jueves. 28.03.2024

Podemos, la casta del casto

Muchas preguntas que se pierden entre el humo de la pista de baile en la que, como el ilusionismo, nada es lo que parece.

Llevo toda la tarde dando vueltas en busca de la pócima mágica de Asterix y Obelix para que me haga fuerte porque ¡voy a hablar de Podemos! Y de todos es sabido que para hacerlo sin efectos secundarios sólo hay dos opciones: ser de Podemos o hacerles la pelota.

El caso es que a falta de brebajes mágicos he decidido tirar de mi libertad de expresión, a la cual he puesto ya hace tiempo una coraza por la que no pasaron ni las balas en los peores momentos.

Lo de Podemos es como la serie “Cuéntame lo que pasó”, es decir un remake del pasado con actores y diálogos atractivos para alcanzar cuota de pantalla.

Y es que lo que empezó siendo un partido con las fotos de Pablo Iglesias en botellas de vino se ha convertido en un partido dirigido por los elegidos de Pablo Iglesias salvo excepciones que, supongo, serán muy a pesar suyo.

Podemos acuñó eso de la “casta” y de la ética en la vida pública, prometió horizontalidad en la organización, dar voz a la ciudadanía, no cobrar más de tres veces el Salario Mínimo Interprofesional y transparencia a raudales. Sonaba a música celestial en un momento de cabreo más que justificado con la corrupción, con una forma de hacer las cosas que dista mucho del sentido común y con partidos con maquinarias lentas y pesadas pendientes de renovación.

Pero lo que parecía una nana se convirtió en estridente ruido para tapar actitudes que provocaban una y otra vez sensación de “deja vu”.

Es verdad que el PP está podrido desde lo más profundo de sus cimientos –y nunca mejor dicho dado lo ilegal de la financiación para construir su sede-, es verdad que Sánchez Castejón se ha tenido que arremangar para poner normas tajantes y meridianamente claras que eviten situaciones del pasado, sí, pero lo cierto es que resulta poco gratificante para nadie saber que Podemos se siente “caballito blanco” porque engaña, esconde o miente menos que el resto.

Lo de la beca de Errejón no es una anécdota, no. El que aspira a dirigir un país no puede decir que “se le olvidó” pedir autorización para no trabajar allí donde le pagan 1.825 euros de dinero público de una beca creada ad hoc para él por otro miembro de Podemos mientras cobraba otro sueldo por hacer ‘nosequé’ en su partido. Comparado con la Gürtel es una broma pero, ¿es esto una competición de suciedad o de limpieza?

450.000 euros en dos meses en una empresa sin trabajadores por asesorar en la creación de una moneda bolivariana. Y en Podemos están orgullosos porque Monedero crea empresas y paga sus impuestos en España. Sin rubor, ni vergüenza. No sé qué habrán pensado los miles de autónomos y pequeñas empresas ahogadas en impuestos y echando hasta el último aliento para poder crear empleo y riqueza en este país pero lo cierto es que Monedero no ha creado empleo y sólo ante la amenaza de Montoro ha regularizado sus cuentas con Hacienda. Y Monedero haciéndose una de plasma para hacerse una de Rajoy: esconderse hasta que amaine el temporal y así evitar dar explicaciones. Porque explicar esto no es como soltar que el león malo del Rey León es una parodia de Jomeini o las hienas, espaldas mojadas mejicanas.

Y como el que no se consuela es porque no quiere, en el PP han robado y estafado más y Esperanza Aguirre es más friki que Carmen Lomana y, además, no invita a Monedero a comer roscón de reyes. Un drama.

Pablo Iglesias y Monedero han sido mártires de sus palabras y vírgenes de hechos. En un país en el que hay más de cinco millones de parados y más de dos millones de hogares donde no entra ni un solo euro, parece una broma de mal gusto saber que las donaciones de sueldos que prometiera Pablo Iglesias se hacen a la productora de ¡Pablo Iglesias!. Y es que La Tuerka se ha convertido en esa especie de cajón de mago en el que entran euros y salen palabras de transparencia para con los demás. Es esa especia de obra benéfica que ayuda a pagar sueldos igual de infames que la reforma laboral pero disfrazada de progresía más falsa que Judas.”.

Son un círculo lleno de conjuntos vacíos que se unen en propuestas de quita y pon –renta universal básica que va y viene, jubilación que salta de los 60 a 65 y tiro porque me toca, la deuda que se paga o no en función de las estrellas fugaces o la aurora boreal-.

Piden ejemplaridad mientras cantan con apologetas del terrorismo que aplauden tiros en la nuca a Patxi López o que insultan a las víctimas del terrorismo, mientras acusan a la policía de ser causante del terrorismo ejerciendo de camellos en las Herriko Tabernas o disfrutan contando aventuras en las que apalean a lúmpenes de más baja categoría social.

¿Qué partido que se arroga la capacidad de hablar en nombre de la ciudadanía no se presenta a las elecciones municipales en cada uno de los pueblos de España? ¿Son más ciudadanos los de Madrid que los de mi pueblo? ¿Qué partido que desea representar a una sociedad del siglo XXI deja la paridad en el armario de la escobas y desdeña el derecho de las mujeres a poder abortar de manera libre y segura por no ser políticamente rentable?

Muchas preguntas que se pierden entre el humo de la pista de baile en la que, como el ilusionismo, nada es lo que parece.

Podemos, la casta del casto