jueves. 28.03.2024

Cuanto menos dinero gane, antes se morirá usted

El incremento de la desigualdad en todo el mundo es un hecho que muy pocos se atreven a negar.

El incremento de la desigualdad en todo el mundo es un hecho que muy pocos se atreven a negar. Y sus manifestaciones son cada vez más diversas: entre mujeres y hombres, entre territorios y naciones, entre razas o etnias y, por supuesto, entre grupos sociales, es decir, entre esas clases sociales que también algunos vienen diciendo desde hace tiempo que ya no existen.

No es fácil, e incluso quizá sea imposible, decir cuál de esas manifestaciones de la desigualdad en aumento es más sangrante o injusta pero me atrevo a pensar que si hay una especialmente inhumana es la que expresa las diferentes expectativas de vida que tienen los seres humanos en función de los ingresos que reciben.

La “esperanza de vida” es el indicador que se utiliza para saber qué número de años puede esperar vivir una determinada persona de una determinada edad si se mantiene el patrón de mortalidad por edad del grupo al que pertenece.

El Instituto Nacional de Estadística español dice al respecto:

“La esperanza de vida es el indicador más ampliamente utilizado para realizar comparaciones sobre la incidencia de la mortalidad en distintas poblaciones y, en base a ello, sobre las condiciones de salud y nivel de desarrollo de una población. En los países occidentales, la esperanza de vida ha experimentado notables avances en el último siglo, y se ha conseguido con disminuciones en la probabilidad de morir debido a los avances médicos y tecnológicos, reducción en las tasas de mortalidad infantil, cambios en los hábitos nutricionales y estilos de vida, mejora en los niveles de condiciones materiales de vida y en la educación, así como el acceso de la población a los servicios sanitarios”.

Eso es completamente cierto, pero lo que viene ocurriendo en los últimos decenios es que el gran incremento de las desigualdades hace que la esperanza de vida sea también muy desigual en función de la clase social o de los ingresos que reciben las personas. E incluso entre los países, pues en los ricos la esperanza de vida es de casi 30 años por encima y ha aumentado casi veinte más en los últimos decenios que en los pobres.

Los datos no dejan lugar a dudas y un informe que acaba de publicarse en Estados Unidos proporciona una realidad escalofriante (The Growing Gap in Life Expectancy by Income: Implications for Federal Programs and Policy Responses, 2015)

– Una persona de 50 años nacida en 1930 en Estados Unidos que formara parte del 20% más rico de la población tenía una esperanza de vivir cinco años más que si perteneciera al 20% más pobre. Pero esa diferencia ha aumentado hasta los 13 años para los nacidos en 1960.

– Prácticamente todo el aumento en la esperanza de vida logrado en Estados Unidos en los últimos 80 años lo ha disfrutado el 60% más rico de la población.

– La probabilidad de llegar a los 85 años cuando se tenía 50 años es la misma para los hombres nacidos en 1930, 1960 o 2010 que forman parte del 20% más pobre. Sin embargo, los hombres que pertenecen al 20% más rico han visto aumentar sustancialmente su probabilidad de llegar a los 85 años cuando tenían 50: 45% de probabilidad para nacidos en 1980 y 66% en 2010.

En España hay también estudios de este tipo que muestran claramente lo que mucha gente todavía no se cree, que los ricos viven más años simplemente por el hecho de serlo. Entre los grupos con más y menos renta hay una diferencia de entre 7 y 8 años en su esperanza de vida.

La explicación de esta desigualdad tan sangrante es clara y también se poner de evidencia en todo tipo de estudios: los grupos sociales con menos ingresos tienen peor salud, disponen de menos medios de cuidado, trabajan en peores condiciones y, para colmo, muchos recursos públicos se manejan mal y benefician en mayor medida a los grupos sociales más ricos.

La desigualdad afecta, cada vez más, incluso al más elemental de los derechos humanos, el derecho a la vida. Ahora que nos acercamos a unas elecciones hay que tomar conciencia de su extensión y de su dramático aumento y hay que reclamar que se hagan estudios previos del impacto de las políticas económicas y sociales sobre todos los grupos sociales. Por mucho que se empeñen en negar la existencia de clases sociales, ocurre como decían con las brujas: haberlas, haylas.

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