viernes. 19.04.2024
PP

El bochornoso espectáculo de la votación en el Congreso a cuenta de la reforma propuesta por el PSOE a la llamada ley del solo si es si, debería hacernos reflexionar. Creo que son suficientemente esclarecedoras de lo que está en juego la escena del PP aplaudiendo su pequeña contribución que, sorprendentemente, ha permitido sacar adelante una ley que había votado en contra; las expresivas imágenes de Ione Belarra e Irene Montero desoladas, con abrazo final de duelo y el aplauso solidario de Yolanda Díaz; la bancada socialista aguantando el tipo entre la indignación y el tedio. ¿Era todo esto necesario? No lo creo. Ya alerté en mi artículo Ni galgos ni podencos de los riesgos y las inconsistencias de un drama que tenía mucho de sobreactuación. Ahora toca sacar conclusiones sin más dilación, porque el tiempo de las escaramuzas verbales y los movimientos tácticos se acaba.

Empecemos por la insoportable levedad de la acusación dirigida a los socialistas por facilitar el trabajo a los jueces (y alguna jueza) machistas que, con su arreglo de la ley, podrán seguir ensañándose con las mujeres violadas exigiendo impertinentes y detalladas explicaciones de la agresión, y pruebas físicas de la violencia ejercida contra ellas. Un acusación cuanto menos exagerada y gravemente descalificadora políticamente. ¿Cuántos jueces (y algunas juezas) cree la dirección de Podemos que están dispuestos a emular el sadismo procesal de la manada (corregido por el Tribunal Supremo, por cierto) que se anuncia? ¿Cuántas posibilidades existen de que alguno de ellos le toque a una mujer violada con violencia física? Es más ¿puede garantizarse que con las correcciones de UP no va a ocurrir lo que denuncian con tanta seguridad? ¿De verdad este es el mayor problema político de nuestro país como para provocar un fractura en el gobierno de coalición cuyos efectos están por ver, pero que, en todo caso, no facilitan las cosas en una coyuntura ya de por sí muy complicada? ¿El drama escenificado por Irene Montero en la tribuna del Congreso de los Diputados refleja, siquiera por aproximación, los problemas socioeconómicos que padecen las mujeres en la familia, el trabajo, la cultura, la actividad deportiva, y en la propia realización personal y profesional? ¿Es de extrañar que más de una mujer pueda conjeturar que el verdadero drama es el que está viviendo la dirección de Podemos, con un liderazgo cuestionado y erosionado por sus tendencias panópticas, mientras se conforma y consolida Sumar, un atractor político mucho más atractivo, en el mismo campo donde ha estado ejerciendo su hegemonía política? ¿No hubiera sido más inteligente y productivo, una vez expresada su posición, tomar como base la propuesta del PSOE procurando afinarla jurídicamente para dificultar al máximo las posibilidades interpretativas consustanciales con el ejercicio de la jurisprudencia, salvo en los regímenes dictatoriales, de los jueces machistas e insensibles? No estaría mal un ejercicio honesto, desprejuiciado, de respuesta a estas cuestiones. Porque lo que no se puede hacer si te estas ahogando es bracear desesperado. Así solo consigues hundirte antes. Lo aconsejable es serenarse, relajarse, y hacerse el muerto para flotar, aunque se a la deriva, hasta que llegue el salvamento, en este caso los votos de la ciudadanía. 

Me temo que la dirección de Podemos ha convertido un problema técnico, debido a una mal perfilada, ¡pero excelente! ley, en un grave conflicto político

Pero me temo que la dirección de Podemos ha convertido un problema técnico, debido a una mal perfilada, ¡pero excelente! ley, en un grave conflicto político. ¿O no lo es calificar de retroceso en los derechos de las mujeres las reformulaciones del articulado conflictivo de los socialistas a la ley? ¿Cómo se compagina tan grave acusación con seguir a las ordenes en el gobierno del Secretario General del PSOE? ¿Tan leve es el retroceso que podemos seguir como si tal, pelillos a la mar? ¿Se trata entonces solo de una forma agravada de postureo político? Lo malo no es que sea una evidente exageración, sino que muestra un preocupante paternalismo genésico por parte de la dirección de Podemos, al tratar de aparecer como los garantes del feminismo consecuente. Cuesta entender como una corrección técnica (aunque tenga retoques de los populares), puede ser considerada sensatamente un atentado contra derechos de las mujeres cuando la ley permanece íntegra en el noventa y nueve por ciento de su articulado, que es donde se sustancia su gran avance en derechos. Que el uso y abuso del lenguaje hiperbólico y los rasgados de vestimenta parlamentaria sean por una cuestión especulativa sobre la ubicación cordial del consentimiento resulta como poco grotesco. Sin entrar en un debate que solo consigue oscurecer el verdadero problema, basta con leer las declaraciones del catedrático de Derecho Penal de la Universidad Autónoma de Madrid y vocal permanente de la Comisión General de Codificación, Manuel Cancio sobre el consentimiento (no sé si tiene algún grado de machismo que le invalida): El consentimiento como centro no depende de que exista un subtipo agravado (con violencia o intimidación) o que estas circunstancias aparezcan en un agravante. Está en el centro si la interpretación es adecuada. (El País, 21 de abril de 2023).

Es cierto que otras autoridades en la materia tienen opiniones, aunque no radicalmente distintas, pero lo que no ofrece duda es que a efectos penales se trata de un problema artificialmente engordado, vaya usted a saber por qué (bueno es fácil adivinarlo). La cosa no tendría mayor importancia si el debate jurídico esencialista no tuviera serias consecuencias en la ya precaria salud del gobierno de coalición, aunque lógicamente se trate ahora de minimizar. Por no hablar de la asombrada ciudadanía progresista que debe estar buscando en la pequeña política la imperceptible dimensión social del drama. Y eso cuando, para mayor inri, nos acercamos a unas elecciones cuya trascendencia debería ser la primera preocupación de quienes se autocalifican de izquierda transformadora. En el mejor de los casos, pasarán los días y todo terminará siendo una pasajera, aunque aparatosa, tormenta de verano en una cálida primavera política. Espero que, al menos, haya servido de lección para lo que se avecina. Un escenario electoral donde se va a dirimir no solo gobiernos autonómico y alcaldías, sino la posición de salida de los contendientes en las próximas elecciones generales. 

La cosa no tendría mayor importancia si el debate jurídico esencialista no tuviera serias consecuencias en la ya precaria salud del gobierno de coalición

Centrémonos, por tanto, en la tarea de desarrollar y fortalecer Sumar, la mayor garantía de que el bloque de izquierdas siga gobernando nuestro país. Es de justicia reconocer que el PSOE, encabezado por Pedro Sánchez, está cumpliendo eficazmente su parte de la tarea. La nuestra es dotar a la izquierda de una perspectiva estratégica de transformación gradualista del sistema socioeconómico capitalista donde se incuban y desarrollan las manifestaciones concretas, vivenciales, del dominio androcrático (machismo en el lengua común), así como la desigualdad en sus múltiples manifestaciones, la precariedad sistémica, la pobreza cronificada, el irreversible deterioro medioambiental, etc. Para lograrlo es necesario cambiar las relaciones distribuidas de poder en el sistema (instituciones, espacio aboral, ámbitos familiares, etc.) lo que exige no solo la movilización y participación de las mayorías sociales sino mantener el gobierno progresista de coalición. Y para ello debemos impedir que se acentúen y profundicen la fracturas en el bloque de las izquierdas, muchas inexplicables y todas posiblemente suicidas. Por eso, me parece vital que Podemos se integre sin más dilaciones ni escusas en Sumar, dejándose de machirulismos político-organizativos. Una vez integrado puede alardear de ser el más alto, el más fuerte y el más guapo, y tratar de seducir con sus atributos a los demás. Incluso diría que tiene derecho a exigir respeto, incluso a negociar condiciones que deberán ser avaladas por todos los componentes de Sumar. Pero insistir en poner condiciones previas, o buscar una bilateralidad que actuaría como disolvente en el seno de Sumar, solo conseguirá morir matando la esperanza que hoy supone el liderazgo tranquilo de Yolanda Díaz. Hacerlo antes de las elecciones autonómicas y municipales, donde se presentan todo tipo de variantes de unidad y fragmentación, sería lo más inteligente. Porque no hacerlo supone asumir el riesgo de que las campañas electorales se conviertan en un nuevo campo de confrontación, ampliado por la dinámica del propio proceso electoral. No olvidemos que la peor ceguera es mirarse los pies cuando se está andando. Claro que no toda la responsabilidad cae del lado de Podemos. Sumar tiene la obligación de facilitar el tránsito de la formación morada ofreciendo garantías de respeto y reconocimiento, pactadas por todos los sujetos políticos de la formación. No se trata de ayudar a que la dirección de Podemos pueda salvar la cara sino propiciar el debate participativo de sus propuestas en un ejercicio de democracia horizontal que debe caracterizar las relaciones entre las izquierdas. Solo así saldremos ganando todos sea cual sea finalmente el resultado. Nada fácil, lo sé, pero necesario. Porque hoy la tarea política más importante es crear, como he dicho, un atractor lo suficientemente potente como para asegurar los escaños que permitan revalidar el gobierno de coalición. Todo lo demás es jugar peligrosamente con el futuro... perdiéndolo.

Si te ahogas no bracees