viernes. 29.03.2024

O cambio o dividendo

Las superestructuras no ofrecen muchos asideros para un cambio de gobierno, lo ha dicho Meritxell Batet, portavoz del PSOE: no hay buenas expectativas de que tenga éxito una moción de censura a partir de una alianza de socialistas y podemitas en el hemiciclo.

Tampoco llegan muy allá las perspectivas para una reforma de la constitución – bien en sentido federal, o en otro –, ni para la legalización de referéndums decisorios o consultivos que canalicen el proclamado “derecho a decidir” el sí o el no al Estado de esta o aquella porción de la ciudadanía. Son temas apasionantes los relacionados con las superestructuras, monopolizan la atención de las audiencias y son el mejor ornato de los proyectos políticos existentes, pero el terreno de juego está muy trabado, y parece difícil que consiga prosperar cualquier iniciativa medianamente significativa al respecto.

Vamos a pollas, entonces. Centremos nuestra atención en las infraestructuras, ese terreno tan desagradecido desde el punto de vista de la política de escaparate.

Propongo cuestionar desde amplios pactos de oposición el modelo actual de relaciones laborales, el modelo educativo y el modelo energético. Son tres temas de mucho recorrido. Pueden añadirse otros capítulos (sanidad, prevención social, política de género, modelo financiero, por ejemplo). Pero los tres citados bastarían para condicionar en un sentido positivo la política económica que está desarrollando el gobierno Rajoy, política que ha alcanzado cimas estadísticas empíreas sobre la base de ofrecer al personal pan (poco) para hoy, y hambre (mucha) para mañana.

Lo que ofrece el modelo de relaciones laborales puede sintetizarse en el conflicto del aeropuerto de El Prat: la guardia civil al mando, y el laudo arbitral como solución de emergencia. Aún no hace dos telediarios que la patronal en bloque se negó a considerar en forma alguna el mantenimiento del poder adquisitivo de los salarios, en la mesa de negociación con las centrales mayoritarias. Los conflictos Eulen, por consiguiente, van a multiplicarse este otoño. Algún remedio habrá que poner.

En relación con la educación, Estella Acosta nos ha preguntado en Nueva Tribuna “por qué lo llaman sobrecualificación si es subempleo”. Buena pregunta. El mal planteamiento de la política educativa en el nuevo paradigma de la producción conduce al despilfarro de los recursos, a la fuga de los cerebros y al torpedeamiento del futuro de las generaciones que despuntan. Habrá que poner algún remedio, también.

Finalmente, en lo que respecta a la producción de energía, según datos de Red Eléctrica de España (REE), la sequía ha disparado la emisión de gases invernadero en 2017 (el 3,2% respecto al año anterior), debido a la “pertinaz sequía”. En román paladino: el bajo nivel de los embalses ha disminuido la producción de energía de origen hidroeléctrico, y el déficit ha sido suplido con un incremento de consumo de energía sucia (carbón), única opción factible dado que desde 2013 el gobierno tiene paralizada la instalación de nueva energía renovable, libre de CO2.

El gobierno está priorizando la conservación del dividendo de las eléctricas a la conservación del medio ambiente. No hacen falta ni una reforma constitucional ni un voto parlamentario de censura para obligarle a modificar una política tan regresiva y peligrosa. Ni en este tema, ni en los de la concertación laboral y la educación. Siempre que las fuerzas de oposición del país consigan converger sin dramas en una alternativa definida, con cara y ojos, con proyectos y programas compartidos, bien razonados y estructurados.

O cambio o dividendo