sábado. 20.04.2024

Rajoy y la independencia

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Rajoy, en un acto de campaña en Cataluña. (Flickr PP)

Tal como Rajoy y su gobierno han puesto las cosas es muy difícil no desear la independencia de la España que él defiende, representa e impone

Tal como Rajoy y su gobierno han puesto las cosas es muy difícil no desear la independencia de la España que él defiende, representa e impone. Con unas dosis muy baja de conciencia democrática, con un desconocimiento casi absoluto de las esencias democráticas que fueron conformando Europa desde la Ilustración, con una maleta llena de autoritarismo y de fotografías de de un pasado atroz, Mariano Rajoy Brey está a punto de convertir España en un lugar inhabitable. Quede claro que no comparto en absoluto el montaje independentista catalán porque no creo en la aldeanización de un mundo cada vez más globalizado que necesita de grandes uniones para combatir la dictadura mundial de los mercaderes, sin embargo, al contemplar la obra legislativa del catastrófico político gallego, siento que nos están echando, que nos impelen a abandonar de una vez por todas ese buque fantasma construido durante el franquismo en el que se adoran ídolos fatídicos para proteger los intereses de una estirpe que durante siglos sólo se ha caracterizado por hacer daño, muchísimo daño, a quienes forzosamente habitaban y habitan al sur de los Pirineos.

Personalmente no me siento identificado con una bandera de origen aragonés que fue usurpada por Franco y los suyos para cometer los mayores crímenes de nuestra historia, no siento la menor emoción al oír el himno que me aturdió durante mis años escolares franquistas brazo en alto, no comparto ninguno de los ideales derivados del nacional-catolicismo que siguen vigentes gracias al gobierno de un partido que tiene sus raíces en el régimen anterior, por el contrario, me causan malestar intestinal, azogue, grima, sarpullido, prurito, vómito, ictericia, incluso gonorrea. Desde la llegada de Aznar al poder y el comienzo de las privatizaciones totales y salvajes, España se ha embrutecido, ha ido degradándose al mismo ritmo que crecía la burbuja, aumentaba el abandono escolar, el desprecio por el conocimiento y una red clientelar sólo comparable a la que existió durante la primera Restauración borbónica y el franquismo, todo ello auspiciado desde las más altas esferas del poder popular y con el silencio de quienes tenían la obligación de denunciar lo que se estaba haciendo con nosotros.

Esa burrería nacional institucionalizada ha sido utilizada por el nefasto gobierno paleolítico para confrontar a España con Cataluña y viceversa. Las campañas contra productos catalanes, la negativa del gobierno a hablar con los representantes catalanes de la nueva financiación, la anulación de facto del nuevo Estatut, las sucesivas sentencias de un Tribunal Constitucional que se ha convertido en juez y parte y el reverdecer de un centralismo chusco y maloliente han propiciado que una parte notable del pueblo catalán haya decidido soltar amarras pese a las muchísimas cosas que nos unen, entre otras poner punto y final a los gobiernos neo-franquistas de los que no se podrá librar Cataluña en solitario salvo que allí se hayan olvidado de hasta donde son capaces de llegar esos señores.

Rajoy decidió, siguiendo los consejos neoconservadores europeos, que la mejor forma de enfrentarse a la crisis era devaluar al país entero, es decir, eliminada la posibilidad de devaluar la moneda que existía mientras tuvimos la peseta, la política económica de Rajoy ha consistido en abaratar todos los derechos de los trabajadores, incluido, por supuesto, el salario, hasta el punto que en muchísimos casos hoy no sirve trabajar para vivir, no da. Apoyado en las élites económicas más poderosas y retrógradas del Estado, Rajoy concluyó que llegaríamos al pleno empleo dejando el salario medio nuevo en quinientos euros mensuales, sin pararse a considerar que eso no da para vivir ni para financiar derechos y servicios básicos como las pensiones, los hospitales, las dependencias o la Educación, entre otras cosas porque todo eso a él se la trae al pairo. Del mismo modo actuó, y actúa, ante el problema catalán que él y los suyos lograron enquistar al presentar el recurso de inconstitucionalidad contra el Estatut de Catalunya. Para él en ese territorio no ocurre nada, la gente sale a manifestarse masivamente, saca banderas esteladas y se pasea una vez al año porque se lo pasan bien, pero los verdaderos catalanes se preocupan de otras cosas más interesantes como el fútbol que es lo que de verdad nos une a todos los españoles en una Liga tan santa como patriótica. El fútbol nos une, pero si un día nos fallara, siempre estaría a mano Santiago Matamoros con su blanco caballo y su espada flamígera, en la seguridad de que Dios, Todopoderoso, siempre ayuda a los malos cuando son más que los buenos.

Como murciano que soy -aunque renegado, pertenezco a una comarca natural, la del Segura, que incluye trozos de Murcia, Albacete, Jaén y Granada-, contemplo con inmenso dolor como año tras año avanza la pobreza y la miseria, en una tierra castigada por el mal gobierno y la incultura, casi al mismo ritmo que la desertificación derivada de la falta de lluvias y de la insolidaridad de quienes tienen agua de sobra y se niegan a compartirla; pero incluso allí, dónde al grito de “Acho Pijo” miles de personas votan una y otra vez al partido de la corrupción, la desigualdad y la ruina, hay personas que luchan con toda su alma por independizarse de la España de Rajoy y que necesitan como el aire la ayuda de sus compatriotas catalanes para conseguirlo. En mi tierra y en la de mis ancestros, que tiene la mala suerte de estar mucho más cerca de Marruecos que de Francia por cuestiones estrictamente geográficas, no hay banderas esteladas pero sí una inmensa frustración al comprobar que quienes más piden son los que tienen más dentro de una corriente de pensamiento mundial que pregona a los cuatro vientos el viejo refrán que decía “a quién Dios se la dé, San Pedro se la bendiga”, y que en otras palabras quiere decir si eres pobre es porque te lo mereces; si soy rico es porque me lo he ganado para mí y sólo para mí. Y en ese páramo castigado sobremanera por la actuación del partido franquista, somos miles también quienes estaríamos entusiasmados con la formación de un gobierno de concentración que incluyese a todos los partidos –incluidos los hoy independentistas- para poner fin de una vez a los destrozos causados por el independentismo de Mariano Rajoy y sus compañeros de viaje, un gobierno de la ética, la justicia y la solidaridad que diese por concluida la segunda transición y abriese el camino a un periodo de prosperidad para todos los habitantes del Estado, independientemente de la situación geográfica del lugar en el que le vino en suerte nacer. No hay ninguna justificación para que ese gobierno no se forme porque tenemos un problema de decencia pública que es necesario solventar de inmediato, pero si no se hiciera, todos, catalanes y murcianos, vascos y gallegos comprobaremos en nuestras carnes hasta donde es capaz de llegar el independentismo de Rajoy y los suyos.

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