martes. 16.04.2024

La izquierda

Es cuestión de unión, no de crear nuevas formas o poner nuevos nombres que disgregan y atomizan el mapa político.

Al Partido Socialista, a Izquierda Unida, a Podemos, a todos los movimientos sociales de izquierdas ¡Uníos!

Alguien decía que quienes apuestan por la izquierda están de suerte, porque tienen mucho en donde escoger. Lo cierto es que ante la extrema necesidad de que las fuerzas que representan a la izquierda política e ideológica se unan, lejos de ello, se disgregan, alejados de confluir, se multiplican en otros tantos grupos. Ni se respetan ni reconocen por cuestiones de poder. Tendrán sus razones, pero lo que ocurre es contrario a lo que necesitamos. Quedan menos de dos meses para las elecciones generales, que deben desalojar a la derecha del poder. En manos de la izquierda está conseguirlo.

Ya he tratado lo necesario que es la unidad de la izquierda para derrocar a la derecha, pero insisto. Los hechos son tozudos y parece que no hay forma de que cambien. Los proyectos de cada cual adquieren mayor protagonismo y se defienden con más fuerza que la unión, el frente común o la confluencia. Lo peor es cuando surgen nuevas iniciativas de izquierdas, y algunos que las promueven, no lo han sido nunca y ahora solo probablemente. No se puede confundir, que alguien defienda determinadas injusticias que sufre y yo defiendo, con presentarse adalid de la izquierda. No es cuestión de nomenclatura; sino de ideas, estrategias y tácticas.

En la historia de España, la unidad de la izquierda no ha tenido final feliz. Pero unidad ha habido y lo negativo de la historia no tiene por qué repetirse, pese a la llamada de los voceros interesados, argumentando que volverán a ocurrir los males si no gobierna la derecha. La izquierda sigue dividida y en el peor de los casos enfrentada. La izquierda tiene que cuestionar el poder, sin olvidar que el objetivo de la acción política, consiste en la transformación de la realidad injusta y la función de las ideas y principios en cargarse de razones. Hay que tomar el poder y derogar todas las leyes injustas, promovidas en estos cuatro insufribles años de legislatura. Juntos contra el enemigo.

En la derecha hay gente honrada y decente, con convicciones políticas conservadoras y liberales, que entienden que la democracia es el mejor sistema de convivencia. Pero la derecha que representa el Partido Popular es la más radical de Europa, mantiene vivo el franquismo sociológico, reaccionario, caciquil y racista; y en ese caldo están sus votos. Provocaron una guerra por el poder y defender sus intereses económicos y de religión. Ganaron la guerra y la dictadura durante cuarenta años. Sus herederos controlaron la Transición, se han mantenido en el poder y sin complejos dominan todo con ánimo de quedarse y completar su proyecto, ahora con el apoyo de la derecha europea.

La derecha está unida, desde el centro, hasta su extremo: liberales, democristianos, conservadores, franquistas y la extrema derecha. Frente a ello los partidos de izquierdas se han caracterizado por marcar sus diferencias. Por sí mismo no es negativo, si pretende fortalecer los debates y encontrar, mediante la razón, las ideas que lleven a superar la situación de injusticia que soporta la clase trabajadora, pero es innegable que esa desunión, hace que la derecha se mantenga en el poder y consiga sus fines.

En 1936 se constituyó una coalición electoral, entre los principales partidos republicanos y de izquierda, que ganó como Frente Popular, con la pretensión de modernizar el país y promover la justicia social. La derecha dio un golpe de estado contra la República que fue políticamente antidemocrático, jurídicamente anticonstitucional, socialmente conservador, espiritualmente clerical, ideológicamente totalitario, económicamente capitalista, militarmente absolutista y moralmente inhumano. Hoy harían lo mismo si pudieran. Generales hay que demandan duelo a muerte y quienes piden que el ejército intervenga en Catalunya, para cortar el soberanismo; sin olvidar la «ley mordaza» contra el pueblo. Algunos de los problemas sociales de aquella época siguen vigentes y los comportamientos de la derecha siguen siendo parecidos, por lo que la unidad de la izquierda es tan necesaria como entonces.

Ante la herencia que nos deja el PP, que ha consolidado la miseria, la unidad de la izquierda es necesaria para dar la vuelta a la tortilla. No es pedir generosidad, sino compromiso y conciencia que caracterizan a la izquierda. Compromiso por encontrar los elementos comunes ideológicos y llegar a acuerdos para dar los pasos en la misma dirección estratégica y trabajar en una misma acción, contra la derecha antisocial y reaccionaria, que se mantiene en el poder desde hace demasiado tiempo.

Es cuestión de unión, no de crear nuevas formas o poner nuevos nombres que disgregan y atomizan el mapa político. Demasiadas siglas y cambio de denominaciones, en tantos territorios, confunden. Yo estoy perdido. Lo ideal es la unidad de la izquierda más allá de siglas, partidos y personalismos, con el compromiso de llevar a cabo políticas de izquierda, sin enfrentamientos entre quienes defienden las mismas causas. Lo contrario perjudica los intereses populares y benefician a los de la derecha y no es eso.

Entre las formaciones de izquierda, aunque parezca lo contrario, es más fácil coincidir en el trabajo contra la pobreza, indignarse ante la exclusión social, ser inconformista con toda forma de injusticia o considerar una aberración la desigualdad social; dar prioridad a los derechos humanos, por encima de los intereses de los mercados y ser intolerantes ante las injusticias. Pero es más complicado eludir egoísmos partidistas de organización, personalismos humanos o posiciones tácticas de corto recorrido.

El socialismo, comunismo, anarquismo, sindicalismo, ecologismo, feminismo, pacifismo, son ideologías y demandas sociales, que desde lo específico, dan una visión global de la cuestión, para promover la igualdad, la justicia social y la solidaridad. Para conseguir sus fines tienen que llegar al poder y mejor unidos. Unidad desde la diversidad, frente a la derecha como enemigo común. Todo puede conseguirse uniendo, no disgregando. También podría entenderse que el que no quiere la unión o la torpedea, es porque prefiere que el enemigo venza y eso es traición, que puede haberla.

El pueblo llano, representado por organizaciones republicanas, de izquierda y sindicales, fue capaz de formar un Frente Popular en 1936, comprometidos con un plan político común que sirvió de fundamento electoral y norma de Gobierno. Ganaron, aunque la conspiración se puso en marcha nada más formarse el gobierno Azaña. Con unidad, también las elecciones municipales en 1931 derrocaron la monarquía.

Habrá quienes teman utilizar el término frente popular, por lo que significó, y prefieran frente unido, frente común, o Unidad Popular. Cualquiera que sea el término, hoy como ayer, la necesidad, la razón, la dignidad, exigen que la desigualdad y la injusticia social desaparezca y éste debe ser un objetivo común de la izquierda. Al Partido Socialista, a Izquierda Unida, a Podemos, a todos los movimientos sociales de izquierdas ¡Uníos!

La izquierda