jueves. 25.04.2024

La encrucijada crítica europea

La crisis económica ha sido gestionada fundamentalmente por la misma derecha que fue responsable de las políticas que la originaron...

Las elecciones europeas, del próximo 25 de mayo, llegan en un momento en el que es necesario cuestionarse ¿Qué queremos que sea la Europa del futuro? La crisis ha provocado, sin duda, un cambio radical en el sentido y en la percepción de la Unión por parte de la ciudadanía.

La crisis económica ha sido gestionada fundamentalmente por la misma derecha que fue responsable de las políticas que la originaron. Y la medicina que ha aplicado ha supuesto una fuerte crisis en una gran parte de los países europeos, especialmente en los del sur. La crisis fue causada por la desregulación financiera derivada de la globalización. La respuesta dirigida por la derecha neoliberal europea, una vez pasado el primer momento donde se llegó a oír hablar de la necesidad de "refundar el capitalismo", ha sido la de aplicar unas políticas económicas dirigidas a satisfacer los intereses de los "mercados", es decir del capitalismo especulativo, aún a costa de poner en cuestión el propio sistema que había sido el paradigma del modelo de desarrollo de la UE como era el "estado del bienestar".

Las políticas austericidas llevadas a cabo por la Unión Europea han consistido en imponer un ajuste de "caballo" a los países con problemas, a partir de la reducción de su gasto social en beneficio de la reducción de la deuda. Se ha potenciado la salvaguarda financiera, aunque provocara la ruptura de la cohesión social interna de los países, y todo en beneficio de los sectores más privilegiados de las diversas sociedades. El ajuste se inició en Alemania y después se ha exportado al resto de países sin tener en cuenta cuál era su situación social previa. Y lo que comportó una reducción de las condiciones sociales para la ciudadanía alemana, se ha convertido en la ruptura de los frágiles estados del bienestar de países como Grecia, Portugal, Irlanda o España. La salvaguarda de los intereses de los poderes económicos se ha valorado por encima de las condiciones de vida del conjunto de la ciudadanía y especialmente de sus capas más vulnerables.

La principal consecuencia derivada de las políticas de austeridad a ultranza ha sido un paro desbocado. En este momento hay cerca de 27 millones de personas en situación de desempleo en la UE, la mayor parte en la zona euro, que tiene una media del 12,1% a finales del 2013, lo que significa un incremento del 4, 3% respecto al 2008. Con situaciones críticas en países como España con un 26,7% de paro, con un incremento del 15,4% desde 2008. La situación es aún mucho más preocupante entre la población joven, hasta el punto de que se puede hablar ya de una "generación perdida" de gente joven y preparada. Las políticas de austeridad, sin acompañarlas de políticas de desarrollo económico, están en la base del grave problema del paro y conllevan otras derivadas como son la pérdida de condiciones sociales y laborales de las clases trabajadoras y del conjunto de la ciudadanía. En definitiva una pérdida de cohesión social dentro de las diversas sociedades nacionales y una pérdida de cohesión dentro de la Unión Europea.

La política basada en el ajuste del gasto social, en la falta de incentivos y de inversión de capitales públicos en el desarrollo económico está llevando a Europa hacia la recesión, en una especie de muerte lenta y sin perspectivas a corto plazo, ya que incluso en el caso de que se lograra un reinicio del crecimiento, este sería tan lento, que se precisaría un largo período de tiempo para lograr una reducción sustantiva del paro, y sin que se pueda vislumbrar la recuperación social a niveles anteriores a los de la crisis.

La política neoliberal de austeridad sin límites, dirigida por la canciller Merkel y llevada a cabo por la burocracia de la Comisión Europea ha impulsado la disciplina de la desregulación, la ruptura de la cohesión y el crecimiento de la desigualdad. Los objetivos macroeconómicos que interesan a los grandes poderes económicos se han priorizado por encima de toda otra consideración y así la solidaridad social, la dignidad de los individuos y las propias soberanías nacionales han sido considerados como elementos negativos.

Tanto es así que incluso la base democrática de la sociedad europea se ha puesto en cuestión. La dirección y el gobierno de las políticas económicas se han centralizado en unas estructuras europeas carentes de legitimidad y control democráticos y faltados incluso de la necesaria transparencia. Se ha provocado una ruptura evidenciada entre la acción de las instituciones europeas y la falta de mecanismos de control democráticos. Así, instituciones que no deben rendir cuentas a nadie se han superpuesto a las propias estructuras políticas democráticas de los diversos estados, y les ha dictado las políticas de reducción y ajustes de derechos sociales y económicos en beneficio de los sectores financieros y corporaciones industriales poderosos, es decir en beneficio de las capas sociales más ricas y exclusivas de la UE.

Asimismo la propia noción de gobierno de la UE se ha puesto en entredicho, ya que la propia Comisión Europea se ha convertido en un instrumento sin poder efectivo ya que este ha pasado a manos de los países más ricos y poderosos, y de sus intereses, en especial los de Alemania.

No hay duda de que estas políticas, llevadas a cabo por la derecha política europea, fundamentalmente el PP europeo y la Alianza Liberal, con el silencio y la complicidad, en la mayoría de veces, de la socialdemocracia están provocando una fuerte desilusión y lo que es peor desencanto y desconfianza entre la ciudadanía europea con respecto al proceso de integración y unidad europea.

Son estas políticas equivocadas, las que sólo causan sufrimiento social e incremento de la desigualdad social, las que crean desilusión y frustración hacia el futuro. Políticas como las que están provocando que millones de personas estén sufriendo grandes periodos de desempleo, y lo que es más grave, sin perspectivas de cambio. Son estas políticas, las que hacen que la idea de Europa sea cada vez más distante de la percepción de la ciudadanía, las que están subvirtiendo el ideal europeo, las que provocan y estimulan el euro-escepticismo, potencian de nuevo los nacionalismos más extremos, y la aparición de radicalismos de extrema derecha xenófobos y antieuropeos.

Ante esta situación es imprescindible que se dé la batalla contra los responsables de la actual Europa, contra la derecha que hegemoniza el gobierno europeo. Y la alternativa no es ni la extrema derecha ni el nacionalismo rancio. La alternativa debe venir de la lucha de un europeísmo crítico, que defienda más Europa, pero otra Europa, más democrática, más social y más política, al servicio de la ciudadanía europea y de sus derechos e intereses frente a unos "mercados nebulosos" que sólo esconden los intereses del capitalismo de los monopolios y de la especulación financiera. Una alternativa de un europeísmo crítico de izquierdas que obligue a resituarse a una socialdemocracia hoy desnortada, que como se ha visto el caso de España, con la Reforma "exprés" de la Constitución, no puede liderar la lucha por esa "Otra Europa" posible y necesaria.

La encrucijada crítica europea