martes. 23.04.2024

Se diría que las reivindicaciones propias del feminismo casan mal con la doctrina neoliberal. No deja de tener su lógica. Una mentalidad que proclama la competitividad a ultranza sin miramientos para con los menos afortunados difícilmente puede hacer suyos los problemas asumidos por el movimiento feminista. A una ultra neoliberal como Ayuso no le preocupan en absoluto las desigualdades, porque forman parte del núcleo de su cosmovisión maniquea. En su horizonte sólo cabe lo que Feijóo ha denominado como “gente de bien”. Este colectivo es incapaz de ver pobres a su alrededor, al no considerar seres humanos a los menesterosos.

El mundo se divide para ellos en dos mitades. Los que se hallan en el buen lado de la historia con ilustres predecesores muy temibles y aquellos otros que se quejan de todo por sus oscuras motivaciones políticas. Aquí encontramos a esos profesionales de la sanidad madrileña que denuncian cómo se degradan sus condiciones laborales en detrimento del paciente. No hace tanto se les aplaudía por su heroicidad en medio de la pandemia y hoy se les denigra como unos perezosos que sólo quieren derribar al gobierno de Ayuso.

A una ultra neoliberal como Ayuso no le preocupan en absoluto las desigualdades, porque forman parte del núcleo de su cosmovisión maniquea

Leer en esa clave las manifestaciones ciudadanas que reclaman otra gestión de la sanidad pública denota una megalomanía narcisista incompatible con el compromiso político y el ejercicio de responsabilidades políticas. Ayuso se permite mostrar una recalcitrante frivolidad con las cuestiones más graves. Asegura no estar para bromas a sus propios correligionarios, pero no deja de cultivar la chanza para descalificarlo todo. Sus payasadas van superándose a sí mismas y causa una enorme perplejidad que alguien se las pueda tomar en serio.

Un perfil así no puede celebrar fechas como el 8M o el primero de mayo. Los trabajadores que recuerdan sus conquistas laborales o las mujeres que luchan por sus derechos no tienen cabida en el imaginario de Ayuso, poblado por toda suerte de comisionistas a los que sólo les mueve su propio interés perseguido sin escrúpulos ni miramiento alguno. En esa política de trazo grueso no hay lugar para la empatía y los principios que favorecen una mínima cohesión social. El misterio es que su discurso logre convencer a quienes más perjudica, lo que le permite cosechar sucesivos éxitos electorales denigrando al adversario político.

Desde luego la política de Ayuso no es feminista, tal como no es humanista o socialista. Pero tampoco es liberal. Este noble ideario nada tiene que ver con el ultra neoliberalismo del cual hace gala ese insulso simulacro político desplegado por la muy española presidenta madrileña. Para este nuevo supremacismo sólo hay dos colectivos: la gente de bien y quienes le llevan la contraria, es decir, una chusma totalmente despreciable integrada por socialistas y feministas de la peor calaña, junto al personal sanitario y los docentes maltratados por una privatización encubierta de la esfera pública, los indigentes y otras gentes de la misma tales.

El anti feminismo de Ayuso