viernes. 29.03.2024

Amistad

No hubo pretensión de escuchar la conversación de las dos mujeres, amigas, que se hallaban sentadas a una mesa adyacente a la mía, pero la distancia de separación era menor a un brazo...

No hubo pretensión de escuchar la conversación de las dos mujeres, amigas, que se hallaban sentadas a una mesa adyacente a la mía, pero la distancia de separación era menor a un brazo extendido, no muy largo y encogido por la artrosis. Además me sentí prendado por la musicalidad de sus voces y porque ambas guardaban tiempo de silencio para escuchar a la otra. Tiempo medido. Como la cadencia del reloj de los jugadores de ajedrez. ¡Y tan atenta la una de la jugada de la otra…! y también viceversa, como escribió el poeta.

Exponían, cada cual en su turno, el problema que cada una de ellas portaba sin resolver. Habituales de la vida de hoy y también de ayer. Inmersa en un litigio de divorcio sin acuerdo, la colateral a mi.  Una de esas separaciones de daño mutuo. Como de revancha por haberse querido inútilmente, sin sacarse el provecho esperado.

La otra bajo la sospecha de la infidelidad, pero sin querer creer. La desazón de alma de quien ama y aprecia desarmonías en el ser amado…

Ni una ni otra usaron de consejos o apelaron al ‘y yo peor’…La música tenue de la cafetería, el hablar pausado de ellas, la escucha atenta, me hicieron recordar una sesión psicológica pero sin de espera de diagnóstico ni demanda de tratamiento. Un vacío de dolor de alma escuchada. Simplemente.

El remate final, tras el consumo de un té y una cerveza sin alcohol que habían utilizado para ir deglutiendo pausadamente la conversación, fue el intercambio de obsequios navideños ¡tan retrasados! Y las expresiones y muestras de cariño al contemplarlos. Retrasados sí, pero muy a tiempo para hacer brillar los ojos empañados por lágrimas de amistad. Y los de un desconocido anónimo cercano…

Amistad