particular los que tienen que ver con la renovación de instituciones esenciales como el CGPJ, el Tribunal Constitucional, el de Cuentas o el Defensor del Pueblo, al requerir el reconocimiento previo de un gobierno al que primero se trató de ilegítimo por su origen y composición, y al que ahora se considera además amortizado, junto a la vinculación de la renovación de las instituciones prevista en la Constitución y la solución de cualquiera de los problemas a la ficción del advenimiento inmediato de un todavía inexistente gobierno de las derechas, poco menos que ineludible. No es casual que en esta apertura de curso el presidente Feijoo haya hablado de un gobierno en que una minoría se impone a a mayoría.

En este mismo sentido, ni siquiera la expectativa del próximo final de la pandemia, gracias al éxito compartido de la vacunación y la responsabilidad ciudadana con las medidas de protección, ha sido motivo suficiente para que después de año y medio de su aparición el diálogo y la cooperación hayan encontrado un mínimo espacio en el clima de deslegitimación y confrontación total agitados por la derecha en contra el gobierno, ya sea desde la oposición como desde las administraciones autonómicas y municipales bajo su control. Lo malo siempre proviene del gobierno y lo bueno, como la vacunación o la recuperación económica, es obra de las CCAA y de Europa. Y es que ni siquiera los éxitos se comparten.

Tampoco los primeros datos de recuperación económica y de empleo, junto a la aprobación de las primeras partidas del fondo de reconstrucción europeo, a pesar del compromiso de una distribución compartida entre otras con las comunidades autónomas gobernadas por la derecha, ha facilitado cambio alguno en la actitud beligerante del partido popular, con el argumento obsesivo y falaz de la incapacidad casi genética de la izquierda para la gestión de la economía y como consecuencia que los fondos europeos serán fuente de despilfarro y corrupción en el gobierno de coalición de las izquierdas, que por tanto solo tendrían una gestión creíble por parte de las derechas o como mucho en el marco de una agencia independiente, cuestionando con ello la legitimidad de la gestión democrática e ignorando los estrictos controles nacionales existentes, y también los europeos puestos en marcha ex profeso para los fondos de recuperación 'New Generation'.

Además, desde la derecha arrecia la personalización populista de las descalificaciones y los insultos contra el presidente del gobierno del que se afirma que no dice nunca la verdad, que sustituye por el marketing, un presidente del que dicen que no se fía de nadie, ni siquiera de sus ministros, y que por eso ha procedido a su sustitución recientemente. Lo contradictorio es que precisamente sea la oposición la que ha pedido ya la dimisión de la práctica totalidad de los miembros del consejo de ministros.

Pero, sobre todo, es la negación de la realidad de la existencia un gobierno de coalición progresista, hoy por hoy ejerciente, la que le impide a la derecha el asumir el compromiso de responder a cada problema con sus alternativas y con su voluntad o rechazo del diálogo, la negociación y en su caso de los posibles acuerdos. Actuar como oposición democrática y no instalarse en la impugnación populista.

Todo ello en a una oposición, la suya, que se autodefine como de mano tendida tanto en los pactos de Estado como en la gestión independiente de los fondos europeos y la renovación de un CGPJ, aunque ésta no se haya visto en sus actitudes ni en sus resultados en absoluto. Como alternativa la derecha del PP, en palabras de su presidente Casado en Pontevedra, se propone dar la vuelta a España como un calcetín. Todo, como si en dos años de pandemia el nuevo gobierno hubiera podido cambiar España y como si cualquier gobierno de izquierdas o de derechas no tuviese que atenerse a los límites del marco europeo y el modelo autonómico para gobernar. Más populismo. Con propuestas simples a problemas complejos como una reforma fiscal para reducir impuestos y la rebaja del precio de la luz quitando todos los peajes, sin para ello compensar los ingresos con impuestos. Aunque eso sí, garantizan que lo harán asesorados por grupos de expertos, al margen del Pacto de Toledo y de las comisiones concretas puestas en marcha sobre los impuestos y el salario mínimo. La propaganda tecnocrática. Vuelven también con las viejas obsesiones identitarias del terrorismo sin terrorismo y del peligro de la fractura de España ante la próxima apertura del diálogo institucional con el gobierno de Cataluña.

En definitiva, una mano tendida hoy por hoy inédita y un supuesto reformismo que no casan con la realidad cotidiana de la patrimonialización del patriotismo y de una peculiar apropiación conservadora del sentido de Estado, que hasta ahora en la oposición es solo bronca antisistema.


Comienzo del curso social al final de la pandemia


La anticipación del gobierno en la oposición conservadora