miércoles. 24.04.2024

Asaltar los cielos

Me parece preferible el esquema organizativo de partido que defiende el grupo de Echenique al de Iglesias...

En serio, dentro de las deficiencias excusables que percibo en las dos propuestas, me parece preferible el esquema organizativo de partido que defiende el grupo de Echenique al de Iglesias. Puestos a tomar los cielos por asalto, siempre será más prudente hacerlo en bloque, de forma masiva, que no individualmente y a pecho descubierto. La asamblea de Podemos puede tomar ejemplo de los contingentes de subsaharianos que asaltan, ya que no los cielos, las alturas de las vallas con concertinas de nuestras plazas africanas (hay vídeos muy reveladores), y extraer las consecuencias pertinentes.

De otro lado, yo diría que no existe en este momento el peligro de que si pierde la votación Pablo Iglesias se eche a un lado, por mucho que amague con hacerlo. El líder indiscutido de Podemos entró en la asamblea con un exceso malsano de dramatismo y con unos tics de prima donna que deberá corregir, mejor pronto que tarde. No es un macho alfa, en efecto; pero da la sensación de que él mismo no ha percibido aún el alcance de sus limitaciones. Lo digo sin ánimo de personalizar: me refiero a limitaciones que son suyas porque son las de todos nosotros, en tanto que individuos.

Vamos a la frase en cuestión: los cielos no se ganan por consenso sino que se toman por asalto. Marx utilizó el cliché del «asalto a los cielos» (era un cliché ya entonces) para subrayar las resonancias épicas de la Comuna de París, cuyos dirigentes prefirieron la muerte a la recaída en la servidumbre; Iglesias recicló el cliché para abonar la propuesta de una dirección unipersonal de partido «ganadora» frente a otra de carácter más colectivo y, en su opinión, perdedora. Detrás de la idea de Iglesias de un liderazgo personal y carismático aparece más o menos explícita la perspectiva de derrotar a Rajoy y a Pedro Sánchez en un duelo personal mediático a tres bandas para el que se siente plenamente capacitado, y ocupar luego a fuerza de votos «la centralidad del tablero político».

Pero el tablero político es bastante más complejo que eso. Más allá de los focos de los platós existen niveles distintos de realidad, frentes de lucha política que los partidos deben considerar y para los que tienen la obligación de estar preparados. Se trata de un trabajo colectivo y plural por naturaleza, un trabajo extenso, en red, en el que han de participar muchas personas más allá del propio núcleo de dirección del partido. Si con la metáfora del asalto a los cielos Iglesias nos está proponiendo algo más que una frase, no es de recibo su menosprecio por el consenso. Desde Gramsci sabemos que el consenso, como expresión concreta de la hegemonía cultural, es un ingrediente imprescindible de todo poder transformador de la realidad social. Luego cabe deducir que también lo es cuando se trata de asaltar los cielos, sean estos los que fueren. No hay contraposición entre consenso y asalto, no es lo uno o lo otro, son las dos cosas. Y es difícil de comprender el alegre menosprecio por parte de Iglesias del gran quebradero de cabeza que históricamente ha supuesto, para la construcción de cualquier bloque de progreso sólido, la política de alianzas.​

Asaltar los cielos