jueves. 25.04.2024
sanchez congreso
Pedro Sánchez en el Congreso de los Diputados.

Creo que nadie podrá cuestionar que desde nuestra Guerra Civil -yo prefiero mejor Guerra de España, como expuse en un artículo anterior en este medio- la sociedad española no ha pasado por una situación tan dramática, que haya alterado de una manera tan radical la vida del conjunto de los españoles, como la del confinamiento masivo generado por el Covid-19 en la primavera del 2020. Mas, no solo el confinamiento, sino también determinadas secuelas políticas, sanitarias, sociales y económicas. Y aunque la Guerra Civil y el confinamiento y sus secuelas no resultan comparables en su dramatismo, por más que el lenguaje utilizado por las autoridades ha sido profundamente bélico, como si intentaran equipararlos, no lo es menos que el obligado enclaustramiento doméstico de toda la población a nivel mundial le daba a la pandemia una impronta por completo universal del que carecía la Guerra Civil. Hemos estado ante un hecho excepcional, inesperado e imprevisible, que ha puesto a prueba a todos los gobiernos del mundo. No solo a todos los gobiernos. También a todos los ciudadanos. No estábamos preparados. Salvo la especie no pequeña de profetas del ayer, que sabían lo que se nos venía encima con días, semanas y meses de antelación. ¿Por qué no advirtieron a las autoridades sanitarias para que tomaran medidas con más antelación?

En los primeros momentos ver las calles vacías, escuchar el recuento diario de las muertes -algunas de ellas de familiares, amigos, vecinos o conocidos- cual, si fuera un parte de guerra, la parálisis de la actividad económica, el no poder abrazar a nuestros seres queridos, eran hechos que sobrecogían y a los que nos costaba adaptarnos y creer que eran reales. Todo ello se asemejaba más a una película de ciencia ficción, como el film Contagio dirigido por Steven Soderbergh. Al despertarnos, cuando podíamos conciliar el sueño, teníamos que pellizcarnos la cara para convencernos de que lo que estaba ocurriendo, no era un mal sueño, sino algo verdaderamente real. Y muy real.

No conozco a nivel mundial en el desarrollo de esta pandemia un comportamiento tan irresponsable y antipatriótico por parte de otros partidos de la oposición

Sánchez ha tenido y tiene que gobernar en unos momentos extraordinariamente complicados. A una crisis territorial heredada, se sumó una pandemia, que paralizó la economía y que trajo consigo una depresión con un descenso sostenido de la producción y el consumo, con altas tasas de desempleo y quiebras empresariales, comparada con la sufrida en los años 30. Ya se vislumbra afortunadamente una salida de esta tenebrosa crisis sanitaria y depresión económica, con un control de la pandemia especialmente por la vacunación masiva y la llegada de los Fondos de la Unión Europea, tarea a la que tanto ha colaborado el gran Casado. Sánchez lo ha tenido que hacer con un gobierno de coalición, el primero a nivel estatal en nuestra historia democrática tras el final de la dictadura. Con un gobierno en coalición en minoría. Gobernar con mayoría absoluta monocolor en tiempos de bonanza económica y estabilidad política es bastante más fácil. Aquí y ahora querría ver a los González y Aznar, que han estado dando y siguen, continuas lecciones desde sus suntuosos y bien remunerados púlpitos. ¡Qué diferencia con la actuación de auténtico patriota de José Luis Rodríguez Zapatero!  La pandemia ha roto todas las costuras a nivel político, social, económico y educativo. Y para tratar de repararlas no había libro de instrucciones. Esa es una de las grandes servidumbres de la política. Tal como señaló Azaña, la política no admite experiencias de laboratorio, no se puede volver a empezar. Y es lo que ha tenido que hacer Sánchez. Tomar decisiones muy difíciles e irreversibles sobre la marcha, como el estado de alarma, enfrentarse a una pandemia desconocida y con una evolución imprevisible, a la parálisis de la economía con los ERTEs, ayudas a autónomos; a las necesidades de las personas más desprotegidas con el ingreso mínimo vital. El gobierno de Sánchez ha hecho muchas cosas mal, seguro, pero, ¿la oposición lo hubiera hecho mejor? La excepcionalidad y la virulencia de la pandemia hubieran cogido por sorpresa a cualquier gobierno, fuera el que fuera, como les ha cogido a otros de todo el planeta.

Cuantas más dificultades ha contado el gobierno de Sánchez menos han sido los apoyos de los dos grandes partidos de la oposición. Nadie cuestiona que la oposición está para controlar la acción del gobierno y que todos podemos opinar también sobre ella, faltaría más. Mas, los dos partidos de la oposición no han mostrado en sus acciones políticas ese patriotismo, del que tanto alardean en sus discursos. En unos momentos de tantas dificultades, que había que remar todos juntos, han dado la impresión de estar más interesados en derribar al gobierno de Sánchez que en ayudar a combatir la pandemia y sus secuelas gravísimas e imprevisibles. O lo que es lo mismo, aunque no lo afirmasen, mas a las cosas hay que llamarlas por su nombre y dejarnos de zarandajas: con sus acciones han demostrado ser partidarios del “cuanto peor mejor”. Tampoco es una novedad ese comportamiento de la derecha española en nuestra historia. Cabe recordar las palabras del ínclito Cristóbal Montoro. Es una prueba incuestionable de un patriotismo espurio el de los partidos de la oposición. No conozco a nivel mundial en el desarrollo de esta pandemia un comportamiento tan irresponsable y antipatriótico por parte de otros partidos de la oposición. ¡Qué contraste con la actuación del líder de La Francia Insumisa y principal crítico de Macron, Jean-Luc Mélenchon!  Este haciendo todo un ejercicio de patriotismo y de sentido de estado cambió su estrategia de “conflicto” y “choque” con el Ejecutivo francés durante la crisis del coronavirus y apostó por una oposición “propositiva. “Hemos desplazado el centro de gravedad de nuestra acción hacia otra línea que llamamos ‘las causas comunes’. Es decir: buscar que todo el mundo pueda salir de esta, no olvidar a nadie en el camino. Y eso ha requerido un estilo. No era cuestión de agredir a los gobernantes. Había una manera de hablar que debía corresponder al momento. Creo que lo hemos hecho bien. Hemos sido útiles al país”, consideró, Mélenchon.

A esta tarea de oposición brutal de los partidos de la oposición se han sumado una gran parte de los grandes medios de comunicación. Las Ana Rosa y Carlos Herrera pueden servir de paradigma. Y siguen en la misma dinámica. Para eso les pagan.  A estos “periodistas” se les podrían aplicar las palabras de Upton Sinclair “es difícil conseguir que un hombre entienda algo, cuando su salario depende de que no lo entienda”. Como dijo el periodista argentino y asesinado por la Junta Militar, Rodolfo Walsh: “el periodismo es libre o es una farsa”. Y todo este relato mediático prácticamente hegemónico lógicamente ha ido calando en amplios sectores de la sociedad, que han asumido solo los errores del gobierno de Sánchez, sin reconocer sus grandes dificultades a las que ha tenido y tiene que hacer frente, ni acierto alguno.

Para valorar adecuadamente los acontecimientos históricos se necesita una determinada perspectiva temporal. Pero, lo que resulta incuestionable, como señalaba al principio, es que ningún gobierno en España en los últimos cien años ha tenido que hacer frente a una situación tan compleja. Y que también el papel de la oposición en lugar de colaborar, su pretensión ha sido una obstrucción sistemática a cualquier medida del gobierno, con el objetivo de derribarlo. Y para una ciudadanía madura y no aquejada de perniciosos prejuicios políticos debería ser también incuestionable. Mas la realidad es la que es. Así somos los españoles. Todos lo habríamos hecho mucho mejor que el gobierno, puesto que todos somos expertos en epidemiología y en gestión de crisis sanitarias y económicas.

Algunas reflexiones tras un año y medio de pandemia