jueves. 28.03.2024

Sucedió en Madrid

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Han sido muchos acontecimientos trágicos y no serán los últimos en la historia de los magnicidios en Madrid

Fue un 20 de diciembre de 1973, cuando Carrero Blanco moría en un atentado perpetrado por ETA. Y es que Madrid ha sido escenario de un número considerable de atentados contra gobernantes. Voy a recordar algunos acontecimientos que marcaron época por la trascendencia política y por la sangre vertida en sus calles, «donde se cruzan los caminos, donde el mar no se puede concebir, donde regresa siempre el fugitivo…», sucedió en Madrid.

Han sido muchos acontecimientos trágicos y no serán los últimos en la historia de los magnicidios en Madrid. Los reyes Alfonso XII y su hijo; Canalejas en la Puerta del Sol, seguía la estela de Prim, acribillado en la calle del Turco. A estos, se sumarían los asesinatos del presidente Eduardo Dato y el de Carrero Blanco. ETA, el GRAPO y otros tantos grupos terroristas, hasta que aparecieron los yihadistas, con España como objetivo de Al-Qaeda. Desde el 12 de abril de 1985 en el restaurante El Descanso, al 11M de 2004 en Atocha.

El joven rey Alfonso XII, cabalgaba al frente de sus generales por la calle Mayor. Era el 25 de octubre de 1878. Venía de inspeccionar las provincias del Norte, donde había ido a combatir a los carlistas. Fue el primer rey que marchaba a la guerra desde Felipe V. A la altura del número 93, un joven disparó contra Alfonso. Ninguno de los tres tiros de Juan Oliva alcanzó al Rey ni a nadie de la comitiva; Oliva era un tonelero anarquista. El obrero catalán, fue juzgado por un delito frustrado de lesa majestad, con agravantes de alevosía y premeditación. Fue condenado a la pena de muerte, que se cumplió por garrote vil, el 4 de enero de 1879, en el Campo de Guardias de Chamberí (actual Canal de Isabel II). El anarquismo había actuado por primera vez en España.

A unos 150 metros, años después, su hijo Alfonso XIII también salió ileso. Madrid a principios del siglo XX, dejaba de ser aquel pueblo castellano polvoriento y la monarquía española estrenaba reina. El 31 de mayo de 1906, el anarquista Mateo Morral atentó contra la carroza real y la comitiva que regresaba de la Iglesia de San Jerónimo. El rey Alfonso se había casado con la princesa Victoria Eugenia de Battemberg y Madrid engalanada era una fiesta. Desde un balcón del tercer piso del número 88 de la calle Mayor, fue lanzada la bomba contra la carroza y la multitud que se agolpaban a su paso. Los reyes salieron ilesos, pero hubo 28 personas muertas y multitud de heridos.

Al pasar por la Puerta del Sol recuerdo el lugar en el que José Canalejas, Presidente del Consejo de Ministros, fue asesinado en 1912. «Han matado a Canalejas, ¡qué horror!». Todo ocurrió en la mañana del 12 de noviembre, en una época en la que los presidentes se desplazaban andando por las calles sin levantar demasiado revuelo. A las 11.25, se detuvo frente a la desaparecida librería San Martín, momento en el que un hombre de aspecto joven, se acercó al presidente y le disparo con una pistola Browning. El criminal hizo un segundo disparo con Canalejas en el suelo. Nunca se aclararon las razones del asesinato. Todas las hipótesis apuntaban a una conjura anarquista. El asesino fue reducido a golpes por un policía de escolta y cuando se percató de que no tenía escapatoria, se suicidó pegándose un tiro en la cabeza.

Eduardo Dato fue asesinado por revolucionarios de alquiler y pistoleros profesionales en la Puerta de Alcalá. Era un 9 de mayo de 1921, cuando el presidente del Consejo de Ministros, fue asesinado con una Mauser C96 Pistole. El asesinato se desarrolló de una forma insólita e inaudita, por tres jóvenes: Matéu, Nicoláu y Casanellas, a bordo de una moto Indian con sidecar. En el tiroteo se produjeron veinte disparos, de los que dieciocho impactaron en el coche, tres de ellos en el cuerpo del presidente, mortales de necesidad. Dato había tenido presentimientos de que su fin estaba próximo. Sostuvo una conversación con su entrañable amigo el conde Bugallal a quien participó sus temores. Tan preocupado llegó a estar que redactó en una cuartilla las disposiciones para su entierro. Los asesinos actuaron con total impunidad gozando de armas de lujo, dinero en abundancia y fuga garantizada. Todo parece que habían matado a Eduardo Dato por tolerar la «ley de fugas» que se aplicaba con ahínco en Barcelona.

Antes, en 1870, había sido asesinado el general Juan Prim y Prats, presidente del Consejo de Ministros y ministro de la Guerra. El 27 de diciembre de 1870, acude al Congreso para votar la aprobación del presupuesto de la Casa Real. El nuevo monarca, Amadeo I de Saboya desembarcaría en Cartagena tres días después. Eran alrededor de las 19:30 y caía una espesa nevada. El general, instalado en su berlina verde tirada por dos caballos siguió su ruta habitual, cuando a su paso por la calle del Turco (actual Marqués de Cubas), sufrió el atentado. Hoy se sigue especulando sobre la autoría del crimen. Su muerte está repleta de versiones, conjeturas y dudas. Un magnicidio sin nombre ni rostro de los conspiradores. Un asesinato con múltiples preguntas que aún siguen sin respuesta. «Mi general, a cada cerdo le llega su San Martín» le espetó un diputado en los pasillos del Congreso aquella tarde; frase lapidaria teniendo en cuenta lo que sucedería después. Todavía suena cancioncilla de la época: «En la calle del turco mataron a Prim, sentadito en su coche con la Guardia Civil».

Era un 20 de diciembre de 1973, cuando ETA, por si sola o con ayuda de otros, atentó contra el almirante Luis Carrero Blanco, recién nombrado presidente del gobierno. En la explosión murieron el chofer y el escolta. El asesinato provocó un hondo impacto en la sociedad española. Suponía el mayor ataque contra el régimen franquista desde la Guerra Civil. En su libro La agonía del franquismo, Juan Luis Cebrián apunta: «Obsesionado lo mismo por el marxismo que por el judaísmo y la masonería, enemigo del liberalismo y de la democracia». A principios de aquella década, la sociedad comenzaba a mostrar una cierta voluntad de salir de las ataduras de la guerra civil. Carrero resultaba ser el principal enemigo de cualquier posible reforma democrática y el mayor valedor del franquismo después de Franco.

A las once de la noche del mismo día 20, Radio París, informaba que ETA asumía la autoría del atentado. Lo calificaba de «justa respuesta revolucionaria» a las muertes de nueve miembros de la organización a manos de la Guardia Civil y constituía «un avance en la lucha contra la opresión nacional, por el socialismo en Euskadi y por la libertad de todos los explotados y oprimidos dentro del Estado español». Si ETA reivindicó el atentado, Estados Unidos se encontraba cerca; su embajada estaba ubicada a unos metros del lugar en donde los terroristas habían cavado un túnel durante días.

Henry Kissinger, el día anterior había estado en Madrid y se había entrevistado con Carrero. La documentación de la embajada de EEUU en España desclasificada en 2008 señala la colaboración de los servicios secretos norteamericanos en el magnicidio y explican que el mejor resultado que puede surgir sería que «Carrero desaparezca de la escena». Estos datos sumados al análisis de los explosivos empleados, apuntan a que la base de Rota fue punto de paso y manipulación de los mismos. A partir de aquel momento las fuerzas de seguridad tomaron conciencia del grave problema que empezaba a suponer el terrorismo de la ETA para el régimen. Pese a todo, contra pronóstico y sentido político, Arias Navarro, ministro de la gobernación y responsable directo de la seguridad de Carrero Blanco, le sucedió como Presidente del Gobierno.

Madrid siempre ha estado en el punto de mira de ETA. En 33 años, se produjeron 52 atentados, que se llevaron por delante la vida de 126 personas. Las dos últimas victimas fueron Carlos Alonso Palate y Diego Armando Estacio, en el atentado de la T-4 en el aeropuerto de Barajas en 2006. No puede dejar de recordar, que un 3 de noviembre de 1998, en una rueda de prensa, junto con Yasir Arafat de visita en España, José María Aznar, preguntado sobre la información que corría de una posible negociación, respondió: «El Gobierno y yo personalmente he autorizado contactos con el entorno del Movimiento Vasco de Liberación». Desde entonces esta frase es de las que el PP quiere borrar de los libros de historia. ETA había atentado contra Aznar en 1995.

Merece que trate en capítulo aparte, y lo haré, los atentados del 11 de marzo de 2004. Cuatro ataques terroristas en cuatro trenes de cercanías de Madrid, cometidos por una célula terrorista yihadista, que causaron la muerte de 193 personas y más de dos mil resultaron heridos. Con el terrible ataque, que conmocionó a la población europea, se empezó a estudiar y analizar la influencia real del movimiento yihadista en Europa y de sus tentáculos en el mundo.

Acontecimientos que marcaron época por la trascendencia política y por la sangre vertida, por complots políticos y por la intransigencia de algunas ideas. Poco se ha conseguido con tanto dolor causado.

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