viernes. 19.04.2024

Cada vez más pobres

Don Mariano ya no tenía dudas cuando era joven y defendía con vehemencia la "desigualdad natural” de los seres humanos...

Año 2004, en el Palacio de la Moncloa. El presidente recibe al ministro de Cultura y a los directores de los centros Cervantes, que solicitan aumento del presupuesto.Zapatero no pierde la sonrisa: “Hay dinero, hay mucho dinero este año. Y el año que viene habrá más. La economía va como un tiro”. Esta anécdota fue relatada por Muñoz Molina, que en aquel entonces era director del Cervantes de Nueva York. Revela bien a las claras la actitud frívola e imprudente del presidente del gobierno. La incompetencia de aquellos momentos y las medidas adoptadas al final de su mandato, cuando tomó decisiones severas en contra de su propio ideario y contra el pueblo, dejaron una penosa herencia. Amparó la burbuja inmobiliaria, negó la crisis y no adoptó medidas contra ella. Dejó crecer la corrupción y que invadiera las maquinarias de los partidos y los despachos oficiales. Pagó sus pecados en las urnas, pero la ciudadanía tardará en olvidar.

Pero sus sucesores, que recuperaron el poder prometiendo el final de la crisis y del desgobierno, no hacen más que aumentar el sufrimiento colectivo. Su actuación no está guiada por la bisoñez y la incompetencia, sino que tienen un plan perfectamente trazado, con una fuerte base ideológica, y que persigue crear áreas de beneficio privado a expensas de los presupuestos. Hay fuertes lazos de complicidad con la banca y con los especuladores financieros. Se trata, en definitiva de un poder oculto que expolia el dinero público y, ahora ya, sin necesidad de ocultar la catadura. Manuel Rivas reclamaba, en un artículo, una alianza para hacer frente al todopoderoso Partido de los Ladrones.

El gobierno de Rajoy tiene las cosas claras. Don Mariano ya no tenía dudas cuando era joven y defendía con vehemencia la "desigualdad natural” de los seres humanos. De acuerdo con sus principios está haciendo una actuación implacable: en media legislatura fulminó los derechos laborales, recortó con severidad la sanidad y la educación, redujo al mínimo las ayudas a la dependencia, precarizó la situación de los pensionistas y dejó sin sanidad a los inmigrantes; Mientras tanto las ayudas a la banca fluyeron con total generosidad. Gabriela Cañas denunció que “es tal el descaro con el que los dirigentes adoptan sus decisiones en esta carrera por aumentar la desigualdad que ni siquera se toman la molestia de cuidar  las formas”. Asistimos inermes al gran expolio, ejecutado desde el poder con total impunidad. Podemos recordar como, en la última semana de noviembre de 2012, el gobierno entregó a la banca 37.000 millones de euros. Al día siguiente decidió mantener la injusta ley hipotecaria que lleva a miles de familias a la intemperie, y dejó a 145.000 cuidadores familiares de dependientes sin Seguridad Social.

Millás ironizaba en un artículo sobre las similitudes entre la mafia y el Estado. Siempre pensó que la mafia aspiraba a ser Estado mientras que, ahora, parece que las cosas son al revés: es el Estado el que actúa a imagen y semejanza de las mafias. Las cloacas de la corrupción lo corrompen todo y ahora "las tuberías de los albañales y las del agua potable se cruzan, se atraviesan, se abrazan, el caso es que cuando abres el grifo de la cocina sale mierda". Esta imagen hiperbólica puede ser algo más que literatura. Empezamos a sospechar qué tiene mucho parecido con la realidad.

Las consecuencias de las decisiones políticas impuestas, siguiendo el catecismo ultraliberal, están a la vista. Podemos verlas a diario en nuestros barrios y en nuestro entorno personal. Asistimos a la privatización de la vida, vemos como la incertidumbre planea sobre nuestro futuro y sabemos que nada está garantizado. Los datos también son contundentes. Un informe elaborado por la Fundacion Foessa dibuja un escenario poco prometedor: en España hay tres millones de personas en situación de pobreza extrema y un 6,4% de los españoles están al borde de la exclusión social. El empobrecimiento y la inseguridad económica de muchos hogares llegó a un punto de difícil retorno, y cada vez hay más diferenciación ciudadana en el acceso a los derechos básicos. Cáritas advirtió que la multiplicación de recortes sociales "están sentando las bases para que el impacto de la crisis se cronifique entre los más desfavorecidos". La desigualdad de la población creció de manera escandalosa: la distancia entre el 20% más rico y el 20% más pobre es la más gran de Europa.

Detrás de los números hay personas que sufren, y que no son los responsables de la situación creada. Las políticas adoptadas en los últimos tiempos no contribuyen a disminuir el daño colectivo, pero sí ayudan a aumentar los beneficios privados. Quieren hacer ver que los recortes, las privaciones y la laminación de los derechos se producen de manera inexorable y que no existen otras posibilidades. Pero no es cierto. El empobrecimiento y la desigualdad son provocados y aumentados por sus decisiones políticas, fundamentadas en una ideología clasista, y persiguen aumentar la riqueza de los más ricos a expensas de eliminar la clase media, soporte fundamental del Estado de bienestar. El sociólogo Antonio Ariño ya advirtió que "estamos caminando hacia una Europa amoral y asocial: alguien tendrá que aplicar otras políticas”. 

Cada vez más pobres