martes. 16.04.2024

Todos a una

Suena maravillosamente la lista encabezada por Ada Colau que la candidatura “Barcelona en comú” llevará a la votación de las bases...

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La apuesta es más alta. Nos encontramos en una emergencia, en una situación de excepción. Lo que se está intentando, desde el proceso colectivo de una gran originalidad que se ha emprendido a partir de distintos epicentros de gravedad, es llevar a cabo una «reforma intelectual y moral»

Suena maravillosamente la lista encabezada por Ada Colau que la candidatura “Barcelona en comú” (antes “Guanyem Barcelona”; una zancadilla burocrática ha obligado a un cambio de nombre, pero el señor Fernández Díaz, baranda de las covachuelas del ramo de Interior, aún no se ha enterado de que en estas cuestiones el nombre es lo de menos) llevará a la votación de las bases. Ha habido una verdadera puesta en común de intenciones, proyectos, iniciativas y trayectorias diversas. Hay nombres. Hay ganas de trabajar. Todos a una, como en Fuenteovejuna.

El proceso puede marcar una pauta a seguir en otras realidades, próximas y menos próximas. Cuando se da una convergencia firme de sensibilidades diferenciadas, la última preocupación de cada una de ellas ha de ser que su propia personalidad quede diluida en el proceso, o que su color no aparezca con claridad suficiente en el resultado final. Aparecerá. Todo suma, todo cuenta. Y el objetivo final de tanto esfuerzo y tanta renuncia personal consiste nada menos que en sacudir hasta resquebrajarlos los cimientos de un sistema corrompido y tergiversador de la voluntad y de la soberanía popular.

En ese proceso no vale la distinción entre derechas e izquierdas. (Respiren hondo, cuenten hasta tres. Ahora me explico.) Lo que importa en primer término es la visión del país como totalidad. Izquierda y derecha son, a fin de cuentas, posiciones topográficas para un debate parlamentario, y de lo que se trata ahora es de otra cosa. La apuesta es más alta. Nos encontramos en una emergencia, en una situación de excepción. Lo que se está intentando, desde el proceso colectivo de una gran originalidad que se ha emprendido a partir de distintos epicentros de gravedad, es llevar a cabo una «reforma intelectual y moral», con profundas repercusiones en todos los órdenes de la vida. He entrecomillado una expresión que fue acuñada por Antonio Gramsci desde la cárcel. Él lo expresó así: «En Italia no ha habido nunca una reforma intelectual y moral que implique a las masas populares. […] Por eso el materialismo histórico tendrá, o podrá tener, esta función no solo totalitaria como concepción del mundo, sino totalitaria en la medida en que abarcará a toda la sociedad, hasta sus raíces más profundas

La cita es literal. A efectos de lo que hablamos, en lugar de Italia habrá que poner España (o incluso Europa), y en cuanto al término “totalitario”, conviene recordar que, en la época en que fueron escritas esas líneas, no tenía las connotaciones aborrecibles que hoy se le han adherido. Lo que Gramsci quiso decir es que una reforma de tanta envergadura va mucho más allá de las vanguardias, de las instituciones de que se dota en cada momento el sujeto protagonista del cambio, y por supuesto del estamento político en su conjunto; porque afectan a todos, independientemente de la posición que ocupen en el tablero. Literalmente, afectan «a toda la sociedad, hasta sus raíces más profundas.»

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