viernes. 29.03.2024

Estado de malestar

Por Mariola Marrero | El Estado debe proteger al ciudadano “desde la cuna hasta la tumba”, así reza el famoso lema socialdemócrata.

En 2006, Jeffrey Sachs  afirmó que en las democracias fuertes, el  Estado de bienestar no es un camino de servidumbre, sino un camino a la justicia, la igualdad económica y la competitividad internacional. 

El ex precandidato demócrata Bernie Sanders quien se autodenomina socialista, elogia el modelo económico de la “Tercera vía” y el “Estado de bienestar” de los nórdicos.

Noruega, Dinamarca y Suecia disfrutan de índices de criminalidad casi nulos y una alta esperanza de vida. Son prósperos, y sus habitantes gozan de más bienestar que el resto de los europeos.

¿Pero cómo importar tal Estado de bienestar a España?

Es imposible porque, es cuestión de mentalidad, de historia y evolución.

Son países con mayor apertura comercial y con sectores públicos más grandes. Las socialdemocracias escandinavas tienen mercados competitivos y flexibles. No es posible trasplantar directamente esos modelos. Dejemos a Noruega y su petróleo a un lado.

Ya en la Edad Media, en una Europa feudal, en Escandinavia, existía otro modelo; sorprendentemente los campesinos eran propietarios de la tierra que trabajaban. Prefirieron apartarse de una religión que no les permitía evolucionar moral e intelectualmente. El cómo los últimos vestigios de una sociedad salvaje y agresiva se convierten en parangón de modernidad y progreso no es un misterio, es  una cultura del igualitarismo y cooperación que aparece en las pequeñas aldeas. Su industrialización llegó más tarde.

A finales del siglo XIX, con un gran crecimiento per cápita envidiable, con un Estado de bienestar ya consolidado, el crecimiento económico en Suecia se dispara, se fundan las más famosas empresas suecas como Volvo, Ericsson,  IKEA, Alfa Laval, H&M.... Hasta que llegan los años 70 y se vuelve a intervenir la economía por parte del Estado en 1980 consumiendo casi la mitad del PIB, con una agresiva política fiscal casi confiscatoria estancándose la creación de empresas y la economía, con el consecuente desgaste de las instituciones. El nuevo Primer ministro ya ha declarado que lo mejor sería crear nuevas empresas.

Uno de los éxitos de las políticas de bienestar en estos países es que tienen una población homogénea con altos niveles de confianza, existe una  responsable cohesión social, de pertenencia a una gran comunidad que se transforma en gran participación cívica y una férrea ética del trabajo que hace prosperar los valores familiares que además se desarrollan gracias a la  conciliación laboral y familiar, una realidad que se da porque esa es su referencia y su reflejo, una vida cotidiana sencilla y funcional en casa y en los espacios públicos, lo que Per Albin Hansson, primer ministro socialdemócrata y padre del citado modelo pronunciaba en 1928 aquello impronunciable de “folk-och medborgarhemmet” (el hogar del pueblo y los ciudadanos).

La filosofía del “hazlo tú mismo” o como dice el eslogan de IKEA “móntalo tú mismo” habla de la idiosincrasia escandinava y su mentalidad práctica con gran capacidad para dialogar y consensuar la construcción y existencia de un Estado del bienestar ejemplar, la materialización de sus ideales de igualdad y progreso social a través del diseño democrático de viviendas e infraestructuras con una estética escandinava que encierra el espíritu de la socialdemocracia.

El modelo sueco existe gracias al partido socialdemócrata sueco y la participación de los sindicatos, muy importante en la sociedad sueca donde el 80% de los trabajadores están afiliados a sindicatos. Admirado aún en una social democracia en declive en el resto de Europa, Suecia es el mejor ejemplo y único superviviente de la socialdemocracia con su primer ministro, el sindicalista Stefan Löfven. Aunque no lo parezca, también allí entró en crisis cuando el Partido de los Trabajadores en 2010 obtuvo sólo el 30,7% de los votos y, aun así su estado de bienestar está garantizado.

Se podría decir que los países nórdicos son prósperos a pesar del Estado de bienestar.

En los países escandinavos, de mayor cultura socialdemócrata, la población es más propensa a definirse como miembro de la clase trabajadora. Y a mayor cultura conservadora y/o liberal en un país, mayor es la percepción de que las clases no existen siendo la clase media la mayoritaria por antonomasia.

En el resto de  Europa la socialdemocracia ha transformado sus bases electorales originarias, la clase trabajadora, en clases medias, que se han ido haciendo más conservadoras, aburguesándose junto con sus dirigentes según crecía su poder adquisitivo en la época de bonanza económica.

El éxito de la socialdemocracia en Europa fue su identificación básica con el Estado del Bienestar basado en la universalización de los derechos sociales y laborales, financiado con políticas fiscales progresistas,  aumento de la capacidad adquisitiva de la población por el aumento de los salarios para promover el consumo y políticas expansivas de carácter keynesiano, todo ello aderezado con un intervencionismo público en el gasto y la regulación y/o la nacionalización de los poderes financieros para facilitar los recursos básicos.

La época dorada del capitalismo, de 1900 a 1980 se basó en estas políticas, que fueron y siguen siendo populares entre las bases tradicionales de éstos partidos, la clase trabajadora y la clase media. En realidad, fue la alianza de clases,  trabajadora y clase media, parte fundamental en el desarrollo del estado del bienestar basado en tres ejes:

Con política presupuestaria e impositiva ortodoxa y de oferta para a aumentar y adaptar la estructura productiva. Inversión en I+D y apuesta por energías renovables y otros sistema productivos para, en España, no depender solo del turismo y el ladrillo. Invertir en recursos humanos. Liberalizar mercados. 

Impuestos más altos a las clases más altas y sociedades para financiar el gasto social, control de la evasión de impuestos. Fomentar la natalidad, invertir en guarderías, acabar con la pobreza infantil.

Igualdad salarial entre hombres y mujeres similares a las de los países escandinavos, aumento de salarios para activar economía, protección del empleado y desempleado.

En definitiva, un proyecto socialdemócrata como el de Suecia, Holanda y Dinamarca.

Pero no, “Spain is different” y aquí los gobiernos autonómicos se quejan de las partidas presupuestarias, cuando desde esas autonomías, gobernadas en su mayoría por caciques reminiscentes, encastados en la poltrona y que no piensan, más allá de su sillón y la futura puerta giratoria que les espera tras la jubilación política, minan el presupuesto general provocando el Estado que ahora ya es de Malestar desde las administraciones, que gastan a mansalva presupuestos que tenían que haber sido destinados a evitar el envejecimiento de la sociedad promoviendo la natalidad, facilitando el concilio trabajo-familia, a enseñanza y sanidad pública de calidad, a formación para las personas desempleadas.

Con ese dinero, se ha dedicado a fomentar el nacionalismo y sus embajadas, a  televisiones propagandísticas, a obras sin sentido para cobrar mordidas, a asesores y directores puestos a dedo sin formación ni capacidad para esos puestos, se ha saqueado gracias a la burbuja inmobiliaria que se crea recalificando terrenos, favoreciendo a amiguetes y familiares endeudando al país, y eso sin contar con la fusión de Cajas de Ahorro y la gestión de Bankia que provoca el rescate financiero que estamos pagando entre todos.

Puede que el diseño escandinavo quede bien en nuestras casas, pero su mentalidad no cabe en nuestras cabezas.

Estado de malestar