viernes. 29.03.2024

La secesión y la frivolidad

Aunque la situación política y histórica no es la misma, esta escalada en la beligerancia territorial me hace pensar en la antigua Yugoslavia.

La derecha española y catalana son muy semejantes. Gobiernan para beneficiar a las élites y dejan crecer espacios de corrupción alrededor de sus puestos de mando. Las tramas de corruptela del PP, diseminadas por todo el Estado como una red de cloacas, no son diferentes de las utilizadas por la familia Puyol y sus herederos, que también cobran comisiones y llevan el dinero a paraísos fiscales.

En los últimos tiempos ambas facciones dirigentes agitan las banderas e intentan inyectar en la población la ira patriótica, como si la causa de sus males fuese la cuestión territorial y no las políticas aplicadas por ellos mismos. Rajoy desde Madrid y Mas desde Barcelona están levantando barricadas (en lugar de tender puentes), e intentan alimentar el odio mútuo. Actúan como dos radicales que estimulan el conflicto. El primero se declara firme defensor de la unidad patria y el segundo habla del “expolio” que justificaría la secesión. Con una frivolidad extraordinaria alientan la confrontación (de la que obtienen rédito electoral) sin reparar en las consecuencias negativas que esta estrategia pudiera provocar; porque hay dinámicas que, una vez iniciadas, son difíciles de frenar y pueden quedar fuera de control. Unos y otros, altivos e irresponsables, incrementan la agresividad dialéctica y las acusaciones, en lugar de abrir espacios de diálogo que permitan buscar acuerdos y evitar la confrontación.

Aunque la situación política y histórica no es la misma, esta escalada en la beligerancia territorial me hace pensar en la antigua Yugoslavia, geografía castigada por una guerra brutal (1991-1995), que dejó 130 mil muertos y millares de desplazados. La declaración de independencia de Croacia fue el inicio de esta cruel confrontación. Meses antes de este infierno nadie esperaba la llegada de tanta brutalidad: Yugoslavia estaba a punto de ingresar en la Unión Europea. Esa guerra dejó heridas que tardarán décadas en cicatrizar y fragmentó el país en siete estados soberanos con conflictos enquistados muy difíciles de resolver.

En verano de 2011 tuve la oportunidad de visitar ese territorio. El paisaje de Croacia es impresionante. Pero vi otras cosas que me dejaron una profunda huella. En su día escribí: En Mostar vi jardines y parques infantiles invadidos por las tumbas de los jóvenes sacrificados en aquella guerra. Vi casas destruidas y los impactos de las balas en las paredes. Supe que, tantos años después, miles de personas seguían sin hogar y muchos no volvieron a cruzar el puente que separa la ciudad en dos partes. En Split vi una competición deportiva que enfrentaba a muchachos mutilados en un peculiar partido de voleibol. Los hijos del pueblo, amputados y arrastrados por el suelo, mientras las élites económicas y políticas amasaron fortunas con los negocios de la guerra.

Puede que mi temor carezca de fundamento. Pero a veces sólo es preciso una chispa para encender el fuego. Segun los historiadores la muerte de José Calvo Sotelo fue el detonante principal para el levantamento militar y el inicio de la guerra civil española. Las circunstancias son diferentes pero, con todo, este país necesita, con urgencia, un cambio radical en su política. Hace falta desterrar esta dialéctica de agresión continua, es necesario levantar puentes que permitan la aproximación y crear espacios de negociación para construir una convivencia civilizada. Hay que expulsar a los actuales ocupantes del poder, que ponen sus intereses particulares por encima del bien común, incluso jugando con el riesgo de un enfrentamiento entre hermanos.

La secesión y la frivolidad