sábado. 20.04.2024

Terrorismo, frivolidad y lo políticamente correcto

Quienes nos interesamos por el mundo árabe sabemos desde hace mucho tiempo que existe una relación directa entre los grupos extremistas y los regímenes opresores

Tras cada atentado en Europa, el último el de Barcelona, la pregunta ¿Qué hacer frente a unos fanáticos, asesinos y destructores que atentan en nombre de una religión y de toda una comunidad? Surge con mucha fuerza. Hasta ahora se han venido manejando dos hipótesis principales. Hay quienes piensan y, con cierta razón, que la marginación es la principal causa; otros encuentran la solución en mejorar la seguridad mediante una eficaz coordinación e intercambio de información entre los distintos cuerpos de seguridad de los Estados: y así afrontar el problema, esta última cada vez cobra más fuerza, la futura visita del ministro Juan Ignacio Zoido a Rabat, para encontrarse con su homólogo marroquí Mohamed Leftit y la cumbre de París así lo demuestran.

Sin duda, ambas hipótesis tienen algo de razón, el problema es que por sí solas no nos aportan una explicación y una solución definitiva al problema. La teoría basada en que los que atentan son unos marginados sin futuro, tras los atentados de Barcelona ha quedado hecha añicos; los jóvenes que han cometido tales atrocidades eran de todo menos unos excluidos sociales. Por su parte la hipótesis basada en la ineficiencia de los servicios de seguridad de los Estados cobra más fuerza incluso cuando nuestros políticos se afanan en convencernos de lo contrario, la sucesión de atentados nos lleva a pensar que: O nos mienten, o la estrategia realmente no funciona.

Mientras tanto… ¿qué hacer? La solución por frívola que parezca, la encontramos en el filme Terrorismo y kebap protagonizado por el célebre actor y productor egipcio Adil Imam. La película cuenta la historia de un humilde funcionario que se dirige a una administración pública para solicitar el traslado de sus hijos a otro colegio, tras un interminable periplo por distintos despachos y un trato humillante, el hombre se ve con una Kalashnikov en la mano y con varios rehenes, otros que habían sufrido el mismo trato se suman a él en su cruzada. El gobierno considera los hechos un acto terrorista, establece una línea de negociación con los secuestrados y les exige que formulen sus demandas; la sorpresa es que los supuestos terroristas no exigen nada de lo que se esperaba, tan solo piden kebap.

Comprendo que a muchos les pueda parecer una visión caricaturesca de unos hechos muy graves y tienen razón; pero les invito a que piensen desde el punto de vista de las sociedades “árabes”, imagínense viviendo en uno de estos países. Todos ellos sufren el yugo de unos dictadores que no conocen piedad, todos imponen una moral pública mientras ellos mismos, en sus vidas privadas, tiene otra. Imagínense viviendo en un país donde la pobreza es asfixiante, mientras los líderes tienen interminables y abundantes cuentas bancarias en el extranjero. Imagínense enterarse que estos mismos líderes que te oprimen y de roban cualquier atisbo de dignidad gozan de un apoyo incondicional por países que se dicen democráticos y defensores de los Derechos Humanos. Además el apoyo no sólo es de palabra, también material. Tradicionalmente las principales potencias occidentales han contribuido a sofocar la oposición política en los países árabes.

Los únicos responsables de las muertes de Barcelona son los terroristas; cualquier ser humano de bien llora por su pérdida y muestra su respeto más absoluto a las víctimas. Hecho este matiz imprescindible: debemos ser objetivos y sobre todo sinceros, ya que solo así podemos evitar más muertos.

Tenemos que abandonar la dictadura de lo políticamente correcto; hoy nadie se atreve a profundizar públicamente en el problema, y los análisis no pasan de la superficie. No hace mucho tiempo España bajo el mando de José María Aznar emprendió una aventura en Irak y Afganistán, posteriormente el gobierno de Mariano Rajoy exhibió su participación en la guerra sobre Libia con seis cazas F18, como si de una operación de salvación se tratase, pienso que no hace falta decir cuál es la situación de estos tres países, no pasa ningún día sin un atentado en Irak, además de ser la cuna del ISIS, Libia es un Estado fallido y el foco de incontables problemas y que decir de Afganistán.

Hoy por hoy la mayoría de los países avanzados se arrodillan ante el rey Salman de Arabia Saudita, estamos hablando de un monarca que decapita a mujeres en la vía pública, ahorca poetas y opositores. Y de la eterna y olvidada causa palestina ya no nos acordamos. ¿Acaso alguien pensaba que todo ello iba a salirnos gratis? ¿Podemos vivir tranquilos en nuestra atalaya europea mientras nuestros vecinos más inmediatos padecen tales calamidades? Como poco seremos ingenuos si creeríamos que la foto de las Azores no iba a salpicarnos de un modo u otro.

Por otra parte, no podemos verter las criticas únicamente en lo tangible. Es decir en unos regímenes políticos, Estados o grupos. Las ideas también son importantes puesto que son las que conforman el imaginario colectivo y por ellas la gente mata y muere. Sería inútil si hiciéramos una crítica atroz a todo menos a estas ideas. Podemos discutir si el termino islam significa paz o no, al parecer etimológicamente no es así, ya que significa sumisión o rendición a la voluntad de Dios; pero esta parte no es la más importante: la mayoría de los musulmanes así lo creen y eso es lo verdaderamente relevante. No obstante existen unas corrientes dentro del mismo con seguidores que se han conformado en sectas muy peligrosas, como la secta Anatema y abandono; que derivan de la concepción Wahabita, estamos hablando de la escuela más retrograda y destructora del islam, y que curiosamente es muy defendida y divulgada por la monarquía saudita,. Sería inútil establecer cualquier lucha contra el terrorismo, sin poner el foco en estas ideas, grupos y regímenes portadores de estas ideas.

Quienes nos interesamos por el mundo árabe sabemos desde hace mucho tiempo que existe una relación directa entre los grupos extremistas y los regímenes opresores. Muchos han sido creados, auspiciados y financiados por estos mismos regímenes; y los que no, surgieron como respuesta a sus atrocidades e injusticias. Entonces… Hasta cuándo vamos a seguir mirando hacia otro lado, por qué no cogemos el toro por los cuernos llamando a las cosas por su nombre; por qué occidente no se responsabiliza de la parte que le toca - por mínima que sea-; por qué en vez de seguir ayudando a unos regímenes atroces con sus pueblos no empezamos a buscar en el seno de las sociedades árabes a aquellos actores y elementos capaces de actuar favoreciendo el interés de las mayorías sociales. Contra el terrorismo se debe luchar en dos trincheras, la primera contra los elementos fanatizados de nuestras sociedades y la segunda contra sus causas, desgraciadamente hasta el momento no estamos haciendo bien ni la una ni la otra.

Terrorismo, frivolidad y lo políticamente correcto