miércoles. 24.04.2024

ICV, una opción a preservar

Esperemos que las confluencias de ICV no le pasen factura y puedan lastrar su futuro como organización imprescindible para la izquierda alternativa.

En todas las esferas de la vida hay aspectos que por su singular interés habría que preservar. Creo que en el campo de la actual política catalana ICV es una opción política que habría que preservar por parte de la ciudadanía.

La historia de ICV es parte de su importancia y es demostrativa de su capacidad de adaptación a las nuevas realidades y un proceso continuado de modernización. IC nace en 1987 de las brasas aún encendidas de la destrucción interna del histórico PSUC.

IC, y posteriormente ya ICV, asume la mejor herencia del PSUC como partido nacional y de clase. Partido que defiende de forma indisociable los intereses sociales y nacionales de las clases trabajadoras de Cataluña. El PSUC que creó un pensamiento hegemónico que ha durado mucho tiempo en la sociedad catalana, especialmente en tiempo de la dictadura y la transición.

Pensamiento que en muchos de sus aspectos, especialmente en el de la identificación de “Cataluña un solo pueblo” o “es catalán quién vive y trabaja en Cataluña” se han mantenido firmes hasta hace muy poco como identificación de la unidad civil de la sociedad por encima de diferencias de origen o de lengua.

A esta herencia, y también a la idea básica de buscar la unidad de las izquierdas, ICV adaptó y modernizó el partido mediante cambios internos como el abandono del “centralismo democrático” y la adopción de formas de democracia participativa con pleno respeto al pluralismo interno. En el ámbito estratégico ICV se abrió al ecosocialismo y al feminismo como aspectos básicos en su definición política. A la vez ICV ha efectuado un tránsito ordenado y con plena cohesión en el caso de los cambios de dirección desde Rafel Ribó a Joan Saura y de este a Joan Herrera y finalmente a la innovadora fórmula de coordinación compartida entre Dolors Camats y Joan Herrera. Hay que añadir también que todos sus máximos responsables han sido excelentes parlamentarios.

En su lucha por la unidad de la izquierda ICV consiguió a partir del 2000 una forma permanente de coalición electoral con EUiA, el referente de IU en Cataluña. En 2003 la coalición de ICV-EUiA forma parte del pacto de Gobierno Tripartito de Izquierdas, con PSC y ERC que rompe con la hegemonía de CiU en Cataluña. Posiblemente la gente de ICV y la de EUiA son las que con más claridad han defendido la existencia y la actuación de los gobiernos plurales hasta hoy día.

En la X Asamblea de ICV se acuerda intentar la confluencia con otras fuerzas y movimientos para conseguir incrementar el espacio de la izquierda alternativa y transformadora en Cataluña, más allá de la propia coalición de ICV-EUiA.

Con estos antecedentes ICV ha afrontado dos situaciones especiales como partido político, el proceso soberanista en Cataluña y la aparición de nuevas formaciones y opciones políticas.

ICV es un partido que defiende la radicalidad democrática y por lo tanto siempre ha defendido que la única solución para solucionar los problemas derivados de la relación de Cataluña con el estado es un “referéndum” acordado y con plenas garantías democráticas. ICV defiende una opción federal o confederal que permita mantener a Cataluña vinculada al estado español mediante un proceso constituyente tanto en el Estado como Cataluña que actualice la Constitución del 78.

En cuanto a la aparición de nuevas opciones políticas en ámbitos de progreso ICV ya apostaba por una apertura hacia nuevos agentes o sujetos transformadores antes de la aparición de estos.

Es por esto que en el actual ciclo electoral ICV ha apostado con toda su energía y con una amplia generosidad por crear espacios de confluencia con nuevas fuerzas en el ámbito de las elecciones municipales, autonómicas y ahora en las estatales en el ámbito de Cataluña.

Y decimos con generosidad porque ICV a pesar de ser un partido ya implantado no ha pretendido nunca monopolizar los procesos de confluencia, al contrario se ha implicado en recursos, cuadros y esfuerzos propios de una organización ya implantada llegando donde las nuevas fuerzas no podían hacerlo por ellas mismas.

No hay duda que esto ha tenido para ICV como organización desde costes económicos, por la reducción de cargos institucionales propios en ámbitos municipales como del Parlamento de Cataluña así como la propia pérdida de peso propio dentro de las instituciones a pesar de que las opciones que han confluido conjuntamente hayan mejorado o mantenido en conjunto las que tenía por sí misma ICV. E incluso ha sacrificado a sus mejores activos para garantizar la confluencia como ha sido el caso de Ricard Gomà en el Ayuntamiento de Barcelona o de los propios coordinadores Generales de ICV, Joan Herrera y Dolors Camats, al dar un paso atrás y no participar en las listas ni al Parlamento ni en el Congreso de los Diputados, en un gesto quizás excesivo de voluntad unitaria.

Creo que en algún momento pasada la novedad de su irrupción estos nuevos sujetos tendrían que reflexionar en cuanto al comportamiento de ICV. La razón es muy sencilla, ICV estaba preparada políticamente para abrirse a las confluencias de progreso, entre otros motivos porque ya tenía renovada su organización y proyecto. Por ejemplo ya hacía tiempo que hacía primarias para escoger sus candidatos; tiene establecida la limitación de mandatos; nunca ha tenido condonaciones de sus créditos bancarios y ha apostado por créditos directos de sus militantes; y porque ya ha hecho desde su situación minoritaria una política radical contra la derecha monopolista y contra las corrupciones diversas, sólo hay que echar mano de las hemerotecas.

Pocas cosas le pueden impresionar a ICV de las nuevas organizaciones, pero a estas quizás sí los convendría conocer cómo ha funcionado una organización de izquierda alternativa alejada del populismo, con cuadros formados en la vida municipal, asociativa y sindical. Y como decía un militante de ICV “es bueno que los nuevos partido sean honrados, pero que esté un viejo partido como el PSUC-ICV todavía es mejor”.

Hay que esperar que las otras fuerzas confluyentes en los diversos procesos con ICV aprovechen para formarse en la experiencia de quien siempre se ha definido y ha sido un partido de “lucha y gobierno” actuando en las calles y en las instituciones. Hay que esperar que no caigan en la tentación negativa de utilizar la alianza y el compromiso de ICV para tratar de sustituirla o intentar anularla en su función de referente de la izquierda alternativa catalana.

No es ningún secreto que los diferentes procesos de confluencia como "Barcelona en comú”, “Catalunya Sí Que Es Pot” y el último “En comú Podem” ha significado una cierta desazón en la militancia de ICV que vive con un cierto malestar en su orgullo de organización problemas como el de la invisibilización de sus señas de identificación: como propuestas políticas, identificación de sus siglas o de sus máximos dirigentes. Esta es sin duda una situación que habrá que resolver por todos los participantes en las confluencias en un próximo futuro, un vez que las nuevas organizaciones hayan madurado en su práctica política.

Por tradición, por experiencia, por capacidad de propuesta y por la calidad de sus cuadros ICV puede subsistir y quizás multiplicarse con una confluencia con otras fuerzas que busquen los mismos objetivos transformadores, pero en todo caso y como ha demostrado en el pasado es capaz de subsistir y reconstruirse en solitario en las peores situaciones.

En el pasado pero he visto casos de alguna fuerza política como fue Euskadiko Esquerra una fuerza de especial calidad en el panorama del País Vasco desde 1977 hasta 1993. EE, era la única fuerza de Euskadi claramente euskaldun que nunca apostó por el frentismo entre españolistas y abertzales. Era un partido de izquierda vasquista claramente de izquierdas con voluntad de unificar al conjunto de la población a partir de sus propuestas sociales y de su voluntad de paz y fin de la violencia terrorista. A pesar de toda su estrategia política muy elaborada, a pesar de la cualificación política de sus cuadros políticos, algunos de extraordinaria valía como Bandrés, Onaindia o Uriarte, no pudo superar el enfrentamiento frentista. EE desapareció fundamentalmente por problemas económicos que impidieron su subsistencia política, y en 1993 fue absorbida por el PSE-PSOE que a pesar de todo no aprovechó ni su elaboración sobre el problema vasco ni a sus cuadros más calificados.

Esperamos que las confluencias de ICV no le pasen facturas similares en un futuro que puedan lastrar su futuro como organización imprescindible para la izquierda alternativa y por el cambio social y nacional de Cataluña, de España y de Europa. Al contrario creo que toda la gente progresista tiene que apoyar y fortalecer una opción imprescindible a preservar en Cataluña cómo es el caso de Iniciativa per Catalunya Verds el más fiel y actual representante de los valores éticos y políticos del viejo y por muchos añorado PSUC.

ICV, una opción a preservar