jueves. 18.04.2024

Justicia para Rato

Las imágenes de la detención Rodrigo Rato dieron la vuelta al mundo en menos de 24 horas. Acorralado por periodistas y fotógrafos de todo el país, y vigilado de cerca por un grupo de agentes.

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Ya no era Rato aquel hombrecillo feliz que con una mano hacía repicar la campana en Bankia, mientras que con la otra brindaba con champán. Ni por un rato sonrió Rodrigo para esta histórica portada de los diarios del mundo

Las imágenes de la detención Rodrigo Rato dieron la vuelta al mundo en menos de 24 horas. Acorralado por periodistas y fotógrafos de todo el país, y vigilado de cerca por un grupo de agentes anticorrupción designados en este operativo, el ex titular del FMI lucía -por primera vez ante la prensa- un rostro sin sonrisa. En las imágenes que las televisiones de mundo lograron recoger, claramente puede advertirse que la mueca de Rato se correspondía con la misma que años atrás, al momento de ser detenido, se dibujaba en el rostro del también ex FMI,  Dominique Strauss-Kahn. Aunque la acusación contra este último, como ya se sabe, era de abuso sexual.

Ya no era Rato aquel hombrecillo feliz que con una mano hacía repicar la campana en Bankia, mientras que con la otra brindaba con champán. Ni por un rato sonrió Rodrigo para esta histórica portada de los diarios del mundo. De modo que no estaba para campanas ni brindis ni recomendaciones de recetas económicas de ninguna naturaleza. (En su expresión algo de esto se traslucía). Al igual que Strauss-Kahn, la actitud de Rato podía asociarse con la misma que adoptan algunos niños traviesos que creen que nunca se les pillará, hasta que un día se les pilla. Y el niño, jodidamente manipulador, pone cara de “yo no he sido” y uno finalmente acaba por perdonarlo.

Claro que esta clase de niños  -los que seguramente han sido Rato y Strauss-Kahn en su más tierna infancia-  no siempre reaccionan de la misma manera cuando ya en su vida adulta sus travesuras cobran trascendencia internacional. No hace mucho tiempo atrás, un alto cargo político japonés fue acusado de corrupción. Las pruebas eran tan contundentes que el acusado ni siquiera se defendió. Mientras era conducido hacia un coche (al estilo Rato el pasado jueves), el japonés travieso se voló la tapa de los sesos.

En esto reflexionaba hoy cuando recordaba las lecciones que este enano financiero llamado Rodrigo Rato había pretendido darle al gobierno de Néstor Kirchner, llenándose la boca respecto de la corrupción en la política argentina. Fíjense en este detalle, en esta actitud. El niño enano financiero -como lo debe de haber sido Rato en su más tierna infancia- hace trampas, juega sucio. Y por esta razón, cree que habrá otros niños que también lo harán. Para averiguar cuáles son los niños que se cagan en las reglas como él, el niño enano financiero se granjea la amistad de muchos de sus supuestos iguales. Y entre trampa y trampa se va formando en el oficio.

Finalmente cuando es adulto y se convierte en enano financiero hecho y derecho, logra grandes cargos, enormes responsabilidades y títulos honoríficos. Toca campanadas y de tanto en tanto habla sobre la corrupción política de otros países y les dice a sus gobernantes lo que deben hacer con sus respectivas economías.

Pero un día el enano financiero cae en su propia trampa y se ve envuelto en el escándalo de corrupción que puede hacer temblar las reputaciones de otros muchos enanos financieros amigos suyos. Porque muchos de estos otros enanos le dieron al enano Rato un cargo de serias responsabilidades. Sin embargo parece que el enano Rato se mandó esta vez una travesura no acorde con su edad, una travesura por la cual los españoles piden que se le castigue. Una travesura que La Justicia -si no fuese esa vieja puta que se acuesta con quien paga por adelantado- debería aprovechar al menos para recuperar su reputación. Quizás obligándole al enano a pagar el monto total del servicio completo más caro de la historia.

Justicia para Rato