jueves. 28.03.2024

¡Tiempos!

Hace unos años, no demasiados, si una persona iba hablando sola por la calle ya fuera bisbiseando o en alta voz, se la miraba con compasión o condescendencia; algunos buscaban la mirada cómplice de otro transeúnte para esbozar la sonrisa de comprensión o, con disimulo, esbozar un gesto de flojera de tornillo. Eso sí: si el hablante solitario añadía a su incomprensible discurso aspavientos de brazos, cabeza u otra parte corpórea, lo habitual era apartarse con presteza de su camino.

Ha pasado el tiempo y su transcurso nos ha dado las claves de aquellas extrañas conductas. Los hablantes que así se comportaban eran probadores de la telefonía inalámbrica. Insiders, en pedante. Los gesticulantes, youtubers. ¡El tiempo! ¡Cómo coloca todo en su sitio!

Aquellos adelantados fueron los artífices de que en el presente el gentío hable por calles, plazas y conciertos en soledad entrañable. El comportamiento actual es el socialmente aceptado y aceptable, y por esa razón quienes transitan en silencio, ausentes sus manos de Smartphone que arrimar a la oreja, causan recelo, incomprensión, desprecio y, porque no confesarlo: ¡Miedo! ¿Qué estarán tramando? ¿Porqué andurriales vaga su pensamiento? ¿Qué secreto atroz guardan que no comparten con la masa parlante? Si ocultan… son culpables.

El tiempo dirá en qué conjura se hallan metidos pero… ¿No sería conveniente formar una comisión, o mejor un observatorio para tratar de descifrarlo aquí y ahora? Quizás estemos a tiempo.

¡Uf, qué calores de nuevo!

¡Tiempos!