sábado. 20.04.2024

Moderantismo socialista

Es posible que cuando escuchen a algunos dirigentes socialistas apelar a la moderación, que más que moderantismo es un acercamiento a la derecha, bajo ese chantaje permanente de los conservadores y su aparataje mediático de achacar a la izquierda veleidades radicales, importantes segmentos de la base sociológica de Partido Socialista, aquellos más agredidos y damnificados por el dual tratamiento dado a la crisis, han de sentir cierto desasosiego moral e ideológico. Porque ese derechismo que padecemos en España, elemental y zafio, tiene una cochura ideológica, moral y unas responsabilidades históricas que los socialistas no sólo no tienen por qué compartir sino que caen en la inanidad política y ética al compartirlas por mucho que hayan querido tradicionalmente los conservadores en identificarlas con el patriotismo español. Y si todos los problemas que sufre hoy nuestro país proceden de tales sentimientos y posiciones derechistas ¿qué solución se puede aportar con esa moderación y acercamiento a los elementos que los causan? Ya dijo Ortega que nada había tan pernicioso como hacer historia sin sentido histórico y existe una deriva en el Partido Socialista que lo aleja no ya del sentido histórico de la nación sino de su propia historia. La degradación material de las mayorías sociales hace que el Partido Socialista, carente de una doctrina para explicarse a sí mismo y para darse a explicar a los demás, siga actuando sobre la teoría de una sociedad que ya no existe.

Ignatieff explica el ocaso del Partido Liberal de Canadá en términos perfectamente aplicables al PSOE: “Nuestro partido se convirtió en una cámara de resonancia: todo lo que escuchábamos era el sonido de nuestra propia voz. Era un caso de universos paralelos. Nosotros estábamos en uno, nuestros adversarios estaban en otro, y los votantes estaban en otro distinto”. Es por ello, que nada es más necesario para el Partido Socialista que recuperar el valor del pensamiento crítico para no perderse en ese pragmatismo desnaturalizador que tanto conviene a las minorías organizadas, ya que el pensamiento y la profundización ideológica  facilitan un modelo teórico que es más un procedimiento de transformación y avance hacia una sociedad socialista que el diseño acabado de un orden social y político deseado. Conociendo el camino a recorrer se disipan las dudas sobre el poder, el cambio social y el papel del partido, ya que el pensamiento teórico se centra en la apertura y transformación progresiva de la sociedad. El socialismo, pues, se encuentra teorizado como proceso y no como acto y, por consiguiente, como actuación política esencialmente ideológica.

Sin embargo, el socialismo desideologizado improvisa, se aferra al complejo de “partido de Gobierno” en lugar de procurar ser el partido de la sociedad, espera tiempos mejores interpretando una realidad que ha dejado de existir, la burocracia orgánica cambia el valor político de las ideas por la defensa tecnocrática de la excusa, reconoce implícitamente con su pragmatismo sin metafísica que los principios del socialismo son ociosos no ya para transformar la sociedad sino incluso para interpretar los antagonismos que en la misma sociedad se producen.

Ese estado de cosas genera una endogamia funcional donde el acto político queda circunscrito a una dialéctica de poder bajo los equilibrios territoriales, grupales o de influencia que, ajena a las ideas y los modelos ideológicos, genera liderazgos mesianistas, malquistos con el debate colectivo que entrañan los equipos y, sobre todo, porque las organizaciones políticas, no sólo el Partido Socialista, han caído en manos de los proteínicos, aquellos que encontraron en la política un ecosistema de promoción social y estatus para cuya preservación, exige que esté habitado por una demografía reducida, que en el caso del PSOE es reclutada básicamente a través de la “escuela de prácticas” de las Juventudes Socialistas, lo que se traduce en demasiada gente haciendo “política administrativa y de equilibrios internos” y muy poca pensando en soluciones para resolver los problemas de la gente.

El socialismo se ha quedado sin sociología en virtud de una mercadotecnia que hace de la organización política un ente de gestión en un contexto en que la eficacia radica en alejarse del modelo de sociedad que propugna, lo que conlleva caer en la tentación de actuar en ese vacío que supone la creencia de que el socialismo es un objeto volandero que puede ser salvado al margen de aquello que debe constituirlo. Empero, son muchos los ciudadanos que creen que en el socialismo está el futuro, en un socialismo renovado que tendrá que pensar seriamente no tanto en políticas concretas que quiere realizar desde el Gobierno, sino en cómo modificar las relaciones de poder que han permitido que la situación actual sea tan injusta. Reflexionar sobre cómo pueden cambiarse unas relaciones de poder que resultan tan desfavorables para la mayoría de la sociedad.

Moderantismo socialista