jueves. 25.04.2024

Ya no hay empleo de por vida

Lo ha dicho Matteo Renzi, el flamante presidente italiano, al día siguiente de una multitudinaria manifestación en Roma...

Lo ha dicho Matteo Renzi, el flamante presidente demócrata italiano, al día siguiente de que la CGIL le plantara un millón y medio de personas en Roma manifestándose contra la reforma laboral: «Ya no hay empleo de por vida.» Renzi hizo tan portentosa declaración con dos circunstancias agravantes añadidas: primero, lo dijo como si la cosa tuviera gracia; segundo, se quedó corto.

Te mueres de risa, lo primero. Millón y medio de personas ya talluditas pidiendo algo antediluviano, obsoleto; algo que no existe, que no está en el mercado. E ironizó: «Es como si quieres utilizar un iPhone y le das vueltas buscando la ranura donde tienes que insertar las monedas.» Vaya un chiste de pijo.

Y se ha quedado corto, además. Nadie batalla por un empleo de por vida, en efecto. Se batalla por un empleo, punto. Los sindicatos europeos no reclaman puestos de trabajo vitalicios ni nada por el estilo: sólo «trabajo digno». Lo cual debería ser una redundancia, pero no lo es. Debería serlo porque el trabajo ya estaba, en los tiempos de antes del diluvio, revestido de una dignidad particular. Cualquier trabajo, incluso el más modesto, in illo tempore era nada menos que el pasaporte al cielo de los derechos de ciudadanía. Hoy el trabajo no conlleva ningún derecho anejo, y la metáfora perfecta de la situación en la que se encuentran los derechos de ciudadanía es un iPhone estropeado: no tiene una ranura para monedas, en efecto, y tampoco funciona de ninguna otra manera por mucho que nos esforcemos en apretar botones.

Izquierda Plural ha presentado en el parlamento español una proposición no de ley sobre el trabajo digno, que incluye cincuenta medidas concretas. Es dudoso que salga adelante ni siquiera su discusión en el hemiciclo, dada la dinámica diseñada al efecto por el reglamento de las Cortes. Si se da la feliz circunstancia, dudosa, de que se les reparta el borrador, sus señorías se quedarán estupefactos/as y probablemente muchos/as se pregunten, como il cavaliere Renzi, para qué demonios poner a discusión cincuenta propuestas razonadas nada menos, Jesús qué plomo, sobre semejante antigualla.

Ya no hay empleo de por vida