viernes. 29.03.2024

Democracia telemática

Para lo que sí sirven las listas abiertas en votaciones de este tipo es para favorecer los votos concertados de castigo sobre uno o varios nombres determinados

La escaramuza política montada por Albano Dante Fachin, en nombre de Podem Catalunya, resulta difícilmente comprensible. Ha sometido a su militancia a una consulta para determinar si el partido se sumaba o no a la confluencia de diversos grupos de izquierda en una nueva fuerza, encabezada por Ada Colau y Xavi Doménech, capaz, si se tienen en cuenta las performances de sus partes componentes en las últimas contiendas electorales tanto a nivel municipal como autonómico y general, de situarse en un primer plano destacado en la vida política catalana. Fachin, sin embargo, es partidario de no integrarse, a la vista de que no se atienden tres demandas para él fundamentales. Son ellas la participación electoral por vía telemática, las listas abiertas y proporcionales para conformar la ejecutiva, y la adopción de partida de un código ético cerrado.

No parecen en principio líneas rojas muy significativas. La convivencia de la democracia con la telemática es muy reciente; en efecto, la segunda data de hace cuatro días mal contados, y la primera tiene ya veinticinco siglos de vigencia, si contamos desde la Atenas de Pericles. Resulta aventurado, entonces, considerar la participación telemática como condición sine qua non para la existencia de democracia interna. La cuenta de la vieja puede servir igualmente para contar votos, y no parece estar más desprovista de garantías por su condición rudimentaria desde el punto de vista tecnológico.

Tampoco el hecho de cerrar antes o después un código ético, si este es razonable y consensuado, se sitúa más allá de lo puramente instrumental. En cuanto a la propuesta de listas abiertas proporcionales para la ejecutiva, es un disparate sustentado en una concepción exageradamente individualista de la actividad política. Una ejecutiva, en cuanto que equipo de gobierno, contiene en su seno tareas diferenciadas que exigen habilidades y saberes distintos. Entonces, dejar al voto popular la composición de toda la ejecutiva viene a ser como decidir de ese modo la alineación de un equipo de fútbol para la próxima jornada. Podrían salir siete delanteros y ningún defensa central. Lo sensato es votar el equipo en bloque, tal como ha sido propuesto por los candidatos a la dirección, o simplemente votar al líder, y dejar que sea él, consagrado como el mejor o el más idóneo, quien designe a su propio equipo.

Para lo que sí sirven las listas abiertas en votaciones de este tipo es para favorecer los votos concertados de castigo sobre uno o varios nombres determinados. La idea tampoco es nueva. Cuenta Plutarco de Arístides que, cuando se dirigía a la asamblea anual que votaba el “ostracismo” (el destierro) para uno de los políticos en activo, un campesino le pidió ayuda porque no sabía escribir. Tomó Arístides la tablilla y preguntó qué nombre debía poner. “Arístides”, dijo el otro. “¿Cómo es eso? ¿Te ha hecho algún mal?” “Ninguno, ni siquiera lo conozco, pero estoy harto de oír decir a todos que es el más virtuoso de los atenienses.” Arístides rellenó la tablilla con un suspiro, fue votado mayoritariamente en la asamblea, y marchó disciplinadamente al destierro.

Fachin pedía el voto a 52.000 inscritos, y los que realmente han votado, a lo largo de los tres días prescritos, han sido 3.901. El 7,5%. Hay varias maneras de interpretar un porcentaje tan reducido. Fachin está contento porque estima que, a pesar de la baja participación, se ha dado una lección de democracia. Otra posible explicación, sin embargo, valoraría la abstención como un voto severo de castigo al convocante.

Es lo que tiene de peculiar la abstención, que ningún instrumento telemático puede descifrar de forma rigurosa su auténtico sentido. En cualquier caso la circunstancia importará poco, porque la nueva fuerza del “País en Comú” no se aglutina a partir de cuotas cerradas de partidos. Así pues, los 52.000 inscritos de Podem podrán apuntarse, sin ninguna traba de disciplina interna, a aquello que tenían ya decidido antes de votar o de abstenerse.

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