viernes. 29.03.2024

Reflexiones al toque sobre el laberinto español

Se trata de constitucionalizar de una vez la Monarquía -o la República- y no de seguir monarquizando la Constitución...

Se trata de constitucionalizar de una vez la Monarquía -o la República- y no de seguir monarquizando la Constitución.

La transición española de la dictadura franquista a la democracia política y a las libertades, fue una transacción entre los sectores más jóvenes e inteligentes del franquismo y la izquierda clásica de la época, PCE y PSOE.

A cambio de la democracia política y las libertades, la izquierda aceptaba que las relaciones de poder real -económico, financiero, industrial- no se alteraran lo más mínimo.

Hubo que aceptar aquello por sentido histórico de las prioridades democráticas y porque la relación de fuerzas era desfavorable a la izquierda. Es lo que se llamó la "ruptura pactada" frente al de "ruptura democrática" que alentaba la izquierda al inicio del proceso.

La transición fue "tutelada" por los militares, férreamente franquistas, y fueron tragando porque el Rey era una herencia del franquismo, emanada del referéndum no democrático del 6 de diciembre de 1966, que le instauraba como "sucesor de Franco a título de Rey".

De todo eso hace más de 40 años, y en la hoja de servicios del Rey hay claros luminosos y oscuros clamorosos.

Lo que tenemos por delante es una nueva transición, de la democracia política, regenerándola y desinfectándola, a la democracia real, social y económica.

Por eso, la forma de Estado como piedra angular de una nueva Constitución más fuerte en los mandatos sociales y solidarios, es fundamental.

Se trata de más democracia, más autentica, de más calidad, como instrumento vital e irrenunciable para cambiar las correlaciones de poder real, de poder socio-económico, a favor de las mayorías sociales y populares, no de las minorías avariciosas, delictivas y especulativas... como ahora ocurre.

No hay que olvidar que el derrumbe en el prestigio de esta Monarquía, de la llamada clase política y sindical, de las instituciones en su conjunto, viene de lejos, se ha ido acumulando en un largo proceso de torpezas y desmanes... pero el detonante de ese derrumbe ha sido la crisis-estafa que golpea a los olvidados y perdedores de siempre, en la dictadura, en la transición, en la democracia...

Por lo tanto, la sucesión de Juan Carlos en favor de su hijo Felipe no puede ser un acto administrativo, un caminito de rosas y loas más o menos hipócritas al entrante y al saliente (a los que traté con respeto y afecto y sobre cuya hoja de servicios no es caso ahora de ponerse a establecer aciertos y errores)...

Con ocasión de la abdicación de Juan Carlos se impone abrir un autentico proceso constituyente, que debe abarcar de forma explícita el refrendo popular al nuevo marco constitucional y a la forma de Estado, monarquía o república.

De lo contrario, sería puro continuismo sustituir a un padre anciano por un hijo joven, pues persistiría la deslegitimación de fondo que es la causa de la grave crisis político-institucional que agrava e impide, a su vez, soluciones justas, solidarias y progresivas al paisaje insoportable de injusticia y desigualdad que golpea a la sociedad española.

Perdonen que me autocite, pero mi visión de ese proceso constituyente y de las líneas maestras de esa nueva constitución está pormenorizada en el artículo-ficción, pero no tanto, que publiqué hace 6 meses y que hace unas horas volví a republicar en diversos medios.

PP y PSOE, sobre todo el segundo, deberían ser muy reflexivos y no prestarse a cerrar en falso la operación abdicación-sucesión, porque ellos saben que se produce ahora a toda prisa a raíz de los resultados de las elecciones europeas, cuya extrapolación a unas elecciones generales daría de sí un parlamento con una presencia "monárquica" reducida a la mitad, y el procedimiento sucesorio no sería tan dulce como preveen ahora ...

Esto no ha hecho más que empezar ...

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