jueves. 28.03.2024

¿Dictaduras, democracias?

Qué maravilloso aquel viaje iniciático por Marruecos. No hay nada comparable a la plaza de Djemaa el Fnaa, con la Kutubia al fondo -esa en la que se inspiraron los alarifes de la Giralda-, los palacios reales, la mezquita, los tirititeros, aquellos hombres que teñían ropas, los que echaban fuego por la boca, los que jugaban con las serpientes, los petas de polen…  ¿Te acuerdas? ¿Y de Xauen, todo azul, de la ciudad imperial de Meknes, del Atlas, de las inmensas playas. ¡Quién pudiera vivir allí!, ¡qué tranquilidad! Sí, lo recuerdo pero a mí siempre me gustó más Túnez, las ruinas de Cartago, Monastil, Bizerta, Djerba, no sé, parecía todo más ordenado, más europeo, reconozco que Marruecos está muy bien, pero yo para vivir preferiría Túnez. Pues a mí me parece que estáis equivocados, me apasiona el norte de África y podría vivir en cualquier país, acaso olvidáis la medina de Argel, Timgad, Djemla, Damasco, Palmira, Alejandría, El Cairo, Luxor, Fayún, Tarim, Seiyum, Shibam-Hadramut, los desiertos fascinantes… Ya todo eso está muy bien, pero a mí me gusta más el Caribe, sobre todo Cuba, la música, la alegría contagiosa de los cubanos, su simpatía, la belleza de La Habana. ¡¡Hombre, pero Cuba es una dictadura!!

Desde que triunfó la revolución cubana, antes de saber los derroteros que tomaría, no hemos dejado de oír descalificaciones cada vez más agresivas sobre aquel régimen. Durante el franquismo por el natural anticomunismo de los regímenes fascistas, cuando la democracia porque los medios de comunicación de masas aborregadas se empeñaron en hacernos creer que la única dictadura existente en el mundo era la cubana y, por tanto, la peor. Al principio, la progresía española simpatizaba con el régimen imperante en la Perla de las Antillas, pero conforme avanzaron los tiempos y fuimos haciéndonos demócratas de verdad, defender a Cuba con cualquier argumento se fue convirtiendo en algo que estigmatizaba por completo al defensor, incluso si se le ocurría hacer semejante consideración ante personas “cultivadas”  que en tiempos ya lejanos lucieron barba y camiseta con la foto del Che. Cuba era la dictadura por antonomasia. Empero, algo cambió hace unos años cuando, pese al bloqueo, nacieron otras si cabe tan terribles como la de Castro: Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, en fin, un puñado de países que surgieron de la piel del diablo y se negaron a continuar siendo el patio trasero de Estados Unidos.

Mientras en esos países mandaron amigos, a nadie importó la democracia, ni las condiciones de vida de sus ciudadanos, ni la corrupción, ni la tortura, ni la desigualdad, ni la miseria: Se decía que Latinoamérica era pobre y que nunca podría escapar del subdesarrollo. Denuncias esporádica en algún periódico o alguna emisora, poco más: Como decía Carlos Fuentes, que desgracia, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos. Era algo asumido. El protagonismo de esos países llegó cuando sus ciudadanos decidieron empezar a serlo y con su decisión comenzaron a amenazar los intereses seculares de las democracias fetén. Habían ganado la guerra fría en Europa y ahora, en sus mismas puertas volvía a aparecer el fantasma del comunismo. Cuba era la culpable, Cuba, situada a cien kilómetros de Florida, con doce millones de habitantes, había resistido y, cuando más cercada económica y políticamente estaba, encontró amigos en los pueblos latinos. Cuba no era ya la única dictadura, pero continuaba siendo la peor porque de su seno había salido el virus contaminador, al menos eso es lo que repetía y repite la prensa “democrática” mundial, que es la que nunca miente.

Sin embargo, para esos mismos medios Marruecos, Túnez, Argelia, Egipto, Siria, Yemen y Arabia Saudí eran países maravillosos, lugares dónde encontrar el reposo, la belleza y el divertimento que ofrecen como nadie las dictaduras medievales amigas. Nuestro amigo Mohamed V, primo emocional de Juan Carlos y por tanto tío de Felipe VI, es el máximo jefe de las fuerzas armadas marroquíes, nombra al Primer Ministro independientemente de los resultados de los comicios amañados, controla el 60% de la Bolsa de Casablanca y un porcentaje altísimo de la economía nacional, es el máximo juez y el principal legislador, posee múltiples palacios dentro y fuera de su país, promueve la tortura, la censura, el analfabetismo y la persecución del disidente político, machaca al pueblo saharaui y ocupa su territorio, además, por si esto fuera poco, posee una de mayores fortunas del mundo mientras su pueblo hace el payaso para turistas, vive en la miseria o se juega la vida atravesando el Estrecho en pateras. Evidentemente no es una dictadura, Mohamed V no es un sátrapa, es un demócrata de toda la vida porque es un aliado dócil que lucha contra la expansión integrista y obedece al patrón americano y francés en cuanto sea  menester. De Túnez, qué decir, ¿alguien sabía que allí había una tiranía, que Ben Alí y su familia tienen el 30% de la riqueza nacional? Me temo que no, Túnez era el paraíso terrenal con sus fabulosas playas, sus esclavos, sus moros de la morería, sus mercados, su tipismo… ¿El pueblo? ¿Y a quién cojones le importa eso del pueblo cuando uno va de vacaciones o se trata de mantener el equilibrio geoestratégico? Egipto, las Pirámides, Karnak, Luxor, Tebas, el Nilo, el esplendor de la antigüedad, el amigo fundamental en la zona más caliente, quién puede pensar que el golpista Al-Sisi sea un cruel tirano si estuvo con nosotros hasta en la guerra del Golfo, si tiene a raya a ochenta millones de hambrientos que de no ser por él habrían optado ya por lo mismo que los ayatolás de Irán. Arabia, un santo lugar sobre un mar de oro negro. Qué importa que de allí salgan dineros para terroristas o que el pueblo viva todavía en el mismo siglo de Mahoma. Pelillos a la mar, y es que no hay nada como pasar unas vacaciones en países amigos que conservan el tipismo, dónde todavía se monta en camello y en burra, dónde se bebe agua de aljibe con gusanos y la gente sólo habla para pedirte una limosna o venderte un poco de gena. 

Por si fuera poco, se parecen mucho a nosotros en aquellos lejanos y felices sesenta, cuando continuábamos siendo el centinela de Occidente, el bastión del anticomunismo, cuando suecos, alemanes, ingleses, franceses, yanquis e italianos venían a vernos como quien va al zoológico. ¡Qué tiempos aquellos del fascismo tecnocrático, con el festival de Benidorm, La chica ye-ye, el seiscientos, el negrito del colacao, la rabota de brandy, el anís del mono, Manolete y El Cordobés, Dalí, la misa y la confesión, los grises y los verdes, Banús y Jesús Gil, Núñez y Navarro, Fraga y Solís, Lola Flores y Manolo Escobar, los emigrantes que salían a conocer mundo, la educación católica, el turista un millón, la bomba de Palomares, los robos de niños, la represión, la prensa del movimiento, Ese toro enamorao de la luna, Juanita Banana, la Formación de Espíritu Nacional, la puta miseria y la madre que los parió! España tampoco era una dictadura salvaje, era la gran aliada que daba entrada y salida al Mediterráneo, un lugar muy bonito dónde bañarse, reírse de los nativos y tomar el sol por cuatro perras mientras se destrozaba para siempre una de las costas más hermosas de Europa, algo así como lo que es hoy. Entonces, si que vivíamos bien, quien no se metía en problemas no los tenía, no cómo ahora con diecisiete autonomías, con la persecución a la Fiesta Nacional, con eso de airear trapos sucios… ¡Qué tiempos aquellos! Por favor, no me digan que en hay dictaduras en el Norte de África, que malo es perder la memoria, qué malo ser desagradecido, sobre todo ahora, cuando España y Europa caminan sin freno hacia sistemas autoritarios, xenófobos y contrarios a los derechos humanos más elementales de la mano de Trump, Rajoy, May, Merkel, Hofer o Le Pen. Claro, el problema sigue siendo Cuba, y que en enero hace frío.

¿Dictaduras, democracias?