viernes. 29.03.2024

La importancia de la educación

Mario Regidor | El último ministro de educación que quiso aprobar una reforma educativa consensuada fue el socialista Ángel Gabilondo.

Mario Regidor | Vivimos en una sociedad en la que, desde la muerte de Franco a la época actual, hemos avanzado una barbaridad en múltiples aspectos: desarrollo económico, calidad de vida, cualificación profesional, etc. No obstante, creo que hay un área concreta en la que, como dirían los ex alumnos de EGB, España y los españoles necesitan mejorar. Me refiero a la educación.

No conviene confundir esta acepción con la cualificación necesaria para el desempeño de una determinada tarea o trabajo en donde, efectivamente, hemos tenido como dije en el párrafo anterior, un desarrollo brutal. Me refiero a las competencias básicas, a los sistemas educativos imperantes en nuestro país y que, como gran mal de nuestra época democrática, se suelen implementar sin diálogo y sin el consenso necesario, no sólo entre todos los partidos políticos con representación parlamentaria, sino además con el resto de agentes sociales versados en materia educativa: profesorado, AMPAs, sindicatos, etc.

El último ministro de educación que quiso aprobar una reforma educativa consensuada entre todos los agentes sociales fue el socialista Ángel Gabilondo y tuvo como recompensa que, el PP viendo llegar la cercanía de la convocatoria electoral que le daría la mayoría absoluta que viene disfrutando desde entonces, y ya con el documento prácticamente cerrado, diera la espantada y se levantara de la mesa, cercenando las posibilidades de encarar al futuro con una senda clara a seguir y en donde la educación quedara fuera de las disputas políticas habituales de una democracia parlamentaria como la nuestra.

En esencia, el tema de la educación ha sido motivo de controversia desde los albores mismos de la democracia en España debido a una cierta “genética antropológica” muy ligada al catolicismo como eje vertebrador de la enseñanza. Es lógico que nos cueste salir de ese atolladero mental, máxime teniendo en cuenta la sempiterna y añeja actitud del principal partido conservador de este país que, todavía, no ha roto amarras con nuestro pasado religioso.

No obstante, no quisiera dejar sin tocar un punto que considero muy importante. Me refiero a la educación no formal y, más concretamente, la parental, es decir, la que emana de los padres en casa. No podemos hacer recaer en las escuelas, colegios e institutos la tarea de educar a nuestros hijos en exclusividad. Su cometido es de vital importancia pero los padres y madres también tienen una obligación capital para con sus hijos. Me refiero a la educación en valores…

Es evidente que los niños, desde su más tierna infancia, copian los comportamientos maternos y paternos y tienden a imitar nuestra forma de obrar en aspectos básicos de la vida como el hábito alimenticio, el trato con nuestros semejantes, el respeto al medio ambiente y a nuestro entorno cercano, etc.

Y ustedes se preguntarán, ¿Por qué he empezado hablando de educación desde un punto de vista político y ahora me encuentro hablando de la educación más privativa de un menor, la que recibe en el seno de su familia? Pues, sencillamente, porque ésta es la educación de mayor calidad que, ajena a títulos académicos, puede recibir un ser humano a lo largo de su vida y que, a medida que avanza en edad, se enriquece con las aportaciones de su núcleo de amistades.

Además, el éxito o no de esta clase de educación no formal se puede ver en aspectos tan nimios y, a la vez, tan importantes, como el ayudar a una persona con alguna clase de diversidad funcional que le menoscabe en su movilidad a cruzar una calle sin peligro o a mantener limpia la ciudad en la que vives.

Creo que, con muy poco, podemos hacer mucho y conseguir una generación de personas formadas y educadas en valores que contribuyan a hacer un país rico, no sólo a nivel de desarrollo económico, sino a nivel de calidad humana.

Es un trabajo de todos/as.

La importancia de la educación