jueves. 28.03.2024

Tintín en el vaticano

El Capitán Haddock no sabe dónde colocar al agente Fernández de la Sureté Nationale. Ha hecho un esfuerzo para colarlo de forma subrepticia en la presidencia del Congreso, y las protestas de sus aliados eventuales han rebasado el límite permisible de decibelios. Fernández no daba la imagen necesaria de renovación (él sigue ahí desde la época del canalillo) ni de concordia (al menos hasta que la mordaza sea considerada un elemento concordante). Después de descartar asimismo la opción de Nuestra Señora del Amor Hermoso, que sí daba la imagen apetecida pero podía traer problemas en el momento de moderar desde la mesa una sesión encrespada por los radicales, los insolventes y los rastas, Haddock se ha replegado a favorecer la nominación de la querida Castafiore, a cambio de algunos favores bajo mano al odioso separatismo catalán. Todo ha sido muy provisional y precario; a día de hoy, Fernández se dispone a encarcelar a los pactantes insumisos, y Haddock aún no ha decidido si irá por fin al envite de la candidatura. Vaya o no vaya, podría haber quemado inútilmente a Castafiore si la legislatura no prospera y se hace necesario recurrir a unos terceros comicios.

Ahora es el papa Bergoglio (¿quién se habrá creído que es, ese hombre?) quien veta al agente Fernández como embajador de España en el Vaticano. El papa está algo resentido por el espionaje de que han sido objeto sus finanzas, y es sabido que a Fernández la fontanería de los pinganillos ocultos le pone como una moto. A pesar de la piedad indiscutible del todavía agente de la Sureté, Bergoglio preferiría con mucho como embajadora a Nuestra Señora del Amor Hermoso, con la que mantiene relaciones cordiales y que nunca ha dado muestras de inclinación a filtrar a la prensa adicta pruebas acusatorias manipuladas contra rivales políticos. El capitán Haddock podría ahora mismo intentar, también, proponer para el puesto vaticano a Lolita Cospedal, la pizpireta sobrina del profesor Tornasol, con la que tiene otro serio problema de reubicación en el organigrama. Pero es de temer un nuevo rechazo tanto por parte del escamado Bergoglio como de la curia en pleno, habida cuenta de que está formada íntegramente por varones célibes temerosos de las posibles implicaciones en sus impolutas hojas de servicio de la traviesa injerencia de toda clase de lolitas de uno y otro sexo.

Un serio problema para Haddock. Tal vez habrá de recurrir a los buenos oficios del audaz reportero Tintín, para atemperar la frialdad vaticana. Tintín, que ha prestado relevantes servicios al Estado durante largos años, aunque bajo los colores de una escudería distinta a los azules de Haddock, aceptaría con gusto un destino tan a la medida de sus capacidades y de sus aficiones reconocidas. Y el nombramiento podría contribuir a aflojar nudos muy prietos que dificultan en las actuales circunstancias una investidura a lo grande.

Tintín en el vaticano