viernes. 19.04.2024

El sindicalismo precisa del cambio político

El sindicalismo debe presionar para conseguir un gobierno de cambio desde la izquierda y las fuerzas progresistas.

El sindicalismo debe presionar para conseguir un gobierno de cambio desde la izquierda y las fuerzas progresistas

El sindicalismo de clase, especialmente el que representa CCOO hace mucho tiempo que ha asegurado su autonomía respecto a las fuerzas políticas. Porque el sindicalismo tiene que estar siempre dispuesto a defender por encima de todo los intereses de la clase trabajadora que representa.

Pero el sindicalismo desde su independencia no puede ser indiferente respecto a la situación política. Al contrario, el sindicalismo precisa y necesita políticas que sean beneficiosas para los intereses de su clase. Muchas veces el sindicalismo tiene que hacer frente a críticas de mucha gente trabajadora que cree que no se defienden suficientemente bien sus intereses frente a  los recortes de derechos laborales que sufren. Y muchas veces los críticos son los mismos que han votado a los partidos políticos que desde el gobierno han establecido los mencionados recortes. Hace falta pues evitar contradicciones, no se puede responsabilizar al sindicalismo de los resultados negativos de lo  que se ha vota en las elecciones políticas.

El sindicalismo de clase siempre ha jugado un papel clave en la defensa de los intereses del conjunto de los trabajadores. CCOO jugó un papel trascendente en la lucha por la democracia y esta lucha comportó hacer frente a la represión de la dictadura. Porque la democracia significaba establecer la libertad política y el reconocimiento de los derechos básicos laborales y sindicales entre muchos otros. No se puede explicar la Transición sin hacer mención del papel del sindicalismo, de los sindicalistas y de la lucha de la clase trabajadora.

Del mismo modo el sindicalismo de clase ha encabezado la resistencia ante políticas de recortes de derechos laborales contra gobiernos del PSOE o del PP, especialmente ante las mal llamadas reformas laborales que lo que siempre han intentado es un recorte de derechos. Y esta resistencia y las movilizaciones en que se concretaron, muchas veces mediante las huelgas generales, han conseguido frutos positivos impidiendo las reformas en algunos casos o limitándolas en otros.

En el momento actual la situación es especialmente crítica ante la situación derivada de una crisis que se ha hecho recaer sobre las clases trabajadoras y populares. Una situación de agudización de la lucha de clases como reconoce un gran representante del capital como Warren Buffet cuando declara: “existe una lucha entre una clase –los súper ricos- que gana cada día a expensas de los intereses de la mayoría de la población, aquella que consigue sus rentas a partir del trabajo en lugar del capital“la lucha de clases sigue existiendo, pero la mía va ganando”.

La voracidad del gran capital no tiene límites y la crisis le ha permitido aplicar un retroceso sin precedentes en lo referente a los derechos sociales y laborales, y recortar profundamente en los países desarrollados el denominado estado de bienestar. Pero no tienen bastante y quieren más, son insaciables. En el caso del estado español sólo hay que recordar las recientes palabras del presidente de la gran patronal CEOE, Juan Rosell cuando dice: “el trabajo fijo y seguro es un concepto del siglo XIX” “en el futuro la ocupación tendrá que ganarse todos los días”. No hay duda que refleja una concepción reaccionaria pero que manifiesta claramente lo que en el fondo refleja el pensamiento de muchos de los representantes de las grandes corporaciones. Los mismos que ingresan millonarias retribuciones incluso en los momentos actuales de crisis sociales. Sólo aclarando que el mismo Rosell en 2015 recibió sólo en concepto de retribuciones por  su presencia, lo que en lenguaje coloquial diríamos “calentar la silla”, en los consejos de administración de Gas Natural y Caixabank ingresó la cantidad de 353.000 euros. Hay que decir que esto le comporta la presencia en no más de 36 sesiones, sumadas las dos entidades, en un año. Es una anécdota del fariseísmo del gran capital hoy política y económicamente hegemónico. Desde el sindicalismo se ha dejado clara la contradicción de las palabras de Rosell al defender una modernización de los procesos, la digitalización que él dice, y a la vez defender contradictoriamente la precariedad y lo que comporta: carencia de cualificación. Si no queremos ser una sociedad retardataria que quiera competido en bajos costes salariales, lo cual comportaría un empobrecimiento colectivo, lo que hace falta es lo contrario de lo que predica Rosell: impulsar un nuevo modelo productivo basado en más inversión en I+D+i, más actividad económica,  más ocupación digna y con derechos, y a la vez una mayor ocupación basada en el desarrollo de los pilares del estado del bienestar, como son los sectores de la educación, sanidad, dependencia y de más y mejores servicios públicos. Lo contrario es volver a sistemas por suerte ya superados por la historia.

No hay duda de esta agudización del enfrentamiento de los intereses de clase hoy en el estado español y en el conjunto de la UE. Por eso el sindicalismo no puede es indiferente respecto al resultado de las elecciones del 26-J.

Es evidente que desde el sindicalismo de clase y confederal se defiende un modelo diferente al actual tanto de sociedad como de modelo de proceso productivo. En el día a día el sindicalismo, los sindicalistas y la clase trabajadora se han enfrentado a las consecuencias de políticas supuestamente de austeridad que han hecho crecer la desigualdad y han beneficiado tan sólo a la clase de los súper ricos. Ahora con las elecciones es el momento de no sólo defendernos sino también tratar de pasar a la ofensiva y para ello se precisa de un escenario político más favorable a los intereses del conjunto de la clase trabajadora. La necesidad de una política diferente que devuelva los derechos laborales y sociales y también los sindicales, acabando con una política de criminalización del sindicalismo. Una política económica que plantee el modelo productivo que defiende el sindicalismo. El regreso de los derechos plenos a la negociación colectiva. Con una fiscalidad más justa, que acabe con los beneficios fiscales de las grandes empresas, y que persiga el fraude y la el elusión fiscal. Una política que defienda el trabajo digno en salario y derechos como mejor forma de eliminar de raíz la actual situación de emergencia social, a la que también hay que hacer frente con actuaciones urgentes cómo sería el establecimiento de una renta mínima garantizada por quien no tenga trabajo ni acceso a ninguna otra prestación social. Estos y otros muchos son factores que ayudarían a la vez a intentar hacer un cambio en las políticas de la UE. Un cambio que se dirime en las elecciones y al cual no es, ni puede ser, indiferente el sindicalismo de clase.

El sindicalismo debe presionar para conseguir un gobierno de cambio desde la izquierda y las fuerzas progresistas. Hay que decir las cosas por su nombre y el PP y C’s representan las políticas de las derechas que tanto sufrimiento están provocando. El contrato único que plantean desde C’s no es ninguna novedad, es el sistema que lleva a la práctica las palabras del presidente de la CEOE.

Hay que presionar para evitar “Grandes Coaliciones” que perpetúen políticas regresivas y hay que hacer que las Confluencias y el PSOE apuesten con seriedad por encima de sus diferencias y rivalidades para ir a un gobierno conjunto, con renuncias por ambas partes que lo hagan posible. En caso contrario todos saldrán perdiendo, el PSOE porque se puede cuestionar su futuro como fuerza de progreso, y Podemos-IU y las Confluencias su papel de fuerza alternativa decisiva.

El sindicalismo confederal y de clase tomará nota del comportamiento de cada cual.

El sindicalismo precisa del cambio político