jueves. 18.04.2024

Todo un despropósito

¿Cómo es posible que la parte agredida y diezmada, las mujeres, tengan que cargar con el estigma de ser potenciales...

Durante todo el verano hemos ido de despropósito en despropósito. Y sí, no me refiero a temas políticos de ámbito nacional ni a las guerras en Palestina y Ucrania sino a una situación insidiosa que incide en la mitad de la población española.

Me refiero al tema de la mujer en España. A cómo la mitad de nuestra población vive -de forma más o menos notoria- sumida en lo que podría llamarse una subestructura, si tomamos como indicador los tres niveles de clasificación marxista: la infraestructura, la estructura y la superestructura. Sería algo así como que, de algún modo (derechos y obligaciones formales) pertenecen a la estructura social pero de muchos otros modos –de ahí lo insidioso del asunto- la realidad social se ocupa que sean un segundo nivel de la estructura (derechos y deberes reales). De tal modo que, solo en apariencia, tienen la misma situación que el resto de seres humanos de distinto género (hombres) colocados en la estructura de nuestra sociedad pero ellas no están allí de la misma forma, casi ninguna logra sacar la cabeza para atisbar lo que se divisa desde esa estructura.

¿Porqué ocurre esto? Porque están situadas en la subestructura: un tanto por debajo del nivel de la estructura. ¿Cuanto? Ah! Eso ya depende. Y ¿de qué depende? Pues ni más ni menos de factores económicos tales como clase social,  bienes poseídos, educación recibida, tener un puesto de trabajo. Claro que no solo depende de la economía, que hay mujeres maltratadas, asesinadas, violadas, etc, y ello ocurre todos los días y a la vista de todos. Y sí, es verdad. Y de ellas hablaré más tarde. Pero es importante señalar que si no se diese la circunstancia de que todas están por debajo de la estructura y no han alcanzado la igualdad real no sería posible su asesinato, maltrato, violación sin que nuestra organización social se descompusiera. Porque antes de llegar a ese extremo ha sido necesario invisibilizar la sexualidad de la mujer, quitarle importancia, trivializarla, considerarla como algo al servicio del varón, materia de consumo por otros y no de realización personal ni de derechos fundamentales como persona.

Por eso digo lo del despropósito, porque los hechos están fuera de toda razón o conveniencia para el país, ya sea razón legal, ética, humana, económica, sanitaria, etc. Y  porque son tantas las cosas que inciden en mantener esta situación, tantos los hechos luctuosos, tan impactantes, que no se entiende como en un país democrático y occidental esto puede continuar sin que las autoridades se despeinen siquiera. E, incluso,  trivialicen el asunto con declaraciones del tipo estos casos ocurren todos los días.

No es necesario hacer una lista de los despropósitos, basta para resaltarlos mencionar el brutal aumento de los asesinatos a lo que hay que sumar casos de abuso sexual también en aumento, violaciones en grupo no examinadas suficientemente por la justicia bajo el argumento de la falta de pruebas además de pestilentes declaraciones de próceres en cuyo inconsciente debe estar fijado como objetivo a lograr cualquier código de familia de países integristas.

¿Cómo es posible que la parte agredida y diezmada, las mujeres, tengan que cargar con el estigma de ser potenciales agresoras al encontrarse con los hombres a solas? ¿Cómo es posible que la justicia examine unas pruebas de violación teniendo solamente en cuenta el momento de inicio de la relación? Recuérdese que ha quedado reflejado en un selfie, y corroborado por testigos, que la chica y los chicos de Málaga estaban contentos y parecía haber acuerdo. ¿No le preocupa al sistema judicial saber qué pasó luego? ¿Como es posible que, aún habiendo acuerdo inicial, no llame la atención el estado en el que la policía se encontró a la muchacha? Es como si en el seno de cualquier actividad diaria nos encontramos con alguien a quién saludamos cordialmente y luego acaba agrediéndonos ¿intervendría la justicia? No hay duda de que sí.

¿Cuál es la causa de esta interpretación? No puede ser otra que la falta de interiorización del principio de la libertad de la mujer, su derecho a decir –en cualquier momento- basta, no quiero seguir. Ese es el problema: nuestra libertad está infravalorada, mediatizada, es como un libertad de segunda, de tal forma que si ya has comenzado tienes que acabar so pena de ser tachada de....póngase aquí cualquier calificativo bien desagradable.

Si hacemos el ejercicio de trasladar esta situación al otro género, el masculino, ¿alguien se imagina que se pueda obligar a un hombre a continuar con una relación sexual si de pronto le disgusta y no quiere seguir? Pues traten de hacerlo, elaboren argumentos, aporten razones, porque es la misma situación solo que con el género masculino.

Estos hechos no pueden tomarse a broma porque son clarificadores de la involución social que se está produciendo -y a toda velocidad- en lo referente a la consideración de las mujeres como sujetos iguales, con los mismos derechos que sus congéneres varones. Y no se queda ahí la cosa sino que también indican por donde irá el futuro no solo de las mujeres sino del país.

No está en mi ánimo ser tremendista pero me gustaría hacerles reflexionar sobre la posibilidad de una España donde todo el ámbito público esté segregado por sexos. Y si esta España fuera ya una realidad, ¿como se la imaginan? Hagan el ejercicio, por favor, no vayan a creer que no habría otras cosas más hirientes aún, ni imaginarse que las muertas, violadas, toqueteadas y abusadas no existirían. Más bien sería todo lo contrario. Con los derechos y las leyes hemos conseguido que estas cosas se reduzcan y que, de producirse, salgan a la luz; si hubiese segregación sería todavía peor, las  mujeres volverían a depender completamente de un varón. Lo mismito que ocurre en ciertos estados del mundo y que, en contadas ocasiones, se nos muestra a través del cine. En este caso hay un precioso filme saudí llamado “La bicicleta verde” vayan a verlo y podrán comprobar cómo la segregación e imposición de vestimenta a la mujer no son inocentes sino una parte –y no pequeña- de un gran plan. Curiosamente, los argumentos son los mismos que aquí usan los próceres bocazas. No sé si es esto lo que queremos para  las ciudadanas españolas. No sé si a los varones españoles les gustaría vivir en una sociedad así.

Pero mientras tanto algo habrá que hacer, algo que corte decididamente con esta situación. A pesar de los grandes avances que hemos tenido la igualdad real entre sexos no ha acabado de calar en la sociedad. Ello es debido a un problema del sistema educativo, concretamente a la falta de educación sexual en las escuelas y en todos los ámbitos educativos y todos los grupos de edad. Cuestión esta que los profesionales venimos reclamando desde hace muchísimo tiempo. Y que no es baladí porque debe comenzar por aclarar qué es sexualidad –no se ciñe únicamente a las relaciones sexuales- y enseñar cuales son los Derechos Sexuales de las personas.

Piénsese sino como el Sr alcalde de Valladolid -ginecólogo de profesión- soltó por su boquita (y no es la primera vez) la perla de que no podría subir con una mujer en un ascensor a solas porque si ella se quita el sujetador y sale gritando le causa un problema. Si ese señor tuviese educación sexual -cosa distinta de conocimientos anatómicos-  no tendría ningún miedo, primero porque sabría explicar lo ocurrido si llegara el caso y segundo, y más importante, porque ninguna mujer que tuviese educación sexual le pondría en tal aprieto. Por eso digo lo de a todos los niveles educativos y a todas las edades: siempre necesitamos aprender y reciclarnos y en el caso de este alcalde la necesidad es perentoria. Como también lo es en el de Málaga que normaliza la agresión a la mujer con el argumento de que esos casos se dan todos los días probando de este modo su escasa formación sexual puesto que sexualidad y libertad violentada no van nunca juntas. La violencia rima con el delito, la libertad con la ley y el derecho.

Recuerden: un No es siempre un NO. Habrá que comenzar por enseñar y aprender a decir NO y a recibirlo.

Todo un despropósito