jueves. 28.03.2024

Intimidades

Que las intimidades son para compartir con los más allegados o en la consulta del psicólogo, lo sé. Pero también, profesionalmente, suelo aconsejar que aquello que atenaza y atosiga los interiores se escriba. Plasmado en el papel los problemas suelen diluirse como nieve al sol… siempre que no sean eternas.

Siguiendo la máxima de «cura te ipsum» transcribo aquí y ahora, sobre este papel, la decisión tomada: ¡La he dejado! Y para siempre. Hay relaciones que parece llegarían  a buen puerto. Sorprende entonces que tras un inicio, satisfactorio por ambas partes, de repente surjan desavenencias que parecen insalvables. Romper una relación es un acontecimiento traumático que merece recurrir, antes de llevarlo a cabo, y no ser tachado de inconsciencia reprobable, al consejo de un experto.

Así que, aprovechando la buena sintonía con la vendedora de unos grandes almacenes, a la vez que adquiría una sartén, le comenté el problema. Mujer versada y madura, me dio opinión y consejos que decidí seguir al pié de la letra. Un segundo dictamen, me dije, reforzará la decisión. A una agradable reponedora del supermercado la hice partícipe, pues,  de mi desavenencia. Más joven que la anterior, pero a todas luces más experimentada, me aconsejó paciencia, utilizar la mano izquierda y añadir un método, según ella, eficaz y salvífico para casos semejante.

He seguido ambas directrices, puesto gran voluntad y entusiasmo. ¡Fracaso total!

Tras más de media hora utilizando la plancha, «centro de planchado inteligente», la «mano izquierda para estirar» y el «planchado fácil», la camisa ha persistido en mantener sus arrugas y dobleces. Quitar una y marcarse otra más profunda y aguzada, un continuo. Tanto en la pechera como en la espalda. De las mangas, largas, ni mención siquiera.

Así que tras aquella primera y satisfactoria puesta de estreno, he roto definitivamente con ella. La tolerancia y comprensión tiene sus límites.

Tomada la decisión, calmado el ánimo, vuelto lo del pensar por dentro, me he inquirido sobre la causa de la causa y dicho: ¿No será que como me dijo un conocimiento, fugaz e irrepetible, el verde no es mi color? ¿Merecería la pena, y el esfuerzo, dar la oportunidad a otra prenda de color diferente? ¿De manga corta?

En superando el trauma, veré.

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