jueves. 28.03.2024

Lucha contra el yihadismo: ¿Qué hacer y cómo hacerlo?

Por Mario Regidor | Posiblemente estamos ante uno de los principales problemas de nuestro tiempo y que, en caso de que tenga una solución definitiva, ésta tardará varias generaciones en llegar. Para empezar, la primera premisa de la que debemos ser conscientes es que el terrorismo de esta índole va a formar parte de forma indisoluble de nuestro itinerario vital europeo durante varios años. A fin de cuentas, ¿qué arriesga aquel terrorista suicida que no tiene nada que perder, más allá de su vida? Esa es la principal fuerza que tienen estos ataques que están sembrando el pánico por, prácticamente, toda la geografía europea. Pero, vayamos recapitulando…

En la actualidad, venimos observando, un aumento creciente del número y gravedad de dichos ataques, sobre todo en los últimos ataques, además de un desprecio notorio por la vida ajena y por la propia por parte de terroristas debidamente aleccionados y socializados en el pensamiento del yihadismo radical, aunque no tengan, muchos de ellos, experiencia real en combate y con rudimentarios conocimientos sobre armamento y fabricación de explosivos adquiridos a través de la red y de un mercado negro sin control por parte de las organizaciones supranacionales.

Sinceramente, y ante este panorama, la pregunta que ilustra el título de este artículo no pretende dar una contestación unívoca al problema al que nos enfrentamos… Doctores tiene la iglesia y lo que voy a expresar podrá ser refutado o apoyado por otros autores con mayor o menor fortuna. Empezamos…

Ya hemos ilustrado el desprecio de la vida intrínseco de estas personas a las que han vaciado de humanidad y de pasado. Sólo les queda el presente y un futuro en su particular paraíso donde “disfrutarán” de todo aquello que se les negó en el mundo terrenal por culpa del “imperialismo occidental”. Ante este panorama, ¿qué debería hacer la llamada civilización occidental?

Puede sonar a Perogrullo pero, ante todo, establecer unos mayores y mejores canales de comunicación y colaboración entre las diferentes agencias de investigación y espionaje con el fin de prevenir la mayor cantidad de atentados posibles se convierte en indispensable. La coordinación entre diferentes servicios ya es buena y se va mejorando pero conviene insistir en este punto.

El aumento de la presencia de policías y militares en centros neurálgicos de cada uno de los países y ciudades. Sobre este particular, existe una disyuntiva interesante a plantear. Personalmente, no creo que, una vez que sucede un atentado, se refuerce por sistema la seguridad de dicho país o ciudad redoblando el número de polícias y militares presentes en la calle. Sinceramente, no creo que sea una fórmula adecuada para prevenir futuros atentados con el “modus operandi” actual de los terroristas. No obstante, coincido con muchas opiniones que dicen que la población se siente más segura por la mera sensación de protección que, su mera presencia, sugiere.

Las acciones militares en aquellos “feudos” yihadistas puede ser de mayor ayuda para ir eliminando el problema de raíz pero, no debemos olvidar que la reacción puede ser mayor en terreno europeo siguiendo el principio, ya puesto en práctica por la banda terrorista ETA en la década de los 80 de “Acción, Reacción, Acción”. Es decir, a un atentado, sigue una violenta reacción por parte de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y, a continuación, tenemos otra acción terrorista, que golpea, aún más fuerte si cabe, que la anterior. En el caso de ETA, esta premisa estaba asumida y se ejerció durante años debido a la estructura jerarquizada que poseía este grupo terrorista. En el caso de ISIS y Al Qaeda, también se da pero su estructura es menos jerarquizada, mucho más descentralizada ya que sus tentáculos abarcan gran cantidad de países y, en el caso del ISIS, en Siria e Irak, una cierta porción de territorio que, si bien van menguando, poco a poco, todavía supone una amenaza importante a la situación geoestratégica de Oriente Medio.

Una de las posibles causas del recrudecimiento de las acciones terroristas en territorio europeo pudiera ser la sensación de pérdida de terreno en Siria e Irak, todo ello unido a la drástica reducción de “militantes” para nutrir sus ejércitos en dichos países. Evidentemente, esta situación fomenta que sea más sencillo que dichos terroristas en potencia, debidamente socializados a través de las mezquitas con imanes radicales, adoctrinamiento virtual, etc, se queden en sus países de origen y tengan vía libre para atentar, de los más variados sistemas posibles, contra población y objetivos occidentales con el fin principal de causar terror y sensación de falta de seguridad, lo cual nos lleva a otro punto a tener en cuenta.

A lo largo de la historia, cuando sucede durante un período prolongado de tiempo una sensación de terror e inseguridad que afecta al devenir y a la rutina habitual de la población de un determinado país o región geográfica más extensa. Ante este panorama, muy similar al actual, nos surge una incógnita… ¿Es lícito y moralmente aceptable una reducción del grado de libertad individual o colectiva de una sociedad aceptando a cambio una mayor seguridad?

La pregunta es compleja y el dilema es universal. Puedo expresar mi opinión pero la sensación de seguridad o inseguridad que puede tener una persona es tan subjetiva y, más después de una acción terrorista que se haya producido en su ciudad o en un radio de acción poco extenso que hay ciudadanos que optan por encerrarse en casa durante un tiempo o, la opción contraria, no cambiar de hábitos ni de rutinas porque es mejor morir que vivir con miedo. Lamentablemente, no hay una única manera de sobrellevar esta situación que, reitero, se prolongará durante mucho tiempo, pero lo que sí es cierto es que los poderes públicos no deberían aprovechar la situación para menoscabar el derecho a la libertad individual de cada ciudadano y colectivo de la sociedad en la que viven en aras de una mayor seguridad porque la restricción de derechos conseguidos en períodos democráticos es muy fácil de llevar a cabo, y más si se realizan con un carácter de provisionalidad. Lo verdaderamente complicado es restituir esos derechos una vez alejada la amenaza de peligro porque, en el caso que nos ocupa, ¿alguien me podría explicar cuando dejaremos de sufrir esta amenaza? Sinceramente, yo no veo un final claro a esta situación y creo que, en este párrafo acabo de expresar mi opinión al respecto sin ambages. Buen día.

Lucha contra el yihadismo: ¿Qué hacer y cómo hacerlo?