viernes. 29.03.2024

El impacto negativo de las desigualdades en el desarrollo económico

Una postura muy extendida en el dogma neoliberal es que las desigualdades de renta y riqueza en un país...

Una postura muy extendida en el dogma neoliberal es que las desigualdades de renta y riqueza en un país son un aliciente para la buena marcha de la economía. Es decir, que son necesarias y buenas para el desarrollo económico. Tal postura subraya que el hecho, por ejemplo, de que haya una minoría con mucho dinero y riqueza, muy por encima de todos los demás, incentiva a estos últimos –los demás- a intentar pertenecer a esta minoría en la cúspide. Otra manera de expresar esta postura es subrayando la necesidad de que haya un gradiente acentuado de riqueza y de rentas, pues, así, cada persona en esta escala quiere llegar a un nivel superior, motivando a la gente para que cada vez quiera llegar a más y más. Se señala que es así como funciona el sistema económico y financiero, basándose en el principio de que cada individuo desea alcanzar a los que están por encima de él o ella. De esta manera se considera que a mayor desigualdad en un país, mayor es el incentivo para subir en la escalera social, trabajando más y más, lo cual repercute en un mayor crecimiento económico. De este postulado neoliberal se concluye que cualquier intervención pública encaminada a la redistribución de la riqueza y de las rentas es negativa, pues disminuye y retrasa el crecimiento económico.

Existe otro argumento en el ideario neoliberal que también intenta justificar la concentración de la riqueza y de la renta, señalando que es bueno para el desarrollo económico que haya gente muy rica, pues son los súper ricos los que ahorran más, con lo cual hay más dinero para invertir y para estimular el crecimiento económico. Se establece así una línea argumental que asume que a mayor concentración de las rentas y riqueza, mayor ahorro, el cual lleva a una mayor inversión y a un mayor crecimiento económico. De esta línea argumental  se concluye que se requieren políticas públicas que favorezcan esta concentración, pues se está así favoreciendo el crecimiento económico. Todas las reformas fiscales del gobierno español actual, presidido por Rajoy, encaminadas a favorecer a las rentas superiores, se justifican en estos términos.

¿Qué evidencia existe para apoyar estas tesis neoliberales?

Veamos en primer lugar la evidencia que existe referente al primer postulado, el que indica que las desigualdades incentivan a los individuos a trabajar más, aumentando así la productividad, como consecuencia de aumentar la intensidad en el esfuerzo laboral. Pues bien, la evidencia existente apunta precisamente en el sentido opuesto. Los trabajos de los profesores William Easterly de la New York University y Gary Fields de la Cornell University muestran que, en general, los países y regiones dentro de los países que tienen menos desigualdades de renta crecen más rápidamente que los que tienen más desigualdades. Lo que es igualmente importante es que cuando se analiza la calidad del crecimiento económico (teniendo en cuenta el tipo de crecimiento y su impacto en el medioambiente), los países y regiones menos desiguales tienen crecimientos de mayor calidad que los más desiguales.

Lo mismo ocurre cuando se considera la riqueza, es decir, la propiedad de los medios que generan renta, tales como la tierra. Existen ya muchos estudios que muestran que en aquellos países en los que la tierra está menos concentrada, la productividad en su explotación es mayor que en aquellos países en los que hay grandes latifundios. Y lo que es incluso más importante es que la mayor productividad se alcanza cuando los agricultores trabajan cooperativamente, en tipos de trabajo asociativo como cooperativas agrícolas. En EEUU, la mayor productividad agrícola no se da en las grandes explotaciones, sino en las pequeñas con relaciones cooperativas, como ocurre entre las granjas del grupo religioso Mennonites en Pensilvania. Otro ejemplo es lo ocurrido en Japón. El gran resurgimiento de la economía japonesa después de la II Guerra Mundial fue resultado de la reforma agraria, impuesta por los aliados a Japón, como medida de romper la oligarquía japonesa basada en las grandes familias terratenientes.

Por qué los salarios bajos no son buenos para el desarrollo económico

Otra muestra del error de la teoría de los llamados incentivos es la baja productividad causada por las desigualdades, siendo España un ejemplo de ello. Los bajos salarios en España son una de las causas de la baja productividad. Si los salarios fueran más altos, ello forzaría al empresario a invertir más, a fin de aumentar la productividad de cada trabajador. No es, como constantemente se dice y escribe, que la baja productividad determina bajos salarios, sino al revés, los bajos salarios son los que determinan la baja productividad. Si el dueño de las viñas de Tarragona tiene una gran abundancia de personas para trabajar en las viñas, es probable que les pague muy poco. Si no los tuviera, invertiría más para aumentar su productividad. Aumentar los salarios en un país es una medida esencial para aumentar la productividad, una realidad ignorada, cuando no ocultada, en nuestro país, donde el empresariado tiene un enorme poder y los sindicatos tienen poco. En realidad, la evidencia muestra que cuanto mayor es la fuerza de los sindicatos de clase, mayores son los salarios y mayor es la productividad de un país. Añado lo de sindicatos de clase, pues los sindicatos corporativos (lo que en inglés se llama business unions), con sus demandas, pueden aumentar las desigualdades dentro del mundo laboral. Tal como señala Chris Tilly en su excelente artículo “Geese, Golden Eggs, and Traps: Why Inequality is Bad for the Economy”, la sindicalización de la fuerza de trabajo en las industrias estadounidenses en los años treinta y cuarenta (estimulada por el New Deal) jugó un papel clave en aumentar la productividad.

En realidad, las desigualdades han sido la causa de la crisis

En los años cincuenta hubo una teoría muy promocionada por los estamentos de gran poder económico (que reflejan el punto de vista de los súper ricos), que postulaban que la mejor manera de reducir las desigualdades era el crecimiento económico. El autor más conocido, promotor de esta visión, fue el Premio Nobel de Economía Simon Kuznets. Su argumento parecía lógico y razonable. A medida que la población laboral pasa de trabajar en la agricultura (que tiene unos salarios bajos) a la industria (que tiene unos salarios altos), hay menos desigualdades. La realidad, sin embargo, es distinta. Las mayores desigualdades no ocurren dentro de la fuerza laboral, sino entre los que derivan sus rentas del capital (los capitalistas, término que ahora no se utiliza por creerse erróneamente que es un término anticuado) y los que las derivan del trabajo (los trabajadores, que hoy son la gran mayoría de la población). Esta distribución de las rentas está determinada primordialmente por razones políticas, no económicas. Cuanto mayor es el poder de los propietarios del capital (que concentran la riqueza y las rentas) mayores son las desigualdades y cuanto mayor es el poder los asalariados y empleados menos desigualdades hay. Y es ahí donde está la raíz del tema de las desigualdades. El gran poder del mundo del trabajo que se dio a los dos lados del Atlántico Norte en el periodo 1945-1980 fue la mayor causa del crecimiento de la economía y del decrecimiento de las desigualdades. Este decrecimiento se revirtió con el cambio político en los años ochenta, con las políticas públicas neoliberales del Presidente Reagan y de la Sra. Thatcher, de las que se apropiaron más tarde también las izquierdas gobernantes, que pasaron de la socialdemocracia al socioliberalismo. A partir de entonces, las rentas del capital se han incrementado enormemente, de manera tal que en muchos países, como España, estas rentas representan un porcentaje del PIB incluso mayor que las rentas del trabajo. Esta enorme concentración de las rentas y de las riquezas y el empobrecimiento de los trabajadores son las causas (silenciadas e ignoradas) de la gran recesión y el bajo crecimiento, como he mostrado extensamente en mis trabajos. Es interesante que incluso la OCDE acaba de reconocer este hecho. El mayor problema de la economía europea, incluyendo la española, es la escasa demanda, que está paralizando la economía de estos países. No es mera casualidad que en la UE-15 los países con una mayor recesión hayan sido los que tienen mayores desigualdades. España es un claro ejemplo de ello.

El impacto negativo de las desigualdades en el desarrollo económico