viernes. 19.04.2024

Meter las patas

EMT

Soy de los de cruzar las piernas. Ignoro si es por genética, reflejo espontáneo o consecuencia de aquellos consejos, órdenes o advertencias que las ascendientes familiares –abuelas, tías, madres- con independencia del género y número, pero sí por el caso, es decir por ‘el si acaso’, nos hacían al inicio del pollear: «las piernas bien cerraditas». Así que los componentes de nuestra familia no somos de despatarre…en lo del sentar, claro.

Dicho lo anterior me adentro en el charco cenagoso del abrirse de piernas en boga y su inminente regulación, aunque quizás sea más acertado decir desregularización del aperturismo pernil; del practicado por el género masculino.

Usuario habitual del transporte público he observado, en efecto, a personas abiertas de piernas que ocupan su asiento y meten las patas, ambas por lo general, en los territorios colaterales. ¿Con la habitualidad de hacer necesario un indicativo urbi et orbi de «piernas cerraditas»? Si los expertos lo han considerado así, así debe ser.

Esperemos que los resultados sean más efectivos que los actuales de «asiento reservado» para señoras embarazadas, ancianos o personas con dificultades en la locomoción, que, salvo honrosas excepciones, no respeta ni dios. El personal se adentra en los vagones como si no hubiera un mañana para precipitarse al primer asiento libre. Una vez acogido en sagrado unos se enfrascan en el móvil, otros en el libro y el resto en sus musarañas interiores. Ninguno ve tripa de embarazo, muleta sustentadora o anciano inestable. O si lo ven, como don Tancredo en la plaza: estatua viviente.

Me pregunto el porqué con anterioridad –en la edad de piedra dirá algún lector- sin necesidad de indicativos ni reservas, se cedía de inmediato a embarazadas, lisiados o simplemente mayores de edad, el asiento. Y me pregunto de nuevo ¿por qué se ha perdido la costumbre? ¿Podría retornarse a ella? ¿No sería conveniente averiguar las causas y tratar de restablecer esas mínimas normas de convivencia? ¿El estudio exige un esfuerza neuronal del que  hoy se carece? ¿Esa incapacidad de los controladores sociales es lo que les ha llevado a proponer un muñequito más?

Lógicamente estoy en contra de que un ser humano limite e incomode el bienestar de otro. Pero cuestiono la eficacia del método que pretende regular el despatarre. De lo que sí estoy seguro es que el día de su inauguración, en la fotografía conjunta de los ingeniosos inventores, cada uno querrá presumir de «yo he sido el ocurrente» y todos lucirán la sonrisa habitual del «deber social cumplido» que tantas arcadas, incontenibles,  provocan. Al tiempo…


P.D.- Un mi amigo, sabedor del tema que iba a tratar, me ha rogado que proponga que entre los usuarios de los «asientos reservados» actuales se añada una imagen de permitir sentarse a personas espatarradas. Sufre una orquitis bilateral, insidiosa y contumaz. Reseñado queda, querido. Pero no sé yo si…

Meter las patas