viernes. 29.03.2024

Finalizó agosto

Remató agosto cubierto por la niebla. El verano fue caluroso, a veces, y con poca lluvia. La tierra quedó seca y el maíz apenas creció.

Remató agosto cubierto por la niebla. El verano fue caluroso, a veces, y con poca lluvia. La tierra quedó seca y el maíz apenas creció. Hubo muchos incendios -el último, inmenso, en Cualedro-, y la gente vió llegar, una vez más, el fuego ante sus puertas. Desde mediados de mes los días comienzan a ser cada vez más cortos, y el tiempo ya no es de fiar. Ahora lleva varios días lloviendo, cosa que celebra la gente del campo y lamentaban los numerosos visitantes que llegaron hasta aquí. Ya se nota la humedad, y los caracoles, desorientados, pasean por las aceras. Desde la ventana, hasta hace pocos días iluminada polo sol, reflejado en el mar del Orzan, ya no se ve la Torre de Hércules. El faro, invisible, brama con insistencia, para avisar a los barcos.

En los primeros días de agosto las cosas eran de otra manera. Hubo sol y calor sofocante. La gente inundaba las playas del entorno. Nosotros viajamos hasta la península del Morrazo. Había una celebración importante: nuestra nieta Antía hizo cuatro años. Ya llevaba unos días que nos avisaba: “Si no os portáis bien no os invito a mi cumple”. Hicimos lo posible por asistir. Nos juntamos todos en Moaña y comimos pescado de la ría. La niña sopló las velas y le cantamos la canción de rigor. Hubo regalos, risas y juegos.

Después estuvimos, por la tarde, en una playa de Bueu. Esta parte del mundo es muy hermosa. Con la isla de Ons enfrente, y Sanxenxo al otro lado de la costa, se esconden rincones excelentes, playas de arena fina bañadas por aguas dóciles. Antía estaba feliz y su hermano, Xian, anunciaba a quien quisiera escucharlo, mostrando tres dedos de la mano: “Yo hago tes en enero, yo hago tes en enero”. Es muy destemido, demasiado, y no le tiene miedo al mar. Se adentra en él sin pensarlo. Hubo un momento que estuvo, desde la orilla, tirando puñados de arena contra las olas. “¿Que haces, Xian?”, le preguntamos. “Estoy asustando al mar”, contestó.

Este último domingo, cuando salimos de Coruña, el viento soplaba con violencia, parecía empeñado en arrancar los árboles de la calle. Movía las ramas con una fuerza imperial, y provocaba un remolino de hojas como si estuviésemos en el otoño. Fuimos, otra vez, a ver el mar, en este caso a Malpica, a casa de unos amigos. La paella estaba excelente, los postres inapelables y la conversación, como siempre, amigable y divertida. Estuvimos repasando historias de este verano que ya finaliza. Hablamos, también, de nuestros nietos, y recordé que aquel día de playa, cuando ya nos íbamos, el niño preguntó: “Mamá, ¿y donde está la fuente del mar?”.

Finalizó agosto