viernes. 19.04.2024

Cualquier tiempo pasado...

‘Y sentí dolor en el pecho’, finalizó diciéndome el adolescente de dieciséis años. ¿Dolor de amor? No. De ansiedad, de angustia ante los exámenes que tenía por delante y su ‘necesidad’ de obtener máximas notas que le vayan aproximando el acceso a la carrera universitaria deseada, al título que será papel mojado si no le añade varios máster que le acrediten para ejercerlo y que, a buen seguro, limitarán para siempre su universo de conocimientos y quebrantarán la economía familiar.

Mis compañeros de aquel entonces, yo mismo ¿tuvimos alguna vez dolor precordial ante un examen? ¿Por necesidad de obtener una calificación sobresaliente que abriera las puertas de la universidad? Que recuerde, no. Bastaba superar la opción elegida, ciencias o letras, y quedaba expedita la Facultad que expediría el título para ejercer una profesión desde ese mismo instante.

¿Había que estudiar? Sí, claro. Pero había que sumergirse con idéntica, o mayor intensidad, en submarinos amarillos para elegir entre el ser y la nada, combatir la nausea existencial y contemplar cómo la metamorfosis alargaba el cabello cuajándolo de ideas, anhelos, y alguna flor perdida entre ellos… Y había que estirar las horas para que cupiera el canto al soldadito boliviano, al recuerdo de Amanda y a adentrarse con los cachorros en barrios perdidos donde las hojarascas se arracimaban a los pies de un coronel que no tenía quien le escribiera… en sus cien años de soledad.

No hallamos hueco en aquel entonces para estudiar inglés. Por las calles de París los chicos y las chicas cogidos de la mano tras la flauta mágica de una Françoise inalcanzable descubrían tras las barricadas de hierro y cartón piedra que el francés era más, mucho más que un idioma…

Como remate, y pese a todo el cúmulo de deberes relatados que pesaban sobre los inciertos hombros juveniles, cuando el campus se teñía de gris, había que galopar hasta enterrarlos en el mar. Y los dolores de corazón, intensos y desgarradores, reservados para los amores imposibles. 

El tiempo pasado, cualquier tiempo pasado… ¡qué diferente e irrepetible es! ¡Ay!

Cualquier tiempo pasado...