jueves. 28.03.2024

Descomposición que hiede

Si hay una cosa normal en democracia es votar, votar cada cuatro años o votar cada dos meses si las circunstancias así lo aconsejan.

Si hay una cosa normal en democracia es votar, votar cada cuatro años o votar cada dos meses si las circunstancias así lo aconsejan. Votar no es bajar a mil metros de la superficie y darle al motopico para arrancarle lo negro a las entrañas de la tierra, tampoco es trabajar como becario en un banco o en una emisora de radio, ni esperar cada hora de cada día a que venga la policía a echarte de tu casa. Votar es una fiesta de la ciudadanía a la que sobra el gesto ensayado, el maquillaje del engaño, la propaganda inútil, o sea el gasto. Quienes ven como anormal que se repitan las elecciones por falta de acuerdo entre fuerzas antagónicas, aunque no lo perciban así, añoran el partido único y la estabilidad que da la ausencia de disidencia, de alternativas al orden establecido por los poderosos. Muchos ansiaban para España un pacto a la alemana entre la extrema derecha, representada por el Partido Popular franquista, el Partido Socialista transmutado y el alevín neoregimental Albert Rivera, desde luego habría dado –tal como decía Mariano Rajoy-  cohesión al gobierno que se formase y habría permitido continuar con las contrarreformas antidemocráticas por él patrocinadas, sin hacer mella alguna en el putrefacto nivel de corrupción y locura que nos aflige y empuerca. Cualquier otro pacto, dadas las variables manejadas, era de todo punto imposible dado que Pedro Sánchez dejó muy claro cuál era, y es, su opción de gobierno tras coaligarse con Ciudadanos. Por tanto, bienvenidas las nuevas elecciones, procedimiento democrático por excelencia para resolver las cuestiones de difícil solución.

Dicho esto, es preciso enfatizar una vez más sobre el grado de descomposición y degradación en todos los aspectos del vivir que está sufriendo este país desde que comenzó la crisis-estafa de 2007. Hace unos días, un inmenso basurero de neumáticos comenzó a arder en la localidad toledana de Seseña inundando de veneno el aire y la tierra de decenas de localidades vecinas. Cualquiera que lo haya intentado alguna vez sabe que una rueda no arde arrimándole un mechero, que hace falta tiempo y fuego fuerte para que la combustión se produzca y que se sepa ningún rayo enviado por el maligno cayó a esas horas sobre el basurero del que nadie sabía nada hasta hace unas horas. Bien, sea como fuere, en democracia lo que hace el Alcalde que ha puesto de tal manera en peligro a los ciudadanos es dimitir, dimitir irrevocablemente y largarse a su casa o al infierno a esperar que le llegue el castigo merecido. Aquí no, aquí se saca pecho, se pone el ventilador y se lanza la mierda al aire para que salpique a todos dentro de un ejercicio de irresponsabilidad tan descomunal como carente de los más elementales principios éticos. Hay un partido que tiene a todos sus tesoreros –recordemos que el Tesorero junto al Presidente y al Secretario General son las tres personas más poderosas del organigrama, no es un cualquiera ni uno que pasaba por allí- acusados de corrupción -vamos de llevarse la pasta, de financiar ilegalmente a la organización, de jugar con dinero opaco, de fraude fiscal- y que lejos de provocar la renuncia inmediata de quienes los han nombrado y compartido poder con ellos, ocasiona en un primer momento un cierre de filas “patriótico” –sé fuerte- y en una segunda fase una desvinculación afectiva que utilizando la traición y la deslealtad como instrumento de combate trata de culpar al individuo en exclusiva de lo que es responsabilidad absoluta de toda la dirección y una forma normalizada de entender la vida pública. Pues bien, en democracia cuando te pillan en asuntos de esa envergadura, con ese nivel de putrefacción, se dimite, se pone uno a disposición judicial y si le queda un poco, sólo un poquito de vergüenza, se suicida para limpiar su honor y dejar en paz a los demás; en España tampoco, aquí se estira la cabeza, se mira con desprecio al contrario, se dice que vienen los comunistas, se grita ¡¡viva el vino!! y te vuelven a votar unos cuantos millones de personas orgullosas de que manden los suyos hagan lo que hagan. Un ministro, por citar a uno al azar, dice que habló con Dios en Las Vegas y que tiene un Ángel personal que se llama Marcelo y le busca aparcamiento mientras él ordena a los antidisturbios que aporreen sin piedad a quienes protestan por tanta desvergüenza. Otro Alcalde proyecta imágenes de Himmler y de Franco sobre las almenas del castillo de su pueblo como hecho gozoso mientras las víctimas siguen en las cunetas y en las tapias de los cementerios. ¿No es eso la putrefacción más absoluta de la vida pública y privada?

Otros señores, en este caso no franquistas pero sí muy de derechas, tienen durante dos décadas de president a un tipo que heredó una fortuna de su papá y se la llevó a Andorra y otros paraísos. Sus hijos, casi siempre se hace lo que se aprende en casa, imitan la conducta paterna y continúan heredando cantidades ingentes de dinero de abuelos, cuñados, primos, padrinos, vírgenes y mosenes caídos en acto de servicio sin descendencia. ¿Hay una rebelión ciudadana en esas tierras contra quienes tales cosas han hecho? ¿Se ha producido un vendaval de ira que no haya dejado piedra sobre piedra? Ni mucho menos, pese a la degradación política, moral y material, pese a los brutales recortes en Sanidad y Educación, pese a la brutalidad de su policía, pese a la miseria que el desgobierno de esa gente ha provocado, no se mueve ni una paja, ahora, eso sí, las banderas se han vuelto todas esteladas porque la culpa de todos los males es de los de Madrid. Le llaman transversalidad. Más al sur, en la tierra de María Santísima, una señora que preside un gobierno apoyado por Ciudadanos, habla de los comunistas como lo haría su paisano Utrera Molina pero mira hacia otro lado cuando le hablan de los dineros perdidos en el asunto de los ERES, alude a Venezuela para advertirnos del infierno que nos viene y sin perder la sonrisa presume de centrista en una tierra llena de posibilidades pero en la que la pobreza ha encontrado su casa sin que a corto ni medio plazo se atisbe la puerta por la que pueda salir de una vez por todas.

Sí, España vive una situación dramática, los jóvenes no encuentran trabajo estén muy preparados o poco preparados, los mayores de cuarenta y cinco años ya no tienen cabida en el mercado laboral, se dice que está ocupado aquel al que han contratado tres días al mes, el Presidente del BBVA gana 15.470 euros al día mientras demanda con urgencia nuevas bajadas de sueldo, Amancio Ortega es un filátropo muy amado en Brasil y Bangladesh, quienes de un modo u otro apoyaron a ETA  para que siguiera matando –sería en extremo interesante estudiar a conciencia la influencia que tuvieron los asesinatos de esa banda en el fortalecimiento de la derecha ultra en España- se permiten dar lecciones de democracia en vez de pedir perdón y desaparecer para siempre de la vida pública, pagamos cincuenta euros en cada recibo de la luz aún sin haber consumido ni un kilowatio, ponemos multas a quienes usan el sol como energía y cada día que pasa vemos como los ricos lo son más y los pobres mucho más numerosos y mucho más pobres. ¿Se puede vivir así? ¿No ha llegado la hora de embarcarlos a todos en un tren de Irún a Algeciras y tenerlos ahí hasta que se acaben los días? Ya lo creo que ha llegado, vivimos en un país que bien gobernado puede hacer desaparecer toda esa inmundicia y permitir a sus ciudadanos vivir con dignidad. La resignación es cómplice.

Descomposición que hiede