viernes. 29.03.2024

La vida líquida

El escritor Fernando Ontañón acaba de publicar su segundo libro, “El periodista despedido”, premio de novela corta Dulce Chacón.

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El escritor Fernando Ontañón acaba de publicar su segundo libro, “El periodista despedido” (Ézaro),  premio de novela corta Dulce Chacón, un excelente texto que confirma su decidida vocación literaria. Este cántabro afincado en A Coruña desde hace años es una voz original de la nueva narrativa, que relata de manera convincente las vidas de su generación, la que nació en la década de los setenta y está ahora a punto de llegar a los cuarenta años.

Me llamo Francisco Bueno y soy un periodista despedido. Uno de tantos”. Así comienza esta historia, en la que el protagonista relata las peripecias de su vida. Desde un presente poco optimista -despedido del trabajo y rota su última relación sentimental-  recuerda el pasado reciente e intenta comprender que pasos le llevaron a la situación casi depresiva en que se encuentra. Con un ritmo cinematográfico el narrador realiza constantes flashback para recuperar los años de universidad, las relaciones de amistad, los amores, las rupturas y los intentos fallidos de conseguir una proyección profesional que lo conducen a la frustración y el desencanto. Estructurada en siete capítulos y con diálogos bien trenzados, la novela discurre placidamente; parece que no acontece nada relevante pero, de manera sutil, traza un retrato verosímil de un grupo de personas que llegan a la madurez sin haber superado la adolescencia.

El periodista, atormentado por la situación de paro prolongado, acepta una propuesta de trabajo que vulnera sus principios de la ética profesional. Como trasfondo de la narración aparece la crisis económica y la pérdida masiva de puestos de trabajo que conduce a este periodista a un difícil dilema: volver a la casa paterna o compartir piso con gente desconocida. Es uno de esos jóvenes que no conocieron la oscuridad del franquismo, que crecieron en una época de bonanza económica y pudieron hacer estudios universitarios; crecieron con la expectativa de una vida confortable en la que podrían conseguir proyección profesional. De repente todo lo que parecía seguro comienza a derrumbarse con estrépito, dejándolos a la intemperie, sin trabajo, sin ingresos y sin la esperanza de mejora en el futuro.

En esta novela hay amores y desamores, recuerdos de la amistad perdida, sexo furtivo, algunos porros y mucho alcohol. Hay hombres inmaduros y mujeres fuertes, hay mucha música y largas conversaciones nocturnas en el pub El Malogrado. También hay tramas corruptas, borracheras comatosas, traiciones, adulterios y algún muerto. Y un protagonista desnortado que, en la mitad de la vida, se ve atenazado por la culpa y atemorizado ante un futuro incierto que lo llena de pavor.

El filósofo Zygmunt Bauman acuñó el término de “vida líquida” para definir las formas de convivencia en la sociedad actual. Los proyectos vitales de la gente joven están marcados por la precariedade y la incertidumbre. Nada es sólido, nada es permanente. Hay cambios de ciudad, de casa, de trabajo, y relaciones monogámicas sucesivas. Siempre hay un inicio y un final; la vida consiste en una sucesión de cambios, rupturas y nuevos comienzos: todo tiene fecha de caducidad; todo -incluso los afectos-  está infectado por la obsolescencia programada. Fernando Ontañón hace un relato oportuno de esta forma de vida, cada vez más extendida en nuestro entorno. Refleja el desconcierto de una generación que se veía destinada la una vida plácida y que se encuentra, de repente, golpeada por la inseguridad y el infortunio. Demuestra, con esta entrega narrativa, que es uno de los escritores jóvenes que merecen proyección y reconocimiento.

La vida líquida